El viejo poeta busca palabras en las alturas. Rastrea metódico cada grieta del techo, cada rincón, cada adorno, cada cornisa. Desalentado, mira el jardín, al otro lado de la ventana. Escruta palabras dormidas, tendidas al sol de las plataneras. Cuerpos de palabras, recuerdos de palabras que no se dejan atrapar.
La joven esposa que se paseaba desnuda por la casa, ha elegido un vestido ligero, casi transparente (del mismo color que su piel) y sale al jardín al encuentro de su joven poeta.
―Hoy es el día en que escribiremos nuestro futuro, dice el joven poeta. El día del porvenir.
―Sí, y quiero follármelo todo entero. Ahí, junto a los tulipanes, replica la joven esposa.
El viejo, ante la ventana, desliza su mano a la bragueta y rastrea su miembro dormido; lo agita, lo aprieta, lo fricciona forzando extrañas grafías. Signos extraños que recuerdan palabras, imágenes que se tensan y se acoplan y que después de encontrarse acaban diluidas.
Las palabras, salpicadas de semen, huyen a ras suelo.
Fotografía: Gilbert Garcin
Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido
Inspiradoras Reminiscencias...
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