―Te odio ―gritó el niño a su padre―. ¡Quiero que te mueras!
Atravesó el pasillo y se encerró en su cuarto.
El padre se acercó a la puerta y lo oyó remover cajones: un estruendo de lápices, zapatos y juguetes esparcidos por el suelo. Se arrodilló, apoyó la frente y golpeó con la palma de la mano la superficie lisa de la madera.
―Abre ―repetía.
El niño apareció empuñando una pistola. Apuntando al padre cerraba uno de sus ojos.
―¡Te odio! ―volvió a gritar.
Cuatro disparos rompieron el corazón del padre que se desplomó vencido a los pies de su hijo, casi muerto.
Imagen de Stephen Frankfurt para "Matar a un ruiseñor", Robert Mulligan, 1962
miguel núñez ballesteros
punto y Seguido
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