lunes, 10 de marzo de 2014

METROPOLIS


Metrópolis es uno de los primeros largometrajes de Sci-Fi de la historia. Dirigido por Fritz Lang en 1927, está basado en una novela de la que por aquel entonces era su esposa, Thea von Harbou, una señora que unos años más tarde formaría parte del partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y que dejaría la huella de su ideología impregnada en el guión.

Tras su estreno en Alemania, la película fue cortada y montada a gusto de la censura de cada país donde se presentaba el film. Como consecuencia, gran parte del metraje original se perdió en las sucesivas décadas. En los años 70’s comenzaron los primeros intentos por reconstruir la película. En 1984, Giorgio Moroder, un productor musical , lanzó una versión muy de los 80’s, coloreada y con banda sonora rockera.  
En el 2001, en el Festival de Cine de Berlin se exhibe una nueva versión en cuya reconstrucción participaron filmotecas de todo el mundo. Ese mismo año la UNESCO la declara Memoria del Mundo, siendo la primera película en serle otorgado dicho reconocimiento. En 2008, en un museo cinematográfico de buenos aires, se descubre una copia en 16mm de la película, que contiene la mayor parte del metraje desaparecido, y aunque el material argentino es de muy baja calidad, se procede a una nueva revisión de la película, consiguiéndose una versión restaurada, muy fiel al montaje original, y con 26 min más de metraje que la versión de 2001. En el 2010 se comercializa este monstruo de frankenstein de dos horas y media de duración y que por el momento es la versión definitiva de Metrópolis. 


Recomendable únicamente para los muy cinéfilos (cine mudo, blanco y negro, expresionismo), y/o fanáticos del cine de ciencia ficción en busca de los orígenes del género, que nace con los 14 minutos del corto de Georges Méliès, «Le Voyage dans la lune» en 1902, la película es considerada un hito del cine de Sci-Fi y uno de los máximos exponentes del expresionismo alemán. 


Fritz Lang, quien posteriormente se convertirá en uno de los maestros del cine negro, nos presenta esta denuncia de la realidad socio-política de la época en que se concibió la película (la 2º revolución industrial y los alocados años 20), a través de una distopía futurista que transcurre en el año 2026, donde la sociedad está dividida en dos únicas clases sociales, la de los intelectuales/ricos y poderosos, que con orgullo y satisfacción se dedican a disfrutar de los lujos y placeres que les proporciona su elevada posición, y la del trabajador/esclavo, que vive en una ciudad en el subsuelo, dedicada en exclusiva al manejo de la maquinaria que es el motor industrial que mantiene en funcionamiento a Metropolis.


Y aunque a priori la película dispone de muchos puntos interesantes: el hijo del dueño y señor de Metrópolis que se enamora de una especie de líder sindical pacifista de los trabajadores llamada María, que espera la aparición del misterioso «mediador». Un científico loco enamorado de la difunta esposa del dueño y señor de Metropolis, al que no se le ocurre otra cosa que construir un ser-maquina para recrearla para si mismo. La robot en cuestión que es capaz de adoptar una apariencia humana a través de un proceso Frankisteniano (no existe la polialeación mimética en este 2026) y que al final se le impondrá la apariencia de María y la suplantará, y será programada para incitar a la revolución a los trabajadores y promover la destrucción total de las maquinas. Además en su faceta de alocada bailarina del exclusivo club Yoshiwara, la terminatrix, como la ramera de Babilonia, sembrará la violencia y el caos entre los hombres de Metropolis, que se verán idiotizados por sus exóticos y perturbadores bailes. Un controvertido trasfondo socio-politico y religioso. Marxismo, fascismo, cristianismo… Con todo ello, la realidad es que la trama deja mucho que desear.


Aún así, y a pesar del final conformista que solo se puede calificar como decepcionante. Y a pesar del lema pseudo-poético en que se basa la historia, «el mediador entre la mano y el cerebro ha de ser el corazón». Aún así, la película no deja de ser una joya del cine. La salva la maestría de Fritz Lang tras la cámara, los planos memorables de muchas de las escenas, los efectos especiales que son sencillamente sorprendentes, y el impacto visual general. Además en Metropolis encontramos la que será la Gothan de Batman —la lucha final en lo alto de la catedral entre Batman y el Joker, en el Batman de Tim Burton, es el final de Metropolis. Y como no, en Metropolis encontramos la que en un 2019 alternativo será la futurista Los Angeles de Blade Runnner.

