Leí El americano impasible en plena adolescencia, y acabo de releerlo en la misma edición (la cuarta entrega en tapa dura de la colección Club Bruguera), hoy uno de los libros más ocres de la biblioteca de mi madre, que regala todos los que no le gustan o considera que no volverá a leer. ¿Qué recordaba?: que me había gustado y que el protagonista era un periodista que amaba a una mujer oriental que dormía con sus piernas entre las del él. Curioso mi recuerdo, cuando este detalle sólo lo nombra una vez… Cosas de adolescente, imagino. Por eso la relectura fue igual un descubrimiento. Y no podía ser mejor momento dado lo que cuenta y el tono sarcástico del narrador, que es el propio periodista.
Graham Greene
«Siendo lo que era la condición humana, que se
pelearan, que se amaran, que se asesinaran, yo no pensaba complicarme. Mis
colegas periodistas se hacían llamar corresponsales; yo prefería el título de
reportero. Escribía lo que veía; no actuaba; hasta una opinión es una especie
de acción.»
Todo transcurre en la guerra
colonialista de Indochina, en el actual Vietnam. Vietnamitas versus franceses.
Un periodista inglés que se dice neutral y un emisario norteamericano que se
mete donde no debe. ¡¿A que les suena familiar?!
Película dirigida por Phillip Noyce (2002)
«Ese fue mi primer instinto: protegerlo. No se me
ocurrió pensar que en realidad tenía que
protegerme de él. La inocencia solicita, tácitamente, ser protegida, cuando
haríamos mucho mejor en precavernos de ella; la inocencia es como un leproso mudo
que ha perdido su campana y que se pasea por el mundo sin mala intención.»
El
americano impasible, en otras palabras: indiferente, imperturbable. Así veían
todos a Alden Pyle, el personaje sobre el que gira esta historia. O por lo
menos así nos lo cuenta Thomas Fowler, el periodista inglés. ¿Y qué los une?:
una mujer anamita llamada Foung. Se trata de una narración detectivesca y de un
triángulo amoroso, contada entre pasajes reales de la historia: la lucha por la
independencia, la retirada del ejército francés y la actitud del gobierno norteamericano
por ocupar el lugar que dejarían los colonizadores. Bombardeos, emboscadas y
atentados en las calles de Hanoi y Saigón le ponen marco a la relación de esos
hombres por culpa de Fuong, representante de la mujer oriental de aquel
momento, y tal vez también de éste.
«La muerte era mucho más cierta que Dios, y con la
muerte ya no existiría la posibilidad diaria de que el amor muriera. (…) Matar
un hombre me parecía concederle con seguridad un beneficio inconmensurable. Oh,
sí, la gente amaba siempre, en todas partes, a sus enemigos.»
«Quizá
para el soldado el civil es el hombre que lo emplea para matar, que incluye la
culpa del crimen en el sobre de la paga y elude toda responsabilidad.»
Entre
toda la narración donde nos enteramos de esta relación triangular, uno
encuentra las joyas que nos dice este personaje, lo que piensa, lo que siente:
«¿No
haríamos mucho mejor todos nosotros si no tratáramos de comprender, si
aceptáramos el hecho de que ningún ser humano comprenderá jamás a otro, ni una mujer
a su marido, ni un amante a su amante, ni un padre a su hijo?»
Y
algunas frases que parecen escritas para el aquí y ahora:
«¿Acaso
la confianza en sí mismo se basará en el cambio de la moneda? En Inglaterra
solíamos hablar de virtudes sólidas como la esterlina. ¿Tendremos que hablar
ahora de un amor sólido como el dólar?»
Y ciertos comentarios que nos hacen
pensar en él, un inglés, como un hombre pasional, en vez de un clásico y
flemático inglés.
«Lo
que volvía más absurdos y humillantes mis celos era tener que expresarlos en el
susurro más bajo posible; no tenían matices, y los celos exigen cierta
teatralidad.»
Y así podría continuar, copiando frases
de esta verdadera obra maestra de la literatura, pero les dejo a ustedes ese
descubrimiento.
Andrea Vinci
Punto y Seguido