jueves, 30 de octubre de 2014

CONCURSOS LITERARIOS PARA TERMINAR EL 2014

Aunque muchos concursos literarios pueden, o parecen, estar amañados, intenté encontrar algunos que espero les sean útiles, para tal vez alegrarles el fin de año o el principio del 2015.

Si bien tengo preferencia por los concursos que no ponen pegas, como edad o lugar de nacimiento, y que además no imponen tema, esta vez incluiré uno exclusivo para Latinoamericanos y residentes de Latinoamérica. Se trata del Premio Latinoamericano de Primera Novela, organizado por la Universidad Veracruzana, porque lo considero una gran oportunidad.

-La convocatoria cierra el 30 de enero de 2015
-Mínimo 150 folios. Máximo 250
-Temática libre.
-Premio: 150.000 $ Mx y la publicación en la Editorial de la Universidad Veracruzana.

Las bases completas las pueden * encontrar aquí




Por otro lado llamó mi atención el Concurso Caricias y Batallas. Se trata de una propuesta diferente convocada por Ágora Editorial, donde lo que se evaluará es la remezcla «una forma de reformular la idea de autoría y pertenencia», «queremos crear once nuevas historias a partir de la deconstrucción y combinación de cualquier material ya existente y que permita hacerlo.»

-La convocatoria cierra el 31 de diciembre de 2014
-Máximo 24 folios
-Premio: contrato editorial por dos años por el libro Caricias y Batallas

Las bases completas las pueden * encontrar aquí




Como amante del teatro, también quiero hacerles llegar un concurso de dramaturgia: XXII Premio de Teatro Breve «Café Bar Bilbao».

-La Convocatoria cierra el 31 de diciembre de 2014
-Hay dos modalidades: euskera y castellano
-Se trata de un formato chico, para pocos intérpretes y con una duración máxima de  treinta minutos.
-Premio: 1200 € para cada modalidad.

Las bases completas las pueden * encontrar aquí




Como no puede faltar el espacio para el relato, he buscado algo que salga un poco de lo habitual. En este caso se trata del VI Concurso de relatos «21 de marzo», cuya propuesta de este año como temática es el Relato Humorístico.

-La Convocatoria cierra el 2 de enero de 2015
-Mínima extensión 3 folios. Máxima 8
-Dos categorías: general y local
-Premios: 3500 € para la categoría general, y 1500 € para la local

Las bases completas las pueden * encontrar aquí




Y por último, le dedico un espacio al ensayo. En este caso se trata de la Vigésima primera Edición del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos. La Convocatoria la realiza Ediciones Nobel «cuyo objeto es distinguir creaciones originales e inéditas que supongan una aportación relevante en los campos del pensamiento, las humanidades, las ciencias sociales y la naturaleza».

-La Convocatoria cierra el 7 de enero de 2015
-Extensión máxima: 250 folios
-El tema es libre, aunque hay preferencia por cuestiones relativas a la problemática de la sociedad actual.
-Premio: 9000 € (anticipo como derechos de autor)

Las bases completas las pueden * encontrar aquí



Les deseo mucha suerte a todos los que participen en estos concursos, y en el 2015 les contaremos sobre nuevas propuestas donde podrán participar.



Andrea Vinci
Punto y Seguido

lunes, 27 de octubre de 2014

NO DEBIMOS VOLVER

La noche de su cincuenta y nueve cumpleaños, Peter Pan soñó con Wendy. Ella estaba igual que la recordaba, pálida y delgaducha, pasada de flurazepam y con un garfio de plata sujetándose la cola del vestido. Peter la invitó a salir a la pista mientras una multitud de niñatos vociferaban VOLARÁS, VOLARÁS, con los puños en alto. «No debimos volver», fue lo único que dijo antes de recorrer el techo de la carpa y desaparecer por uno de los palcos.

Por la mañana, Peter Pan no recordaba su sueño. Se duchó, se afeitó, se vistió con su traje verde, sus botas verdes gastadas y su ridícula gorra de fieltro verde. Al entrar en la cocina, Campanilla gritó: «¡Sorpresa!». Se encendieron las luces del horno, de la tostadora, de la Pixie Dark de Nespresso un placer en cada taza y, por un momento, todo le pareció lejano e inútil, como si de golpe, sus 59 años, hubieran caído sobre su cabeza como 59 pesadas mandíbulas de cocodrilo.

Tomó su desayuno y permitió a Campanilla montar el cofre de alubias que aquella misma tarde, una vez más, un batallón de niñatos furibundos transformaría en monedas de oro.

         —No debimos volver —repitió tirado en el suelo de la novena planta del edificio Nunca Jamás, mientras Campanilla avisaba a una ambulancia.


