En
las vacaciones de verano a muchos se les despierta el deseo de leer, o mejor
dicho, el tiempo para leer y disfrutar de las lecturas. Algunos se embarcan en
largas novelas, en los clásicos pendientes, o en las novedades. Pero en este
caso lo que me interesa son las lecturas previas a los viajes. No hablo de las
guías que nos acompañan, cada vez más, como si ya no bastara con un plano para
evitar perderse. (Antes Lonely Planet era un incentivo para emprender un viaje.
Uno leía esas guías, veía sus documentales, y deseaba conocer ese lugar. Ahora
parece que no podemos movernos sin las guías. Y mucho menos sin un GPS…). Me
refiero a los libros de narrativa, poesía o ensayo que transcurren en una
ciudad, en un país, en una región, y sirven para conocer mejor a su gente y a
su cultura actual o previa. Relatos que caminan por espacios que luego
pisaremos, o autores cuya voz es la voz de su pueblo.
Como
es obvio, todas las narraciones nos pueden llevar de la mano a un lugar, pero
muchas están centradas sólo en los personajes, y la ciudad está diluida en la
narración. O no está. O es un lugar inventado. La narrativa en la que estaba
pensando es la que uno puede disfrutar al identificarla con las calles o con la
cultura. Y con ese pensamiento di con un ensayo de Michel Onfray, doctor en Filosofía, que tiene libros muy
controvertidos, como el Tratado de ateología, que aún no leí. En este caso se
trata de TEORÍA DEL VIAJE Poética de la
geografía.
Entre
todos los temas que toca Onfray, desde querer el viaje hasta elegirlo, nos
habla de los que alguna vez fueron lejanos destinos, que estuvieron en los
sueños y el imaginario de muchos y que ahora, gracias a las comunicaciones (él
defiende los aviones), se encuentran cerca, a unas horas de nuestra casa: la
India de Marco Polo, el África de René Caillié, el Oriente de Nerval, la
Oceanía de Bougainville. ¿Qué capta nuestra atención? A veces una palabra, el
nombre de un país, de un río, de un volcán. «El
cuerpo almacena imágenes transformadas en íconos», nos dice, «De ahí la necesaria celebración del libro (…)
en la constitución de un imaginario eficaz y rico.» Y con esto defiende al
libro en detrimento del video, (realidad simplificada): «Mejor las novelas de Julio Verne o las de Paul d´Ivoi…»
Fotografía de Max Seigal
Para
aumentar el deseo por conocer un lugar, lo mejor son los libros, sobre todo la
poesía, nos dice: «El poeta transforma la
multiplicidad de sensaciones en un depósito reducido de imágenes incandescentes
destinadas a ampliar nuestras propias percepciones». La China de Claudel,
el Tibet de Segalen, las Antillas de Saint-John Perse, el Ecuador de Michaux,
el México de Artaud, la Europa de Rilke, e incluso aquellos que nos hablan de
su propia ciudad, como Apollinaire de París, Pessoa de Lisboa o Borges de
Buenos Aires.
Tras
su defensa del Poema, y también del Atlas, recae en la Prosa, aunque la
considera más diluida que el Poema, y
en la Guía, totalmente utilitaria. Su libro apunta al viajero, y nos da a todos la posibilidad de serlo a pesar de contar,
a veces, con sólo unos pocos días para conocer un lugar. Se trata de la mirada,
de inventar la inocencia, encontrar la propia subjetividad y atrapar la
memoria. Por todos estos puntos nos pasea Onfray, como un camino para el
autoconocimiento a través del viaje, y el libro tiene un lugar primordial en
ese camino.
Foto de Helen Warner
«La prosa del mundo se puede descifrar, (…), a la
manera del agua, de la tierra, del fuego, de las nubes, de los sueños, de las fantasías,
de un granero, de una casa, de una caracola, de la llama de una candela o de un
fuego. O de un poema. Pues el poema del mundo requiere sin cesar de propuestas
de desciframiento.»
Les recomiendo un enlace, porque no hay mejor lugar que una librería para encontrar el libro adecuado antes de viajar, y aquí hay diez especializadas en viajes.
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Andrea
Vinci
Punto y Seguido
Primera ilustración de Pawel Kuczynski
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