Mauricio Ciruelos
Punto y Seguido

viernes, 7 de marzo de 2014

JACK



De regreso de Whitechapel cruzo el puente a la hora en que los primeros rayos acuchillan la Torre. La acera es tan estrecha que apenas permite el paso de una persona.
Al otro lado del puente una dama se aproxima. Lo educado sería bajar del escalón y cederle el paso. Imagino que agradecida inclinará ligeramente su sombrero.
                   …pero, ¿y si rechazara ese trato de favor?
No, lo más sensato es arrimarse a la baranda para que sea ella quien baje entonces.
            …pero ¿y si ella también se aferra a la barandilla?
No, no. Lo mejor es detenerme y esperar. Sin embargo, mi actitud provocará su recelo,
                       … ¿qué pensará si sospecha de mí?
Se asustará, gritará, formará un escándalo.
La única solución es retroceder hasta encontrar un espacio por el que quepamos los dos
                      …pero si me doy la vuelta, ¡pensará que estoy huyendo de algo! 
Con la luz del día no entiendo a las mujeres. Me va mejor por las noches.


Punto y Seguido

miércoles, 5 de marzo de 2014

RABIA


―Te odio ―gritó el niño a su padre. ¡Quiero que te mueras!
Atravesó el pasillo y se encerró en su cuarto.
El padre se acercó a la puerta y lo oyó remover cajones: un estruendo de lápices, zapatos y juguetes esparcidos por el suelo. Se arrodilló, apoyó la frente y golpeó con la palma de la mano la superficie lisa de la madera.
―Abre ―repetía.
         El niño apareció empuñando una pistola. Apuntando al padre cerraba uno de sus ojos.
―¡Te odio! ―volvió a gritar.
Cuatro disparos rompieron el corazón del padre que se desplomó vencido a los pies de su hijo, casi muerto. 


Imagen de Stephen Frankfurt para "Matar a un ruiseñor", Robert Mulligan, 1962



miguel núñez ballesteros
punto y Seguido

lunes, 3 de marzo de 2014

EL VILLANO

El villano es el personaje malvado que se opone al protagonista. Generalmente, los villanos son antagonistas, aunque no todos los antagonistas son villanos. El papel de villano siempre connota maldad, pues se opone al predominio del bien, y generalmente causa estragos sociales y personales. 


La mayoría de villanos están guiados por la acción, (roban, matan, traicionan, hieren y conspiran), pero rara vez sus malvadas acciones se justifican, y aunque suelen ser personajes que tienden a estar poco motivados y a ser unidimensionales, es posible crear villanos dimensionales. Dependiendo del estilo y la profundidad de la historia, los villanos pueden llegar a convertirse en personajes tan inolvidables como cualquier otro. 



Las diferentes formas de plantear la creación de villanos dimensionales es preguntarse por qué actúan del modo en que lo hacen. Es posible explicar sus motivos a través de la exploración del villano como víctima, (Reacción),  o como agente que actúa para sí mismo, (Acción). 

Muchos villanos obran el mal como resultado de las influencias negativas que ha habido en sus vidas. Para introducir un personaje de este tipo en uno de nuestros relatos o novela, deberemos explorar la historia de fondo, y prestar especial atención a los factores sociales y personales que hayan podido dar lugar a las características negativas del personaje. Hemos de reconocer que nadie es puramente malo, y que por tanto tendremos que perfilar al personaje demostrando que posee aspectos buenos, una psicología compleja y emociones tales como temor, frustración, ira, rabia y/o envidia. La mayoría de los villanos justifican sus acciones y están convencidos de que obran de ese modo para aumentar el bien. Este tipo de personajes poseen fuertes mecanismos de defensa, se dejan guiar por su lado oscuro y justifican continuamente sus acciones. Sufren una especie de narcisismo, es decir, una incapacidad de percibir y de respetar la realidad de las demás personas. 