Fotografía: William Eggleston




Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido

jueves, 23 de octubre de 2014

DICCIONARIOS

De niña pensaba que los diccionarios eran como casas en las que vivían las palabras, de manera ordenada y decente, a donde podías ir a buscarlas si tenías algo que preguntarles. Me recuerdo desde siempre consultando el diccionario, ya fuera el Diccionario Escolar de Sopena, que compartía con todos mis hermanos, o la Enciclopedia Espasa, aquel inmenso tren de palabras encuadernado en azul y oro que trajo mi padre un día, a la vuelta del trabajo (siempre he pensado que las enciclopedias no eran más que diccionarios a lo bestia, que admitían entre sus páginas también a los nombres propios). Desde aquella época he ido acumulando diccionarios en los estantes de mis librerías con ocasión de cumpleaños, navidades o viajes (si alguien me pregunta qué quiero que me regale, lo  más probable es que le pida un diccionario). También he recuperado alguno de los de casa de mis padres, como el Diccionario de Sinónimos, antónimos e ideas afines de Sopena, rotulado en la primera página con el nombre de una de mis hermanas, pero cuya propiedad me gané a pulso a base de uso y disfrute, o el de Latín, que ha pasado por siete pares de manos antes de volver a las mías. El de María Moliner llegó a mí un día de Reyes, fue en lo que gasté el dinero que me dieron mis tías la Navidad de hace una década. La primera vez que viajé a Oporto, compré en la Librería Lello (sí, la de las escaleras que sirvieron de inspiración para las de el Hogwarts de Harry Potter, la librería que Vila-Matas denominó la más bonita del mundo) un Dicionário Portugués-Espanhol (acordo ortográfico, o antes o depois) con el que poco a poco voy traduciendo del portugués (sin conocerlo, un poco a tientas), las crónicas del Cuarto Livro de Crónicas de Lobo Antunes. El Diccionario de la lengua española (el de la RAE) llegó a mi casa el 8 de diciembre de 1992, la vigésima primera edición para mi trigésimo aniversario. Es un tomo imposible, de un peso excesivo a pesar de la delgadez de sus hojas. Lo hemos usado mucho (para pasar tardes de lluvia jugando con las palabras, para despejar dudas, para dirimir desacuerdos, para refrendar opiniones y también sancionarlas, para convencernos o disuadirnos unos a otros de ideas y errores, para contradecirnos, para argumentar; ha sido juez inapelable: habló Blas, punto redondo). Con internet en teléfonos y tablets, lo hemos dejado que repose en su estante y ahora consultamos su versión cibernética, la vigésimo segunda.


Este mes de octubre ha salido una versión nueva, trece años después de la anterior. Recomienda la Academia que se nombre vigésimotercera, en una palabra mejor que en dos (hay que ver como cambia lo correcto y lo incorrecto en la lengua). Como poco a poco van a ir actualizando el contenido de la versión en internet, no creo que pida que me lo regalen, más teniendo en cuenta los 99 € que cuesta (por otro lado, sería como una traición a mi gordo y viejo tomo del 92). Esta nueva edición tiene 93.111 artículos o entradas y 195.439 acepciones. En total se han introducido en estos trece años de trabajo de los académicos, 140.000 enmiendas. Leo que J.M.Blecua, el director de la Real Academia Española, ha dicho que se ha tenido “especial cuidado en evitar el posible carácter machista de algunas definiciones. Se han revisado todos los artículos en los que aparece la voz mujer y se ha procurado que no hubiera elementos muy graves que fuera de denuncia inmediata”. También que “se han revisado con lupa las profesiones, para que conste el masculino y el femenino siempre que haya posibilidad de que una mujer las desempeñe” (no termino de entender lo que quiere decir: si es que no se han revisado las entradas que contengan la voz hombre, si es que han dejado estar las entradas que tuvieran elementos menos graves que no fueran a tener denuncia inmediata, si han encontrado alguna profesión que no pueda ejercer una mujer, más allá de cura y gigoló). Dicen las feministas que estos gestos son importantes porque el lenguaje construye pensamiento. Yo me considero feminista (bueno, tras consultar la entrada “feminismo” de la vigésimotercera edición del Diccionario empiezo a dudar de mi  militancia, se me queda corta la definición) y desearía que estos gestos encerrados en un diccionario sirvieran para algo, pero no estoy muy segura. Tengo la impresión de que lo que persiguen los académicos es evitar jaleos y polémicas, protestas de asociaciones y otras cosas por el estilo, pero que el léxico sigue mostrando el comportamiento de los hablantes, por muchas capas de barniz que se les dé. Dice Blecua: “Yo suelo decir que el Diccionario tiene que ser científicamente correcto y, si es posible, políticamente correcto, pero solo si es posible”. (Tú ves, esto ya lo entiendo mejor y  me parece más sincero). El Diccionario debería, en mi opinión,  ser riguroso con el uso real que se hace de las palabras y no moverse entre las dos aguas de la corrección política y la verdad del uso del idioma. Para las transformaciones reales, me parece que queda mucha tela que cortar.




