Este fue mi primer Festival Ñ y siento que hubo para todos los gustos: humor, cuento, novela histórica, best seller, autores nóveles, bibliópatas, traductores, lucha libro, entrega de premios y mucho frío en un Madrid posnuclear que continuó luciendo sus mejores galas inmersa en la basura. Poca gente para el evento, desperdigados entre las varias plantas del Bellas Artes. El sábado por la tarde la audiencia subió muy a pesar del aguanieve que empapó las calles de la ciudad.
Lo que estimo que todos lamentamos es la obligación de elegir, de no quedarnos en el limbo de la librería de la segunda planta y aventurarnos por unos u otros, como si los buenos o malos oradores fueran directamente proporcionales a los buenos o malos libros.
Lo que estimo que todos lamentamos es la obligación de elegir, de no quedarnos en el limbo de la librería de la segunda planta y aventurarnos por unos u otros, como si los buenos o malos oradores fueran directamente proporcionales a los buenos o malos libros.
¿Me hice tantos kilómetros para escuchar, otra vez, a Mauricio Montiel hablar de su twitt-novela? Pues fue lo que ocurrió. Me dejé llevar por Loli Pérez que muy concienzudamente organizó su itinerario, y éste incluía a los mexicanos.
¿Qué puedo resaltar de ambos días? Que las obsesiones de los coleccionistas son iguales, ya sea que junten jirafas o libros, que las traducciones, últimamente, parecen hechas por el traductor de Google, aunque hay raras excepciones, joyitas, según Elena Ramírez, que si escribimos una novela histórica podemos documentarnos tras escribir el primer borrador, aunque algunos caballos blancos se terminen convirtiendo en negros, que hay escritoras jóvenes a las que «la suerte las acompaña», que Pérez de Ayala fue un gran cronista de viajes, que el humor no tiene caché y que Jon Bilbao está hartito de los decálogos del cuento.
Lidiamos con la natural chispa de Roncagliolo, con las anécdotas jocosas de Bonilla y Albero y con el forzado gracejo de Orejudo y Reig. Mientras Postiguillo y Eslava Galán alabaron a «Alatriste», Reig se rió de la falta de humor del ex guardia civil. Por eso digo que hubo para todos.
Me fui con la certeza de que algunos escritores nunca acudirán a este festival, pero de la duda permanente de «ser o no ser» un escritor, de si está bien divertirse o sufrir, de estar a favor o en contra de las nuevas tecnologías, de promocionarse en Facebook o ser un Salinger, de escribir a mano o en ordenador, en papel blanco, rosa o sin papel, de si el mercado en español crece o decae, no resolví nada. Cada maestrito con su librito, y a currar, que no tenemos un Harry Potter.
Andrea Vinci
Punto y Seguido
Concisa e interesante crónica que te deja muchas balizas sobre las que reflexionar. Gracias Andrea
ResponderEliminarGracias Pedro por leerla
ResponderEliminarGracias guapa por esta crónica tan fresca y clara. No sé si me dan ganas de ir o todo lo contrario, pero en cualquier caso ha sido un placer leerte. Un abrazo
ResponderEliminarRocío
creo que siempre se aprende algo.
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