Cómo son estos escritores... de repente desaparecen, cuando pareciera que están en lo más alto de sus carreras. Y de repente, como de repente ocurren las cosas, aparecen de nuevo luciendo la mejor de sus sonrisas o la mejor de sus letras.
Pero, ¿qué es lo que ha pasado en medio? Un lapso de tiempo sin medida, sin un principio definido o un final concluso. ¿Por qué desaparecen sus letras? ¿Por qué no hubo despedida? A veces, la respuesta es justificable y está acotada por una respuesta bastante común entre ellos, bien documentada y bien aceptada entre la corte literaria y sus súbditos: El Bloqueo del escritor.
Tiempo es algo que necesitamos todos, para poner en orden nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestros miedos y soledades. A veces, el bloqueo no es más que eso: la búsqueda de ese tiempo que nos permitirá acceder a todas nuestras verdades y a un nuevo comienzo tras la sabiduría adquirida. Otras veces, ese bloqueo no es más que inseguridad y falta de confianza para crear nuevo material creativo. Y otras, ¿las menos?, falta de ideas originales.
En definitiva: el bloqueo sólo necesita tiempo para superar todos esos puntos que le devuelvan las ganas, las intenciones, la necesidad o la locura de volver a crear historias.
O puede que esa desaparición, acotada por dos fechas indeterminadas, se haya debido al tiempo necesario para la gestación de un nuevo proyecto literario. En este caso, bien justificado, no hablamos de bloqueo del escritor, sino de todo lo contrario. Y, aunque este es el caso deseado, no es el que viene a cuento en esta entrada que no trata del miedo a la hoja en blanco, sino de un bloqueo a mayor nivel: Cuando las ganas de escribir, comunicar o crear historias parecen haberse esfumado.
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué es lo que provoca la desaparición del escritor?
Cualquier proceso que implica creatividad conlleva a una serie de momentos de saturación. La carga psicológica que impone el impulso narrador puede ser desbordante cuando se trata de conciliar la vida personal, laboral y narrativa del escritor. Los momentos positivos, negativos o indefinidos que esté pasando, en una determinada época, influirá de manera directa en todas ellas. Ahí tenemos una ley matemática colándose en el mundillo literario. Aunque, a decir verdad, debería haberse colado la ley lógica de que a más intromisión de una en otra, más ideas creativas y mayores resultados.
Pero, ¿cuándo ha funcionado la lógica en la cabeza de un escritor? Sólo cuando crea fórmulas matemáticas para estructurar una historia. Osea que al final, como alguien dijo, todos somos matemáticos, incluso los escritores.
El bloqueo de los escritores se ha convertido en un tópico o en las excusa perfecta para no escribir. ¿Pero por qué no querría escribir un escritor? Parece absurdo, pero no lo es. Caben varias respuestas, citaré algunas de ellas, sin caer en los tópicos ya nombrados de inseguridad, síndrome de la página en blanco o falta de ideas originales.
1. Miedo:
A no ser lo bastante bueno o no estar a la altura de las expectativas de los posibles lectores, conocidos o no, y sobre todo a la de otros escritores a los que se admira.
A la falta de ideas o que éstas no sean buenas o que sí lo sea, pero no sea capaz de resolverla eficazmente.
A no tener el talento y ser juzgado como mal escritor.
A no tener lectores.
2. Perfeccionismo:
El crítico interior no descansa ni cuando el escritor duerme.
3. Saturación o estrés:
Se ha dedicado tanto tiempo a leer y estudiar a otros escritores, se ha ido a tantas reuniones literarias, a tantas presentaciones de libros ajenos, se ha trabajado tanto en las supuestas reglas narrativas, se ha participado en tantos concursos, se han escrito tantas historias, buenas y mediocres, que no han llegado a ninguna parte y se antepuesto tanta literatura sobre todo lo ajeno a ella, que llega un día en que el escritor necesita parar y reencontrarse.
¿Sigo o lo dejo? He aquí la cuestión.
4. Perdida de identidad:
Tratar de contentar a todos tiene el peligro de no contentar a nadie o de descontentar al propio autor por alejarse de su propio yo. ¿Quién soy y para quién escribo? Y sobre todo: ¿Quién ha escrito esto y por qué?
Cuando el escritor se aleja de sí mismo para:
a) Escribir como aquellos a los que admira o copiarlos para tener éxito.
b) Contar historias que no son aquellas en las que cree o que luchan en su interior para ser escritas.
c) Contentar a los demás, sean lectores, familiares, amigos u otros escritores.
d) Seguir las reglas que ha leído en varios libros de literatura, las que le han explicado en ciertos talleres o ha oído en varias exposiciones literarias, y lo alejan de su esencia.
e) Triunfar con una historia que le desagrada escribir.
Etc.
5. Pérdida de ilusión:
Si cada hoja en blanco es una cuesta arriba. Si prefiere hacer cualquier cosa que lo mantenga alejado de su escritorio. Si escribir ha pasado a la lista de obligaciones porque ha dejado de ser una necesidad casi prioritaria, es que se han perdido la ilusión y las ganas. Sin ellas, difícilmente se puede o se debe escribir. Entonces, lo más honesto es quitarse el traje de escritor, colgarlo en la percha y cerrar el armario a cal y canto.
La buena noticia es que cada estación se hace cambio de armario y el traje está ahí, a la vista, y no olvidemos que la ilusión es estacional y cíclica: va y viene.
Así pues, no se vayan muy lejos, amigos lectores:
A veces, las desapariciones son sólo bloqueos de escritores o ilusiones estacionales: Avisados quedan.
Punto y seguido