En la reciente edición se mantienen tres entradas, “culamen”, “muslamen” y “pechamen”, con las siguientes acepciones:
Culamen (vulg.): Culo (nalgas).
Muslamen (coloq.): Muslos de una persona, especialmente los de mujer.
Pechamen (vulg.): Busto de la mujer, especialmente cuando es muy voluminoso.
A primera vista hay una especie de intento de atenuación, un miedo a la atribución de los tres términos, claramente cargados de connotación sexual,  de manera plena a las mujeres. El culamen va sin género, el muslamen es un poco más femenino y el pechamen ya no hay quien defienda que no es de las mujeres, sin remedio. Me parece que ha primado la corrección política sobre el rigor; a lo mejor me equivoco y hay quien le piropea el muslamen a su chorbo, todo puede ser. El caso es que todas las modificaciones que afectan a colectivos como mujeres, homosexuales y lesbianas están ya incorporadas a internet, no así otras menos “calientes”. Al término “femenino” le han sacado la acepción de débil o endeble y a “masculino” la de varonil y enérgico.(¿Debería quedarme más tranquila?). También he consultado las nuevas acepciones que intentan dignificar a otros colectivos y las eliminaciones que tienen el mismo propósito. Así  a “maricón” le han quitado lo de sodomita y lo han dejado en “insulto grosero”; aparecerá una entrada para “homófobo” y las “mariconadas” tendrán una nueva definición. Me pregunto si habrán incluído términos como “panchitos” y “sudacas” de tanto uso (mal uso, abuso) en los últimos años (tendré que consultarlo aunque puede que  pronto sean arcaísmos en desuso, con esta crisis que nos está vaciando el país). “Judiada” va a seguir apareciendo, aunque ya esté vacía de contenido en el habla cotidiana (¿quién va haciendo judiadas en estos tiempos? Ahora se gastan putadas y cabronadas y supongo que el genio del idioma seguirá inventando menosprecios a diferentes sectores sociales). No estaría mal que, ya que la han mantenido, la llenáramos con una nueva acepción, una judiada como comida a base de judías (blancas o pintas, con chorizo o con panceta) que recuperara las legumbres en nuestra alimentación y en nuestras costumbres.


La gente habla y el diccionario toma nota (mucho tiempo después). En esta nueva versión se han incorporado muchos términos, sobre todo relacionados con los cambios tecnológicos y los cambios sociales que éstos han impuesto. Así se han incorporado chat, wifi, teletrabajo, blogs y blogueros, intranet, hacker, dron, tuit, tuitear, tuitero… Me sorprende el anuncio de incorporación de términos que me parecen antiguos en el uso popular: “margarita” como cóctel, “plomizo” como pesado, “secuela” y “precuela” como segundas partes o antecedentes de libros y películas, “patalear” como quejarse y protestar, especialmente cuando es inútil (el derecho al pataleo de toda la vida), la “positividad” como cualidad de positivo (¿qué nos llevan recomendando los psicólogos y el Muy interesante desde hace años, entonces?), el “cameo” en las películas, las “birras” y los “burka”, las “audioguías” y el “tuneado”, la “amniocentésis”, el “anisakis”, las “antiarrugas” y el “bótox”. Algún término me ha dado un poco de miedo, como “cíborg”: ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos (¿eso existe fuera de la ciencia-ficción?). Hay términos extranjeros que hace mucho que usamos, como “affair” o “impass”, pero que sólo ahora vamos a hacerlo conforme a la norma y así tal cual, sin españolizar. Hay otro, muy castizo, “gaita” dentro de la frase “déjate de gaitas” que ahora es refrendado por la Academia ( justo cuando ya casi nadie lo utiliza).


También reconoce el diccionario algunas acepciones de uso en otros países, americanismos que no me importaría incorporar a mi léxico: la”bicicletería” de varios países y que me parece producto de la creatividad de un niño, el “cajonear” para la artimaña de retardar el trámite de un asunto o expediente o la “basurita” para referirse a la mota de polvo u otro material que se te mete en el ojo (me ha hecho recordar a la carbonilla que nos quitaban con la punta de un pañuelo, aún cuando no hubiéramos viajado en tren de vapor, y que ya se ha perdido de nuestro vocabulario).

 También aparecen verbos nuevos como “empoderar”, que en otro tiempo significó apoderar, que perdió ese significado y ha renacido en el diccionario con una nueva definición: hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido (¿llegará un momento en que su uso no sea solo potencial?) o “externalizar”. Aún no aparece la definición de esta última entrada en internet, pero es curiosa la que da el Diccionario de “externalidad” como perjuicio o beneficio experimentado por un individuo o una empresa a causa de acciones ejecutadas por otras empresas o entidades (me temo que por ahí van a ir los tiros y también me temo cómo va a ser el reparto de perjuicios y beneficios).

Para terminar citaré dos términos que me gusta que aparezcan en el nuevo Diccionario de la Lengua Española: “Serendipia” cuyo origen está en el nombre de un país de fábula, Serendipia, y que se refiere a un hallazgo valioso que se produce de manera casual ; “Tsunami”, ola gigantesca producida por un maremoto o una erupción volcánica en el fondo del mar, palabra japonesa compuesta de “tsu”(puerto) y “nami”(olas) que ha entrado también en nuestro renovado Diccionario de la RAE.



