Al oír los cristales acudí de nuevo a su habitación con el recogedor en la mano: otro marco roto. Era el tercero.
—Se ha caído —dijo Mario sin mirarme.
Saqué la fotografía y la puse sobre la cómoda, junto a las dos anteriores.
—¿Quieres que las guarde en un álbum? —le pregunté.
—¿Podrías dejarme solo?
—¿Vas a seguir rompiendo cosas? Es para dejar el recogedor aquí —le dije mientras cogía las fotos—. Me las llevo, ¿no?
—Dámelas —pegó un tirón de ellas.
Se tumbó en la cama en posición fetal. Me senté a su lado. Tiró del edredón hacia arriba, y dejó que lo arropara.
—¿Tú lo sabías?
Estaba triste. Yo bajé la mirada y asentí.
—Marta nunca te gustó —me hizo daño que su afirmación fuera cierta.
—No me opuse cuando te metiste en la cama de esa extranjera —me levanté resuelta a dejarlo todo.
—¿Nunca te has equivocado?
—Es mejor callar algunas cosas. Fíjate en Emilio, él ha conseguido en un año lo que llevabais aplazando cinco.
—Quiero verla —dijo lloroso.
—Vamos a la ventana de mi dormitorio. El coche debe estar ya delante del portal.
Se levantó y se dirigió a mi habitación arrastrando lo pies, como si no pudiera con el peso de su cuerpo. Fui detrás de él. Llegó a la ventana justo cuando ella salía vestida de blanco. Le oí gimotear. Marta levantó la vista antes de subir a un Mercedes negro y, durante un instante, Mario y ella se miraron.
Como cada domingo, Mario vino hoy ayudarme con la limpieza. Rompió un marco con una foto suya y, cuando acudí a recoger los cristales, lo encontré con la mirada perdida entre los fragmentos.
—¿Estás bien, Mario?
—Perdona. Te compraré otro.
Raquel pasó a recogerlo con la niña y se han marchado a dar una vuelta. Es la clase de mujer que quería para mi hijo. La que quería él también visita a sus padres cada domingo, con Emilio y los niños. Mario la ve llegar desde la ventana, se miran un segundo, y luego vuelven a sus vidas.
«Espejo Roto» Autora: Sandra Perez |
Punto y Seguido
El autor de estas líneas se confiesa inquieto y piensa en textos breves que sin decir mucho dicen todo y piensa también en la tesis de Piglia, por lo que parece ser un ejemplo de ella. Veamos: lo que tenemos en este texto son unos instantes que hablan de dos historias (aunque pueden ser más) al principio crea grandes expectativas por el conflicto del porqué de la indecisión y la rabia por romper cuadros (de entrada, la madre bien podría poner a buen resguardo sus fotos cada domingo, no cree usted?) eso empuja a seguir leyendo los diálogos (El autor de esto también se declara malísimo en eso) que de pronto y a las primeras de cambio le resultan ambiguos. El autor de estas líneas opina que la autora sabe mucho de descripciones para crear atmósferas y utilizar la elipsis para rematar con un final inesperado, sencillo pero que deja esa incertidumbre por querer saber más. Felicidades. Sin otro particular quedo a sus apreciables ordenes.
ResponderEliminarLa autora de estas líneas y del relato quiere agradecerte tu lectura, profunda y analítica, y tus palabras, que me hacen retomar el texto años después de haberlo escrito. Cristales Rotos fue uno de los primeros relatos que me publicaron, cuando recién acababa de descubrir la lectura de los mismos, (yo venía de historias más largas, por un decir). Está escrito con la inocencia de un principiante con ilusiones, y por ello tengo un grato recuerdo de él y ha sido el primero que elegí para su publicación en este blog. Creo, además, que es el texto más breve que tengo. Agradezco mucho, pues, tu comentario, ya que con comentarios así, se aprende, se crece, y se anima una a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Isabel Merino