Nunca tuve la necesidad de escribir un diario. Comencé a hacerlo por indicación de mi profesor de un taller de escritura que realicé hace unos años. Dicen que un buen escritor siempre ha de llevar a mano una libreta donde apuntar sus ideas, aquellos pensamientos que surgen a lo largo del día y que es necesario anotar para no olvidarlos. Hay multitud de escritores que han hablado acerca de las bondades de llevar un diario, cada uno de ellos aportan alguna utilidad que de él han obtenido. En mi caso, lo hice por inercia. Por aquella época procuraba imitar todos los actos que se le suponen a los grandes escritores. Por aquella época yo pensaba que haciendo lo mismo que ellos, lograría —algún día— encaramarme a su nivel. Por eso me puse manos a la obra con el diario, sin tener muy claro cuál era el objetivo.
Han pasado diez años desde entonces, sigo siendo aprendiz de escritor aún a pesar de tener una vieja caja de zapatos repleta de molesquines de negra portada. En ellas he ido apuntando a lo largo de esos años un poco de mi vida, de mis pensamientos, alguna idea para un relato, los temas para una novela, descripciones de entornos, peculiaridades de un personaje con el que me he cruzado, viajes… en fin, una amalgama de palabras que rara vez he vuelto a leer. No sé si por desidia o por miedo de mirar al pasado y confirmar la desesperada prisa que lleva el tiempo.
Muchas veces me he preguntado por qué sigo haciéndolo, y dejo pasar los días sin escribir nada más, como si de esa forma pudiera romper el maleficio de tener que hacerlo, y a pesar de ello siempre llevo la libreta encima, dispuesta como un perro fiel. Quizás, lo más positivo que obtengo del diario es una terapia para asumir los problemas, para suavizar las puntas de ánimo que con frecuencia me embarga. Se contemplan mejor las situaciones cuando uno tiene que escribirlas.
Sin embargo, con frecuencia se acumulan los días en que abandono el diario y cada día que pasa me cuesta más retomarlo. He detectado tres miedos cuando uno se enfrenta al diario, y estoy convencido que están muy relacionados con el bloqueo del escritor:
- No atreverse a decir lo que se piensa. Pensar es gratuito, uno puede pensar en hacer algo que no debe, pero de alguna manera interiormente se lo permite. Al escribir los que se piensa se corre el riesgo de ser malinterpretado. Es una manera de ponerle firma a tus pensamientos, y aunque el diario es algo personal y exclusivo, también se suele tener miedo a leer los pensamientos propios.
- No acertar a escribir exactamente lo que se piensa. Lo que puede dar lugar a interpretaciones indeseadas.
- Ser incapaz de expresar lo que piensas. Este es el peor de los miedos, pues en ese momento eres consciente de tus carencias como escritor.
Cuando superas esos miedos (o simplemente te los “pasas por el forro” con un par de cubatas), te das cuenta que van saliendo cosas interesantes, al menos interesantes para ti, y eso te motiva a no perder la costumbre. Pero al cabo de unos días, cuando vuelves a la libreta para escribir aquella idea que ronda tu cabeza, retornas al bloqueo por no saber cómo expresarla, y entonces no escribes durante días, porque no quieres hacerlo hasta que seas capaz de escribir aquello, y se establece la cadena cuya única consecuencia es la falta de producción.
A veces pienso que sería mejor no volver a escribir en el diario, pero no lo hago. Siempre mantengo la esperanza en mí mismo a pesar de todo. Puede que algún día alguien se interese por leer esas libretitas. Quizás esa persona (puede que yo mismo de viejo) encuentre algún sentido en ello.
Pedro Rojano
Punto y Seguido
Nota: Os dejo como regalo algunas perlas sacadas de insignes diarios.
“Quiero que algo de mí perdure después de la muerte”
Ana Frank
“Ni qué decir tiene que cuanto más rico, flexible y variado sea nuestro conocimiento de la lengua en que hemos decidido pensar, más facilidad, variedad y riqueza habrá en la expresión de nuestro pensamiento”
Fiódor Dostoyevski
“No nací en una verdadera clase social, y desde muy pronto tomé la decisión de infiltrarme en la clase media como un espía para poder atacar desde una posición ventajosa, sólo que a veces me parece que he olvidado mi misión y tomo mis disfraces demasiado en serio”
John Cheever
"Por el amor de Dios, ocupaos de nuestra gente"
Robert Falcon Scott
“Espero alegre la salida, y espero no volver jamás”
Frida Kahlo.
Yo también tengo costumbre de llevar diario. Escribo diarios casi desde que tengo memoria, aunque durante unos años decidí, conscientemente, no escribirlos. Entonces, me aficioné a las moleskines, que ahora son mis nuevos diarios, y como tú, tengo montones y montones llenas de breves apuntes, de anotaciones, de frases, de ideas, de personajes, etc etc . Tampoco sé qué haré un día con ellas pero sí que suelo releerlas, en cambio los diarios que llevaba antes de las moleskine no he vuelto a leerlos, tal vez porque el pasado debe quedarse donde está o tal vez, porque como tú, pienso que si llego a mayor, volveré a releerlos todos, no sé si para volver a encontrarme con la que soy ahora o con la que fui, pero sí con una parte de mí misma que quizá haya olvidado.
ResponderEliminarDe todas maneras, me encantan los diarios, siempre me han gustado, y por más libretas que tenga, de portadas y lugares diferentes, con su goma para mantenerla cerrada y sus páginas en blanco, (no suelo usarlas ni rayadas ni a cuadros), me llaman por donde quiera que voy y siempre tengo que comprarme una.