Inmaculada Reina
Punto y Seguido

lunes, 20 de octubre de 2014

CISNES SALVAJES



Cuando viajo, procuro llevarme un buen libro bajo el brazo. La lectura me ocupa gran parte del tiempo, ya que durante el transcurso del viaje se producen numerosos tiempos muertos; esperas en las estaciones o largos trayectos de tren y autobús. En esos momentos es placentero sumergirse en la lectura de una historia que te mantenga cautivo de ella. A veces levanto la vista del libro y observo el paisaje que corre a mi alrededor, pienso en la trama del libro, en esa última frase que me ha dejado intrigado por saber lo que me espera dentro de poco, y sobre todo pienso en el entorno que me rodea como parte de ese paisaje literario que voy descubriendo. Por eso, cuando viajo procuro llevarme un buen libro bajo el brazo, y si ese libro me cuenta una historia que ocurre allá donde voy, mejor que mejor.

El destino de mi último viaje fue China. Llevaba años deseando descubrir ese país, cuna de emperadores y revolucionarios. Cultura milenaria preñada de tradición, y escenario de una sociedad ancestral reconstruida sobre el comunismo. China llamaba poderosamente mi atención por su intriga, por su organización cuasi militar, por su manera de plantear sus diferencias al mundo, y también por la película de Bertolucci (soy un cinéfilo enfermizo, para qué vamos a negarlo). ¿Cómo sería esa China? ¿Cómo serán sus habitantes? Para averiguarlo necesitaba, además de viajar allí, una oportuna lección de historia.

Pocos días antes de mi partida, cuando ya creía haber reunido todo mi equipaje, presentí, sin embargo, que no había encontrado el libro que me ayudara a conocer a sus habitantes y su reciente historia. Llevaba un libro acerca de Gengis Khan, algún otro sobre la historia de Mao, y dos novelas: una del último premio nobel Chino y otra de una joven escritora que está triunfando en los mercados con novelas de amor. El día previo a mi partida, al despedirme de un buen amigo, le comenté que estaba iniciándome en la lectura del último premio Nobel chino, pero que no me estaba apasionando. Me sugirió entonces “Cisnes Salvajes”, una novela autobiográfica de una escritora china llamada Jung Chang. Aún quedaba tiempo, busqué el libro en internet y allí estaba.
Cisnes Salvajes relata la historia de tres generaciones de mujeres: Abuela, madre e hija desde finales del siglo XIX hasta prácticamente el final de los ochenta en el siglo XX. Aparentemente podría ser la simple historia de una familia china, pero en realidad es un repaso de la historia contemporánea del país. Una historia plagada de luchas por el poder, de cambios en las tradiciones, de invasiones, de ruptura con el pasado, de revoluciones sangrientas, de injusticia, de resignación, de descubrimiento, ideología y de crecimiento personal.


La actual China está construida sobre unos cimientos de fango rojo, no solo sembrado por los comunistas, sino por todos los gobiernos anteriores (imperiales, occidentales, japoneses, o el Kuomintang) que no supieron ni han sabido administrar un país de dimensiones tan fastuosas tanto en extensión como en población. El pueblo ha sufrido durante muchos años la dictadura de las armas, de la falta de libertades, de la manipulación, pero aún así ha conseguido levantarse de cada caída. Resignados, pero no vencidos. Y de esa manera cada generación ha iniciado una nueva era sacudiéndose, uno tras otro, los horrores del pasado.

Toda la historia de Jung Chang está tratada con maestría y oficio. Es también la historia de su abuela y de su madre, y la historia del resto de su familia a la que fui conociendo a lo largo de las páginas y con los que me emocioné sin duda alguna. Jung Chang, a través de sus páginas, ha conseguido implicarme al narrarme de forma amena y directa la historia de su país y las inquietudes de su pueblo. Cada vez que levantaba la cabeza del libro para mirar el paisaje podía ver a los personajes cultivando arroz, paseando por las estaciones o tras el postigo desvencijado de una casa de ladrillo pegada a las vías. Y entonces comprendía mucho mejor por qué en ese país de Oriente todos los viejos poseen una mirada gris, triste, vencida.

En un trayecto de ocho horas en tren que habría de trasladarme de Xi´an a Ping Yao, mi compañera de asiento era una chica china de unos veinticuatro años. Durante el viaje se interesó (en perfecto inglés ya que era profesora de inglés en un instituto) por mi procedencia, los lugares de China que visitaría durante mis vacaciones y si me estaba gustando el país y sus gentes. Me encantó charlar con ella y explicarle que la gente era lo que más me fascinaba por su amabilidad y su esfuerzo por ayudarme, a pesar de los evidentes problemas de comunicación ya que la mayoría no habla otra lengua que no sea el chino. Ella sonrió halagada. Se sentía como parte de una enorme maquinaria que funcionaba correctamente. Se sentía satisfecha por mis buenas impresiones acerca de su país, y yo noté que para ella aquello era importante. Al rato le pregunté si le gustaba leer y me dijo que por supuesto. Entonces le mostré el libro que estaba leyendo y le pregunté si lo conocía. Ella sacó sus estrechas gafas y consultó el nombre de la escritora. No la conocía. No le di más importancia, pero al cabo de un rato la vi trastear su móvil inquieta. Al cabo de unos minutos me mostró el Iphone y me preguntó si aquel que aparecía en la pantalla era el libro que estaba leyendo. En efecto, era la portada de Cisnes Salvajes con una foto de su autora. Sí, sí, esa es. ¿Has leído algo de ella? El rostro de la chica se ensombreció y su sonrisa salió volando por la ventana. No, me dijo, esa autora solo publica en el extranjero, además (queriendo zanjar el asunto), a mí no me interesan esos temas. Al momento supe que había metido la pata. Durante el resto del viaje sentí el privilegio de vivir en un país donde cualquiera puede expresarse de la manera que considere. No en todos sitios ocurre.