Un ejemplo sería Don Corleone de El Padrino. A él le motiva parcialmente el amor por su familia. Así pues para crear un villano habría que intentar descubrir cuál es el bien mayor que le motiva y guía sus acciones. 


Los personajes principales rara vez sorprenden, sin embargo los personajes villanos, como buenos secundarios que suelen ser, acostumbran a hacerlo, y eso consigue que el lector se mantenga alerta. 

Uno de los peores problemas que puede surgir con este tipo de personajes es que no estén lo bastante caracterizados, pues hay cierta tendencia a esbozar sólo aquellas características que pueden resultarle útiles al personaje y, por lo tanto, a dejar al personaje incompleto. 

Respecto a este tipo de personajes en nuestra historia, deberíamos preguntarnos cuál es la historia de fondo de este personaje, qué fuerzas del inconsciente lo gobierna o si persigue algún tipo de bien haciendo uso de acciones perversas para alcanzarlo. Es importante  darle una voz distintiva en los diálogos, que lo aparte del resto de personajes y permitirle al lector introducirse en la mente del villano, incluso si no es el personaje principal de la historia. La profundidad psicológica le añadirá credibilidad. 

Los primero villanos que recuerdo, en mi infancia, eran femeninos: Maléfica, La malvada madrastra de Blancanieves, la madrastra de la Cenicienta, la Bruja malvada de La casita de chocolate. Después apareció El Capitán Garfio,  y seguidamente Rumpelstitskin, sin olvidarme de todos los ogros malvados del resto de cuentos que oía de pequeña. Siempre había un héroe o heroína, y un villano o malvada. Por supuesto siempre prevalecía el bien y estas historias, llamémosle cuentos fantásticos o de hadas, (os remito a mi entrada Los cuentos de hadas. Pincha Aquí), terminaban de forma feliz y con un banquete de perdices. 



Cuando comencé la adolescencia sólo leía libros detectivescos. Por aquel entonces Agatha Christie o Arthur Conan Doyle me llenaban la cabeza de casos que yo quería resolver antes que Poirot o Sherlock, y si no he podido olvidarme de esos héroes, (déjenme llamarlos así porque para mí eran los más grandes), tampoco lo he hecho de los villanos de todas aquellas novelas: personajes que en principio parecían normales, en el caso de Christie, lo que demostraba que villano podría llegar a serlo cualquiera con cierta psicología, pasado y frustraciones, o uno de los malvados por excelencia: Moriarty. 


En la edad adulta no podría clasificar el tipo de literatura que leo, pues es bastante diversa, y no hay un género único, aunque sí algunos géneros que prevalecen sobre otros, en todos ellos encuentro villanos, y a veces, cuando están bien creados y perfilados, esos personajes, se vuelven aún más inolvidables que los propios personajes protagonistas. 

Hay tantos que nombrar… Por citar alguno/a, ya que lo he hecho en los dos párrafos anteriores, me vienen a la memoria: Hannibal Lecter (El silencio de los corderos), Annie Wilkes (Misery), Anton Chigurh (Sin lugar para viejos), Lord Vordemort (Harry Potter),  Jean Baptiste Grenouille (El perfume), El conde Drácula (Drácula), Ellen (Que el cielo la juzgue), Lady Macbeth (Macbeth), Mr Hyde (Jekyll and Mr Hyde), etc etc

Fernando Savater, en su libro Malos y malditos, distingue los que tienen la maldad de serie, los que hubieran querido ser buenos pero acabaron convirtiéndose en malos por distintas circunstancias, y los adversarios, que son amenazas pero que no tienen el concepto de maldad. 


No hay nada más disfrutable en un buen libro que un villano bien creado, y como he leído en alguna ocasión:

 Un verdadero buen villano es difícil de olvidar, pero aún así, deseas con toda el alma poder hacerlo. 





Punto y Seguido. 



Libro de Referencia: Cómo crear personajes inolvidables. Linda Sieger. (Ediciones Paidós)