Metrópolis es uno de los primeros largometrajes de Sci-Fi de la historia. Dirigido por Fritz Lang en 1927, está basado en una novela de la que por aquel entonces era su esposa, Thea von Harbou, una señora que unos años más tarde formaría parte del partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y que dejaría la huella de su ideología impregnada en el guión.
Tras su estreno en Alemania, la película fue cortada y montada a gusto de la censura de cada país donde se presentaba el film. Como consecuencia, gran parte del metraje original se perdió en las sucesivas décadas. En los años 70’s comenzaron los primeros intentos por reconstruir la película. En 1984, Giorgio Moroder, un productor musical , lanzó una versión muy de los 80’s, coloreada y con banda sonora rockera.
En el 2001, en el Festival de Cine de Berlin se exhibe una nueva versión en cuya reconstrucción participaron filmotecas de todo el mundo. Ese mismo año la UNESCO la declara Memoria del Mundo, siendo la primera película en serle otorgado dicho reconocimiento. En 2008, en un museo cinematográfico de buenos aires, se descubre una copia en 16mm de la película, que contiene la mayor parte del metraje desaparecido, y aunque el material argentino es de muy baja calidad, se procede a una nueva revisión de la película, consiguiéndose una versión restaurada, muy fiel al montaje original, y con 26 min más de metraje que la versión de 2001. En el 2010 se comercializa este monstruo de frankenstein de dos horas y media de duración y que por el momento es la versión definitiva de Metrópolis.
Recomendable únicamente para los muy cinéfilos (cine mudo, blanco y negro, expresionismo), y/o fanáticos del cine de ciencia ficción en busca de los orígenes del género, que nace con los 14 minutos del corto de Georges Méliès, «Le Voyage dans la lune» en 1902, la película es considerada un hito del cine de Sci-Fi y uno de los máximos exponentes del expresionismo alemán.
Fritz Lang, quien posteriormente se convertirá en uno de los maestros del cine negro, nos presenta esta denuncia de la realidad socio-política de la época en que se concibió la película (la 2º revolución industrial y los alocados años 20), a través de una distopía futurista que transcurre en el año 2026, donde la sociedad está dividida en dos únicas clases sociales, la de los intelectuales/ricos y poderosos, que con orgullo y satisfacción se dedican a disfrutar de los lujos y placeres que les proporciona su elevada posición, y la del trabajador/esclavo, que vive en una ciudad en el subsuelo, dedicada en exclusiva al manejo de la maquinaria que es el motor industrial que mantiene en funcionamiento a Metropolis.
Y aunque a priori la película dispone de muchos puntos interesantes: el hijo del dueño y señor de Metrópolis que se enamora de una especie de líder sindical pacifista de los trabajadores llamada María, que espera la aparición del misterioso «mediador». Un científico loco enamorado de la difunta esposa del dueño y señor de Metropolis, al que no se le ocurre otra cosa que construir un ser-maquina para recrearla para si mismo. La robot en cuestión que es capaz de adoptar una apariencia humana a través de un proceso Frankisteniano (no existe la polialeación mimética en este 2026) y que al final se le impondrá la apariencia de María y la suplantará, y será programada para incitar a la revolución a los trabajadores y promover la destrucción total de las maquinas. Además en su faceta de alocada bailarina del exclusivo club Yoshiwara, la terminatrix, como la ramera de Babilonia, sembrará la violencia y el caos entre los hombres de Metropolis, que se verán idiotizados por sus exóticos y perturbadores bailes. Un controvertido trasfondo socio-politico y religioso. Marxismo, fascismo, cristianismo… Con todo ello, la realidad es que la trama deja mucho que desear.
Aún así, y a pesar del final conformista que solo se puede calificar como decepcionante. Y a pesar del lema pseudo-poético en que se basa la historia, «el mediador entre la mano y el cerebro ha de ser el corazón». Aún así, la película no deja de ser una joya del cine. La salva la maestría de Fritz Lang tras la cámara, los planos memorables de muchas de las escenas, los efectos especiales que son sencillamente sorprendentes, y el impacto visual general. Además en Metropolis encontramos la que será la Gothan de Batman —la lucha final en lo alto de la catedral entre Batman y el Joker, en el Batman de Tim Burton, es el final de Metropolis. Y como no, en Metropolis encontramos la que en un 2019 alternativo será la futurista Los Angeles de Blade Runnner.
Mauricio Ciruelos
Punto y Seguido
Buenas.
ResponderEliminarMe ha parecido estupenda la visión personal que escribe Mauricio acerca del largometraje, porque también es bueno desmitificar a los clásicos.
Solo quería aclarar que hay películas anteriores mudas, largometrajes, que son de ciencia ficción como AELITA, rusa, del año 1924, que es más delirante todavía que Metropolis (que es más entretenida que los otros clásicos mudos de Fritz Lang)
Enlace Aelita: https://archive.org/details/Aelita-QueenOfMarsrussianScience-fictionFilm1924
Pero lo dicho, la visión personal sobre Metrópolis que describes, me gusta.
Saludos.
Gracias por tu comentario Pablo, y por la información que aportas. Haré las correcciones pertinentes en la entrada y me apuntaré Aelita para un próximo visionado. Por tus palabras parece más que interesante. Gracias
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