Cuando finalicé de leer Cisnes Salvajes, creí comprender bastante bien a su autora, y también a la chica del tren, a los viejos con mirada gris, al pueblo amable y resignado de China. No es lo mismo viajar por un país admirando sus bellezas y despreocupado de su historia. Ciertos libros te acercan más a sus gentes que la mayoría de sus monumentos.


 “Al pasar revista a mis veintiséis años advertí que había experimentado tanto privilegios como denuncias, que había sido testigo de la valentía y el miedo, y que había conocido tanto la bondad y la lealtad como las profundidades de la crueldad humana. Rodeada de sufrimiento, muerte y desolación, había contemplado sobre todo la indestructible capacidad humana para sobrevivir y buscar la felicidad”

Cisnes Salvajes  (Jung Chang)



jueves, 16 de octubre de 2014

Breve Historia del cuento: Cuento Moderno Chéjov

CHÉJOV




ANTÓN CHÉJOV (1860-1904)


«El arte de escribir consiste en decir mucho con pocas palabras»

Chéjov es considerado el padre del cuento moderno. Abandona el modelo teórico de escritura de cuentos propuesto por Poe, con sus reglas al servicio del la Unidad de Efecto, y evoluciona el cuento clásico a lo que hoy conocemos como cuento moderno o simplemente cuento.

Su innovación consiste en restarle importancia a la trama para cedérsela a los personajes. La historia se construye sobre una circunstancia concreta en la cotidianidad del día a día del protagonista, particularidad que terminará perturbando de manera irremediable sus emociones. La atención que Chejov presta a los pequeños detalles de su mundo más cercano, la vida diaria de la gente corriente en la Rusia de su época, es lo que consigue convertir sus temas en universales.

En sus cuentos una descripción puede ser la protagonista momentánea de la historia, porque sus narraciones están encaminadas a crear atmósferas singulares y estados de animo precisos, a través de elementos simbólicos que enriquecen el texto. El lector está abocado a la identificación con los personajes, con sus tediosas vidas, sus miserias, su soledad. 

Dado que la trama no es el motor principal de la narración tampoco es necesario el final sorpresivo requerido por Poe. Chéjov renuncia a un final cerrado donde todo queda resuelto por el escritor. Sus cuentos tienen finales abiertos. No se cierra el circulo. El cuento continua después de la última pagina. El punto final impreso en la hoja se transforma en un punto y seguido que cede el testigo al intelecto del lector, a su imaginación. En ese momento el lector se hace partícipe de la escritura continuando la narración en su cabeza, reflexionando sobre lo planteado en el texto escrito, buscando las respuestas a las cuestiones que quedaron en el aire, ahondando en lo que se ocultaba tras las elipsis.

Mauricio Ciruelos
Punto y Seguido.

lunes, 13 de octubre de 2014

NEW YORK CITY (1ª Parte)

Aterrizamos en el JFK, la terminal a la que hemos llegado no es tan distinta de cualquier otra que haya pisado, sin embargo: Oh, my God, I´m in JFK! (La sensación de incredulidad no se pierde por más días que pasen. Aún hoy, dos meses más tarde, persiste). Me enfrento al policía de Aduanas con una sonrisa y poso para mi foto de turista in America, y cuando me permite el paso es cuando comienzo a cantar, (y que Frank Sinatra me perdone): 

Start spreadin' the news, I'm leavin' today. 
I want to be a part of it
New York, New York


Times Square

Salgo a la calle, piso suelo americano, (Queens concretamente), y busco en el cielo los cientos de focos que iluminaban la vida de  Truman Burbank en aquella película de los noventa. Y es que Nueva York, desde que lo pisas, se convierte en una película, como si cada calle fuera un plató y toda tu vida estuviese siendo filmada y emitida en un reality show. (Smile, you're in New York). Pero no es eso, no es una simple película, es LA PELÍCULA y TÚ eres el protagonista, así que dices oh, yeah y llamas a uno de esos taxis amarillos que llaman cab, y que, indudablemente, es conducido por un inmigrante o por un negro de Queens con sombrero de vaquero, y le dices: A Manhattan. Y él te pregunta por la dirección exacta y tú te acomodas en el asiento, echas un vistazo por la ventanilla y ves esas casas que parecen prefabricadas y que te conoces al dedillo, por el cine y por las series, y dices con el mejor acento posible: Broadway at times square in West 46th Street. Y el tipo arranca y sólo al cabo de unos cuarenta minutos te das cuenta de que estás cruzando el East River y que a lo lejos ya ves el Empire State, y te acuerdas que la primera película que recuerdas haber visto en el cine fue King Kong y que, a veces, por las noches, aún crees verlo enganchado a esa aguja que sobresale por encima de todos esos rascacielos.

