—Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño? —decía Ana.
—Estamos soñando —sentenció Miriam, su hermana mayor.
—Creo que deberíamos volver al colegio —insistió Ana.
—En los sueños no hay colegio.
Ana sonrió y se acercó al borde de la azotea.
—Entonces, ¿crees que puedo volar?
—Por supuesto hermanita, es lo que trato de explicarte.
—Pero parece tan real.
Miriam arrancó una hoja de su cuaderno y se la mostró a Ana.
—En los sueños no se puede leer ni el propio nombre. ¿Puedes leer aquí el tuyo?
Ana negó con la cabeza, extendió los brazos y saltó. Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado.
—Estamos soñando —sentenció Miriam, su hermana mayor.
—Creo que deberíamos volver al colegio —insistió Ana.
—En los sueños no hay colegio.
Ana sonrió y se acercó al borde de la azotea.
—Entonces, ¿crees que puedo volar?
—Por supuesto hermanita, es lo que trato de explicarte.
—Pero parece tan real.
Miriam arrancó una hoja de su cuaderno y se la mostró a Ana.
—En los sueños no se puede leer ni el propio nombre. ¿Puedes leer aquí el tuyo?
Ana negó con la cabeza, extendió los brazos y saltó. Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado.
Foto de Inma Reina
Qué pocas palabras y qué sencillas para hablar de tantas cosas tan complejas e importantes: el poder, la identidad, la relación fraternal, el sentido de lo real, la zona oscura del ser humano....
ResponderEliminarEl tentador lado oscuro...
ResponderEliminarla dulce maldad infantil... no tan dulce y no tan infantil
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