Si uno lee entrevistas de escritores famosos, manuales de
escritura, diarios de escritores consagrados, se da cuenta de que, siendo las
respuestas a esta pregunta muy variadas, siempre apuntan hacia unos pocos
lugares desde donde viajan hasta el escritor
todos los cuentos y las novelas. La memoria, la experiencia, historias
anteriores que les contaron o que leyeron… A veces es una imagen fugaz o
una palabra apenas escuchada la que dispara el mecanismo narrativo. A veces es
un rumiar la propia vida durante años o bucear en las anécdotas familiares.
Otras es dirigir la atención al exterior y descubrir la veta narrativa en la
vida de los demás en la calle, en el periódico, en la televisión o el cine.
Pero siempre hay un proceso transformador en el que la cabeza del escritor (tal
vez también su corazón y sus tripas), es el alambique donde se destilan las historias.
«Yo siempre parto de
una imagen», nos
dice Gabriel García Márquez, y luego nos lo ilustra: «La siesta del martes, que considero mi mejor cuento, surgió de la
visión de una mujer y una niña vestidas de negro y con un paraguas negro,
caminando bajo un sol ardiente en un pueblo desierto. La hojarasca es un
viejo que lleva a su nieto a un entierro. El punto de partida de El coronel no
tiene quién le escriba es la imagen de
un hombre esperando una lancha en el mercado de Barranquilla. La esperaba con
una especie de silenciosa zozobra. Años después yo me encontré en París esperando
una carta, quizás un giro, con la misma angustia y me identifiqué con el
recuerdo de aquel hombre».
Jorge Luis Borges encontraba sus historias en alguna
palabra. Nos cuenta que: «El Zahir versa
sobre una inolvidable moneda de veinte céntimos. Escribí aquello partiendo de la palabra inolvidable,
simplemente porque leí en alguna parte: «Deberías oír cantar a fulano de tal,
es algo inolvidable». Y entonces pensé ¿qué ocurriría si existiese algo
realmente inolvidable? Y me dije, muy bien, supongamos que haya algo
inolvidable de verdad, algo que no se pueda olvidar ni tan siquiera una décima
de segundo. Y así, a continuación me inventé la historia. Pero salió por entero
de la palabra inolvidable».
Por su parte, Doctorow nos dice: «Una novela puede nacer en tu cabeza en forma de imagen evocadora, fragmento de conversación, pasaje musical, cierto incidente en la vida de alguien sobre el que has leído, una ira imperiosa, pero, sea como sea, en forma de algo que propone un mundo con significado. Y, por tanto el acto de escribir tiene carácter de exploración. Escribes para averiguar qué escribes».
Por su parte, Doctorow nos dice: «Una novela puede nacer en tu cabeza en forma de imagen evocadora, fragmento de conversación, pasaje musical, cierto incidente en la vida de alguien sobre el que has leído, una ira imperiosa, pero, sea como sea, en forma de algo que propone un mundo con significado. Y, por tanto el acto de escribir tiene carácter de exploración. Escribes para averiguar qué escribes».
Me parece interesante la idea de ponerse a escribir como
el expedicionario que va en busca de mundos desconocidos pero con el
convencimiento intuitivo de que existen estos mundos. Juan José Millás lo entiende
de una manera parecida: «Escribo de lo que
no sé, porque escribir de lo que uno sabe no tiene interés». Y en un sentido
parecido, Orham Pamuk nos dice: «Puede
resultar un tanto equívoco usar el verbo descubrir en el sentido de encontrar
algo que ya está ahí, pero que ignorábamos que estuviera, como en el caso del
descubrimiento de América». Es decir, uno sale de expedición en busca de una
historia soñada y descubre otra que ni se le ocurrió soñar.
Alexander Steele, en Escribir
ficción, compara a las ideas con semillas y dice que: «se encuentran en todos los rincones. El escritor de ficción debe
aprender a buscarlas. Probablemente el lugar más fértil en que se puedan buscar
las semillas sea en el patio trasero de nuestra propia vida».
La memoria. Muchos escritores entienden la memoria como el
lugar de donde proceden las historias. «Crear
es recordar», afirma Victor Hugo. Y Flannery O´Connor asevera que: «cualquiera que haya vivido hasta los
dieciocho años tiene suficientes historias para toda una vida».
María Tena entiende el proceso de la escritura como la
construcción de una casa donde habitar y dice: «sé que las herramientas para terminarla están en un armario hondo que
se llama memoria. A él acudo para escribir historias. Es una armario que se
abre a cada rato. Un sitio oscuro y luminoso a la vez, absurdo y lógico,
ordenado y convulso, de cuyo interior salen objetos mezclados arbitrariamente y
el escritor los organiza con su mano mentirosa para construir historias».
Lobo Antunes confiesa que pasa horas sentado mirando al
vacío porque todo se está formando en su cabeza y se lamenta y se felicita de
tantos recuerdos en su memoria: «A veces
pienso que almaceno cosas innecesarias, pero esto es bueno para escribir,
porque uno escribe con la memoria. También Millás considera la memoria un
material precioso para el escritor, pero advierte que hay que partir del convencimiento de que uno quiere que la memoria diga
una cosa y la memoria se empeña en querer decir otra».
Yo, aunque me da un poco de vergüenza colocarme entre tantos
grandes escritores, también milito en las filas de los memoriosos. Una vez
escribí un cuentecillo para explicarlo. Aquí os lo dejo: «Cuando me asomo a mi cabeza sin que se den cuenta, allí
están todas las historias armando jaleo, tirándose tizas y bolitas de papel
cuadriculado, hablando a gritos y riendo. Luego empieza la clase. Pregunto la
lección. Unas historias miran hacia otro lado para no cruzarse con mis ojos.
Otras me suplican sin palabras que no empiece por ellas. Aunque sé que todas
tienen algo que decir, vuelvo la vista a la esquina de al lado de la puerta:
allí está la historia de siempre con el culo en el filo de la silla y un brazo
levantado. Sal a la pizarra. Al final siempre cuento la misma historia porque
es la que siempre levanta la mano.»
Las historias llegan a nosotros desde lugares lejanos y
cercanos, desde territorios externos e internos, pasados o futuros, incluso
desde el mundo de lo que nunca fue. Y solo nos piden una cosa: que las contemos,
que las recordemos.
Punto y Seguido
He entrado varias veces en el blog, siempre nos dais pistas para escribir, ¿por qué lo haceis? ¿Acaso os interesa lo que podamos decir nosotros?
ResponderEliminarInma, un recorrido interesantísimo para saber dónde buscar historias, que no se acaben nunca.
ResponderEliminarAntonio Luiañez, claro que nos interesa lo que podáis decir cada uno de vosotros y la forma en que lo hagáis, no te quepa la menor duda.
abrazos
Inma, muy buena entrada.
ResponderEliminarAntonio, si no nos interesara lo que podáis decir tal vez no nos habríamos planteado hacer un blog como este. Si todos participamos, si todos damos y recibimos: todos aprendemos. Y, de eso, tal vez se trate. De aprender, de conocer, de relacionarnos, de compartir.
Un abrazo
Buenas noches, aprovecho para deciros en varios comentarios esto: que sepáis que os dejo un enlace a mi blog para que veáis que ya tenéis vuestro propio Liebster award blog. Más información en el enlace:
ResponderEliminarhttp://pablosinbulla.blogspot.com.es/2013/06/los-elegidos-y-sus-preguntas.html
No sé si lo aceptaréis o responderéis en conjunto o lo que prefiráis. Tenerlo, lo tenéis.
Un abrazo.