No lo pone, pero yo lo veo. Veo ese grandísimo cartel de humo con señales luminosas sobre todos esos rascacielos. Lo pone bien claro: Welcome to New York. Y, de repente, siento que soy otra de sus víctimas, que YA le pertenezco. From heart to heart. 



Soltamos las cosas en el hotel y bajamos deprisa, con ansia de luces, de tráfico, de tiendas de lujo, de esquinas de cine, de rascacielos de cristal que te obligan a levantar la vista lo más alto que puedes. Y apenas andamos unos metros y nos encontramos el vértigo de los letreros luminosos en las fachadas de Times Square, la arteria principal del centro de Manhattan. Y ahí está de nuevo el Oh, my God, esta vez  rigurosamente acompañado del, I can't believe it. Y, una vez más, la canción de Frank nos acompaña. Le pone la banda sonora a cada una de las manzanas que recorremos entre la 6th y la 8th. 


It's up to you, New York… New York!!!



Nos disponemos conocer la City en nueve días, para ello hemos elaborado nuestra propia guía, hecha de retales de tantas otras que hemos ido estudiando a lo largo de los meses precedentes, y hemos dividido Manhattan en varias zonas. Cada día amanecemos temprano, damos los buenos días a las siempre iluminadas fachadas publicitarias de Times Square, y bajamos al metro. Es realmente ahí donde comienza la aventura diaria in a city that never sleeps. 

Nuestro hotel se encuentra en el Midtown, muy cerca también de la zona de Rockefeller Center, un complejo de diecinueve edificios entre la 48 y la 51th que reconocemos por las películas de Navidad donde en el patio central coronado de banderas de los diferentes estados, en invierno colocan, no sin la ceremonia pertinente, un enorme árbol y abren la pista de hielo al aire libre más famosa del mundo. A unos pasos se encuentra la Quinta Avenida, repleta de mansiones y edificios históricos, y de apartamentos y tiendas de lujo que la convierten en una de las zonas de compras más exclusivas del mundo. Instintivamente buscamos a Audrey Hepburn, oculta tras sus enormes gafas negras, asomada al escaparate de Tiffany's. Qué más da que hayan pasado 53 años desde el estreno de aquella  película, los turistas, los fans, todos, nos dirigimos hacia Tiffany y nos encontramos con ella. 

Los días rojos son terribles y en esos momentos lo único que me viene bien es ir a Tiffany's, porque nada malo puede ocurrir allí. 



En metro se tardan unos veinte minutos en llegar desde el Midtown al Downtown. El metro es bastante seguro, cosa que no teníamos tan clara antes de llegar a Nueva York. Han sido tantas películas de cine en las que algo turbulento, trágico o misterioso ocurre en sus vagones, andenes o estaciones, que al principio se entra con desconfianza. Pero, una cosa que descubres nada más llegar a Nueva York es que, probablemente, sea una de las ciudades más seguras. Hay policías por todas partes y la NYP se ha convertido en una marca y en un sello de confianza. En las escaleras, en las paredes, en las vigas de hierro, en todos lados puede leerse un breve mensaje que hace que sientas esa seguridad, también hay otros que te animan a denunciar si ves algo: 


Hemos madrugado para ir a coger el Ferry que nos lleva a la Staten Island. Es gratis las 24 horas del día y te permite ver a La Señora, como llaman a Lady Liberty. Otra opción es coger el barco que te lleva al pedestal, pero las colas son tan largas que optamos por verla desde el ferry y no perder el tiempo, ya que desde los atentados del 11S, subir arriba es tarea imposible.  Impone. La Señora, digo. La miramos una y otra vez. Una fotografía. Y otra. Y otra más. Y una con ella detrás. De perfil. De frente. Y ¡Guau!, es que es ¡La Estatua de la Libertad!, y estamos aquí. ¡Y es increíble! Y esa sensación de incredulidad no desaparece. Cada día que pasas en Nueva York, es la misma retahíla. ¡No me lo puedo creer! ¡Es que estoy aquí! (Y zapateamos el asfalto). ¡Es que estamos en Nueva York! Y es que es La Estatua de la Libertad, mírala, con la vista dirigida hacia Europa. ¡¡¡Ay, qué pesadas!!! Pero es que es así, a cada paso. Esta ciudad no deja indiferente a nadie. Es pura magia, como el cine. 


Manhattan Downtown desde el Ferry

Lady Liberty
En Battery Park, no muy lejos de donde cogimos el ferry, localizamos The Sphere. Es inevitable estar en Nueva York y no recordar constantemente aquel siniestro 11S de hace trece años. The Sphere es una escultura que se encontraba en la zona central de las Torres Gemelas y que desapareció bajo los escombros. Una vez rescatada, se ubicó en este parque como homenaje a las víctimas. Da escalofríos, sobre todo porque no ha sido reparada. Unos chiquillos, junto a sus maestros,  corean alguna canción, ajenos, tal vez, a lo que esta esfera metálica de color dorado representa. Junto a ella, una serie de carteles parecen indicarnos que el paraíso está allá adonde quieras mirar. 


