Desde hace
algún tiempo me cuesta terminar las novelas. Su lectura se me hace larga y no
consigo interesarme del todo en las historias, o tal vez sean las historias las
que no consiguen interesarme a mí. Es un hecho que me preocuparía, si no fuera
porque de cuando en cuando hay excepciones, novelas que me atrapan y cuya
lectura se me queda corta. Lo que me lleva a pensar que el problema no solo
está en mí.
Es el caso de La ley del menor, la última de Ian
McEwan. Atravesé sus casi doscientas páginas en un par de sentadas. Nada más
terminarla, comencé de nuevo su lectura, en parte para seguir saboreando la
narrativa de McEwan, en parte para averiguar las razones de su eficacia, lo que
me atrapó.
La trama de la
novela es sencilla. Nos presenta a Fiona, una jueza de familia londinense en el
comienzo de la sesentena, que se tiene que enfrentar al mismo tiempo a un
inesperado problema matrimonial y la resolución judicial de un controvertido
asunto de protección de la vida de un
joven, aún menor por algunos meses, por encima de sus convicciones religiosas.
McEwan consigue imbricar las dos líneas argumentales a través de una protagonista
completamente verosímil que se plantea, y nos plantea, dilemas éticos
contemporáneos de completa actualidad. Mientras lee, no puede uno parar de
preguntarse cómo se supone que deberíamos ocuparnos los seres humanos unos de
otros más allá de religiones y leyes.
McEwan tiene la capacidad de
introducirnos con aparente facilidad en mundos completos y complejos e
interesarnos vivamente por ellos. En esta ocasión se trata del ámbito judicial
inglés. En mitad de la lectura nos descubrimos disfrutando de la belleza de la
redacción de una ardua sentencia judicial, con todos sus detalles y
precisiones. Daría la impresión de que el novelista conociera en primera
persona la profesión de juez pero se trata de documentación y maestría, ya que
de la misma manera nos interesó, por ejemplo, con las complejas disquisiciones
médicas de un neurocirujano en Sábado,
otra de sus novelas.
A
pesar de que La ley del menor puede
considerarse una novela de ideas, el escritor no descuida el desarrollo
emocional de los personajes apoyándose en las descripciones de entornos, la
relación de pensamientos , los diálogos y otros recursos.
Es en este aspecto donde juegan su parte otros dos elementos muy presentes en
la novela, la poesía y la música.
Se trata de una novela de
aparente sencillez formal pero de una gran complejidad de ideas y temas. Una
novela realista, clásica, donde la voz del autor y su trabajo con el lenguaje
quedan en segundo plano porque están puestos al servicio de la eficacia
narrativa.
Leer a McEwan te deja con una cierta sensación de
impaciencia. Uno desearía que pasara deprisa el tiempo necesario para volver a tener
entre las manos otras doscientas páginas de su buena literatura.
Inmaculada Reina
Punto y Seguido
Estupenda reseña. Cierto es que con tan amplia bibliografía como tiene este autor, tan sólo he leído Expiación y Shesil Benach, me parecieron buenísimas. Seguiré tu recomendación.
ResponderEliminarDe paso quería dar aquí la enhorabuena por Manera de desandar el tiempo, me ha parecido muy bueno.¡Estáis creciendo tanto como escritores que da envidias! Suerte.
Estupenda reseña. Cierto es que con tan amplia bibliografía como tiene este autor, tan sólo he leído Expiación y Shesil Benach, me parecieron buenísimas. Seguiré tu recomendación.
ResponderEliminarDe paso quería dar aquí la enhorabuena por Maneras de desandar el tiempo, me ha parecido muy bueno.
¡Estáis creciendo tanto como escritores que da envidias! Suerte.
Gracias por tu comentario, Mari Paz. Y gracias por la enhorabuena a nuestra Maneras de desandar el tiempo. Lo que nos hace falta son opiniones de los lectores sobre el libro.
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