Aunque
por el momento no me siento con autoridad para reflexionar en profundidad sobre
este tema, ya que mi acercamiento a dicha literatura se remonta a los pocos
meses que llevo en el país, sí puedo comentar, con conocimiento de causa, ya
que he vivido en otros tres países de habla hispana, que entre naciones
compartimos poco o nada nuestro arte (me refiero a la posibilidad de leer a los
autores de cada país, a pesar de lo cerca que nos hace sentir internet). La
lengua, que parecería acercarnos, en muchos aspectos nos aleja, ya que el
castellano neutro está cayendo en desuso, o por lo menos no está bien visto en
las nuevas generaciones de escritores. Esto genera exabruptos tales como: Esto no se escribe así o No entiendo nada, lo cual aleja a los
lectores de otros rincones, hablantes del mismo idioma.
El desconocimiento llega al extremo de ignorar los nombres de autores
emblemáticos que ya se consideren clásicos en cada país. Podemos culpar de esto
a los monopolios de ciertas editoriales y al poco trabajo del ministerio de
cultura y relaciones exteriores, porque es algo que no podemos dejar en manos
de las editoriales independientes que cuentan con pocos recursos.
Tristán Solarte
Desde
esta perspectiva me asomé, desde hace escasos cuatro meses, a la literatura
panameña. Por el momento al cuento. Insisto: no puedo hacer de este texto más
que un simple pantallazo de ideas, de intuiciones. Lo que sí puedo es, más o
menos, comparar esta literatura con la de Argentina, España y México. La sensación,
grosso modo, es que se trata de una literatura fresca y creativa, que camina
codo con codo con la posmodernidad imperante en el mundo, con la intención de
tener voz propia, no sólo fundada en sus temas histórico-culturales, sino en la
aprehensión de las nuevas técnicas literarias y la puesta en práctica de
recursos novedosos, y diferentes maneras de contar. No podemos olvidar que
aunque Panamá no haya tenido un Borges, un Cortázar o un García Márquez,
pertenece al continente del cuento, del relato, como lo llaman en España, de
ahí su afición por este tipo de narrativa. Según comenta E. Jaramillo Levi en
su ensayo «La producción cuentística femenina en Panamá: 1931-2014», desde los
años ´90 a esta parte la aparición de nuevos talentos ha sido apabullante.
Menciona a por lo menos ciento veinte nuevos cuentistas entre hombres y
mujeres. Hay que tener en cuenta que hablamos de un país con una población de
menos de cuatro millones de habitantes. Esto nos muestra un gran interés por
este formato narrativo.
En
términos generales la siento más cercana a la de mi país natal, no sé si por la
influencia que pueden haber generado nuestros escritores más representativos, o
por compartir intereses de fondo y forma, aunque algunos, como Damián
Tabarovsky, opinen que en Argentina la literatura tiene «voluntad capitalista
por tener un mercado funcionando y una academia investigando».
En México he podido percibir el peso que tiene Rulfo en el cuento
actual, con cierto dejo costumbrista en los temas elegidos aunque, obviamente, no
significa que esto sobrevuele a todos los escritores de ese país, donde
encontramos voces como la de Daniela Tarazona que nos lleva a pasear entre sus
monstruos interiores. Hablo en general, como también podría indicar la
influencia que tiene Carver, el microrrelato y Manuel Puig (este último sobre
el afterpop mal llamado Generación Nocilla, que en realidad no es un colectivo
artístico sino un invento mediático), sobre el cuento español o, mejor dicho,
sobre lo que allí se entiende por relato.
Carlos Wynter Melo
Con esto no quiero decir que uno sea mejor que otro, sólo que hay
ciertas características que parecen repetirse, tal vez por esa afición que
tenemos, últimamente, a alistarnos en talleres que, dependiendo del profesor,
nos convierten en robots animados, intentando imponernos sus gustos personales.
La tarea del maestro es compleja.
La libertad aún más.
Andrea Vinci
Punto y Seguido
Panamá y literatura. Bueno finalmente en cualquier parte se cuecen habas.
ResponderEliminarPero me aparece una lista de lugares donde se puede estar con fines literarios. Melilla, el protectorado español al norte del África, Madrid, Barcelona. O si se trata de salir de la lengua Finlandia, Kuwait,Portugal, Vancouver,Canadá, Vermont en Estados Unidos o Hollywood, California para estudiar guión cinemátográfico. Pero vale, es tu viaje y tu sabes a que aspires. Besos y que te sea buena la vida.
Carlos, NO es mi viaje, es el lugar donde vivo. El día que a mi marido lo manden a trabajar a Kuwait, me relacionaré más con aquella literatura y sus escritores. Lamentablemente por aquí no llega la literatura de Kuwait. Por cierto, Melilla NO es un protectorado, es una ciudad española.
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