Paradise / The Sphere (Battery Park in Downtown)
El distrito financiero de Nueva York comienza ahí. Elevados edificios de todas las alturas posibles se rifan el puesto de elegancia, de altura, de estilo o sofisticación, lo importante es tener tu hueco en el Downtown, ser reconocido  y dar cobijo a los miles de neoyorquinos que trabajan en sus miles de oficinas cuyas ventanas miran al Hudson River, al East River, o a la Staten Island. El área más financiera del mundo, la que mueve los hilos y los ciclos económicos se encuentra en una de las calles que se escapan de la gran arteria del bajo Broadway. Es una zona acordonada de cámaras de vigilancia. No hay un sitio más seguro en toda la ciudad que ese espacio frente al edificio de La Bolsa, ni ningún otro donde los yuppies opten por almorzar hot dogs a cualquier hora del día en cualquier puesto callejero, aunque vistan de Armani. 


Stock Exchange (La Bolsa - NYC)
Nos dirigimos hacia el Ayuntamiento y una multitud se congrega en un parque coronado por una fuente. En Nueva York no faltan los espacios verdes. Nos acercamos a ver. Un grupo de chicos de raza negra, descamisados,  muestran orgullosos las tabletas de chocolate en que han convertido sus cuerpos. Han montado un espectáculo en el que priman las canciones de Michael Jackson y Madonna. Animan a la gente a aplaudir y sacan a algún espontáneo. Se divierten y divierten a la gente. That´s the show!, grita uno con voz ronca. Cada vez somos más los curiosos. Ellos se preparan para saltar sobre las cabezas de varios turistas a los que han colocado en fila india. El primero se santigua, el último mira al cielo, o tal vez a una de esas banderas repleta de barras y estrellas que cuelgan de casi cada ventana, de casi cada edificio.(El patriotismo de los americanos es palpable en cada esquina, en cada orgulloso gesto por su país). Uno de los muchachos se acerca a pedir monedas mientras el resto sigue con el espectáculo. Cuando considera que ha recogido suficiente, sube el volumen del radio-cd y el espectáculo continúa. Madonna canta: 


I don´t like cities, but I like New York
Other places make me feel like a dork. 

En la Zona Cero, silencio, por favor. El sol ilumina toda la zona como si alguna vez no hubiese sido oscura, se refleja en los manantiales de agua que caen al vacío sobre una enorme piscina, (bordeada por los nombres esculpidos de las víctimas), que fluye hacia un agujero negro cuyo fondo no llegamos a ver y que desaparece en el vacío. La caída, eso simboliza. El agua cae hacia el precipicio del mismo modo que las torres gemelas y otros edificios adyacentes cayeron hacia ese abismo que produjeron los ataques terroristas del 11S. Miles de turistas nos hemos acercado al lugar casi terminado de reconstruir. La Freedom tower, que ahora supera en altura al Empire State, es ahora el edificio principal del nuevo One World Trade Center. Entre el hueco de una de las torres gemelas y la otra, nos detenemos un momento, necesitamos ese respiro. Cada cual recuerda aquel día a su manera y todos, absolutamente todos, recordamos dónde estábamos ese día, qué hacíamos y en qué canal fuimos testigos de lo que parecía el principio del fin del mundo tal y como lo conocíamos. Ahora, un minuto de silencio, por favor. Por las víctimas. 


Hueco de una de las antiguas Torres Gemelas, ahora piscina conmemorativa

Freedom Tower
 Me parece apropiado finalizar la primera parte esta crónica justo en este silencio. 

To be continued…
(Continuará)




Punto y seguido. 


Fotografías propiedad de Isabel Merino. Tomadas en NYC en Agosto de 2014. 
Videos tomados de Youtube. 

jueves, 9 de octubre de 2014

COSAS QUE DIRÍA CON TAN SOLO MIRARLA

 Con esta singular película debutó en el año 2000 como guionista y director Rodrigo García, hijo del inolvidable García Márquez.



 Enfocada desde un punto de mira poético y sin artificio, narra la vida de siete mujeres actuales, independientes, que podrían ser felices, pero que se hayan inmersas en un sentimiento de soledad,  del que buscan salir cada una a su manera, ya sea con la predicción de las cartas del tarot, escuchando a una mendiga loca que habla como si fuera una pitonisa,  enamorándose de un vecino enano, buscando el amor en un compañero de trabajo o con la compañía de unos simples canarios.
 Maduras y tal vez por ello enfrentadas al vínculo del cuidado de un familiar dependiente,  ya sea la madre con Alzheimer, la hermana ciega, un hijo adolescente o una novia en estado terminal. Parecen independientes, pero  cada una de ellas se encuentra atrapada en su propia situación. Descorazonadas por una decisión que parece no importar en un principio, como la de abortar, aguardar la muerte de su amada,  sentir como el hijo se transforma en un adolescente arisco y no ser capaces de encontrar el amor. 



Aunque aparentan tener una vida tranquila y sin mayores problemas, algo les hace plantearse su necesidad de amar. Hablan con tan solo mirarse, pero sobre todo escuchan. En un extraordinario reparto con la actuación de Glenn Close en un primer plano que revela la existencia del personaje sin decir casi nada, pendiente de una llamada que no llega, mientras Calista Flockharty le echa las cartas y le cuenta cómo es en realidad.

Me parece excepcional que siendo un hombre, Rodrigo García haya  sido capaz de desnudar de esta forma tan íntima el alma de la mujer,  mostrarla apenas sin protección frente a los males que la acechan y que se enfrenta cada día a problemas como la enfermedad, el suicidio, la soledad, la infidelidad, la falsa dureza, el desamor, incluso la espera de la muerte.


 Con diálogos bien elaborados y frases auténticas como la que le lanza la mendiga a  Rebeca. Es curioso que el hombre solo parezca como esposo adúltero, padre ausente o tímido enamorado.


Una película sutil, íntima y agridulce que apetece ver más de una vez, con la suave música de fondo de Edward Sharmur.

Loli Pérez
Punto y Seguido



lunes, 6 de octubre de 2014

PALACIO DE BELLAS ARTES: 80 AÑOS


Cubierto de mármol, con una cúpula dorada que resplandece hasta en la oscuridad, la obra de este Palacio dedicado a las Artes se inició en 1904, sobre las ruinas del que fuera el Teatro Nacional, y con la idea de reemplazarlo, por lo cual ése iba a ser su nombre. Lo firma el arquitecto italiano Adamo Boari, en medio del Porfiriato y la Revolución Mexicana de 1910, aunque para ser coherentes con la verdad, Boari regresó a Europa en 1916 y no lo terminó, pero dejó como recuerdo una pequeña estatua de su perra Aída en la puerta derecha de la entrada principal. 

Finalmente retomó la obra Federico E. Mariscal en 1930, para finalizarla en 1934, 30 años después de su comienzo. A partir de 1930 decidieron que se llamaría Palacio de Bellas Artes y no Teatro Nacional, porque albergaría varios museos.


 Como dato curioso puedo comentarles que el cortinado de la sala principal es de cristal y que se mandó hacer a Tiffany en Nueva York. El diseño fue de Dr. Atl y muestra a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhatl.

Cortinado de cristal

      Dentro del recinto podemos encontrar murales de varios maestros de la pintura mexicana, desde el que recuperó Diego Rivera del Centro Rockefeller adaptándolo a ese espacio, hasta las obras de Siqueiros, Tamayo, González Camarena, Montenegro y Rodríguez Lozano.


        Muchas grandes figuras del arte han pasado por sus salas, desde Pavarotti hasta la Callas, desde Gabo a Vargas Llosa. Ahora se preguntarán por qué hablo de un edificio en este blog, pues porque la Literatura es Arte, y en este Palacio le dedicaron algo de tiempo, aunque poco, por cierto.


Ballet folklórico de Amalia Hernández

      El 16 de julio de este año acompañé al poeta Raúl Renán y a  compañeros del taller de Poesía Experimental, al homenaje que le hicieron a la Literatura en una de sus salas. La charla estuvo a cargo de Bernardo Ruíz, Jaime Labastida (presidente de la Academia Mexicana de la Lengua), la escritora Margó Glantz, y la premiada con el Cervantes en 2013, Elena Poniatowska.


      Los cuatro contaron anécdotas divertidas, e hicieron una descarga, con humor, sobre el poco interés que ha tenido la Literatura en este espacio del DF. Se preguntaron, entre sonrisas, si se había cumplido aquello de que sería un “espacio” para la Literatura, la cual siempre estuvo en desventaja con relación al resto de las Artes. 

Fotos de la charla de Jahzeel Acevedo

        Desde allí se ha publicado “Armario de poesía” entre 1954 y 1990, y entre las curiosidades nos comentaron que el encargado de la Literatura no era un escritor o un licenciado en Letras, sino un músico, y que el mayor presupuesto estuvo, y está, dedicado a los premios. Por suerte también se promocionan publicaciones en alguna de sus salas, pero me temo que hay que tener un nombre en letras de oro para que esto ocurra. Y lo más particular del asunto: el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) se ha separado de la Literatura… Esto nos lleva a una reflexión, no mexicana sino mundial, porque todo está globalizado igual que el yogur, sobre la poco o nula importancia que le dan los gobiernos y las instituciones de turno al Arte que nos importa. Y no a pocos, por cierto. Con la excepción de que éste Arte les sirva de marketing para sus campañas. ¿Qué seríamos nosotros sin la Literatura? Obviamente, ¿sin la música, sin la plástica, sin el teatro, sin la danza? Autómatas, seguramente. Seres con sentimientos comprimidos. No diferenciaríamos entre lo bello y lo innoble, entre la perfección y lo incompleto, entre la devoción y la perplejidad.

Foto de René Ortega

       Si alguna vez pasan por el Distrito Federal de México vale la pena que se tomen su tiempo para conocerlo. Tal vez la Literatura no es, ni haya sido, su fuerte, pero es un Palacio, y todo Palacio alberga reyes. 

Foto de René Ortega

Andrea Vinci
Punto y Seguido