martes, 15 de marzo de 2016

CERRAR TODAS LAS PESTAÑAS



Una a una
como la ola de un partido de fútbol,
como los mensajes que ya leí,
como los post it por despegar.

Cerrar todas las pestañas
 e imaginarte.  


Andrea Vinci
Punto y Seguido



martes, 8 de marzo de 2016

BROOKLYN

Antes de hablar del libro o la película, por ese orden, quiero hablar de Colm Toibin, el escritor de Brooklyn que, de paso, ha hecho posible esa película dirigida por John Crowley que tanta aclamación, nominaciones y premios ha recibido. 


Colm Tóibín es un autor irlandés, de Enniscorthy, (Condado de Wexford), un pueblo irlandés de más de 10.000 habitantes. Varias de sus novelas transcurren en sus alrededores, y cómo no, es el lugar de origen de la protagonista de la novela Brooklyn. A pesar de ser periodista, profesor universitario, crítico literario y escritor prolífico, (ha escrito varias novelas, cuentos y ensayos), yo no había oído hablar de él hasta hace un par de meses. Fue en la red, ¿acaso no se descubren libros y autores en ella, casi a diario? Fue un acierto, una reseña estupenda en un blog que encontré al azar. Como siempre digo, los libros y ciertos autores te llegan cuando te deben llegar y no antes.  Sus novelas, que tienden a describir a la sociedad irlandesa, suelen abordar con templanza, virtuosismo y gran perspicacia psicológica, el tema de vivir en el extranjero; de preservar la identidad personal, especialmente la homosexual, y el proceso de la identidad frente a la pérdida. El lugar de origen, el hogar y la familia, son los temas recurrentes de las novelas de Tóibín. 

'Hay algo que está en lo más profundo de la sociedad: No mostrar el interior… Se mantienen muchas emociones contenidas. En mi mundo, sin duda. Y esto es muy bueno para una novela, porque uno puede tener la emoción en el fondo', dice tras una breve reflexión sobre los inmigrantes que deriva en las emociones reprimidas o cautivas que refleja en la novela Brooklyn. 

 


La novela Brooklyn comienza pues, en Enniscorthy, donde la protagonista, la joven irlandesa Eilis Lacey, chica de familia humilde, decide aceptar un puesto de trabajo en unos almacenes de Brooklyn, en Norteamérica, adonde viajará sola a mediados de los años cincuenta en busca de la promesa de una nueva vida. En Brooklyn, adonde llegan la mayoría de irlandeses emigrantes, Eilis se encontrará con un nuevo mundo, con el amor, la nostalgia,  con el nacimiento de la sociedad de consumo, la liberación femenina… y llegado cierto momento de la novela, descubrirá cómo un inmigrante puede llegar a sentirse extranjero en sus dos países.

La historia de toda familia irlandesa es que alguien se marchó, y por lo general no regresaba. La diferencia entre emigrar a Inglaterra o Estados Unidos, era que si te marchabas a Inglaterra, entrabas en una clase marginada, pero si te ibas a Estados Unidos, entrabas a la tierra de las oportunidades, dice Tòibín. En Estados Unidos puedes vivir como pobre, pero la imagen no lo es. 



En la novela, Eilis experimenta pequeños momentos que no sabe que existen: Los derechos civiles, el eco de la II Guerra, cuando una mujer se siente atraída por otra o cuando ve entrar en la tienda a una mujer negra y no entiende qué sucede por ello. Tòibín trata todos esos elementos de fondo. También el amor hacia dos hombres, el bueno y trabajador que tiene que luchar por todo, y el joven acomodado e impulsivo. En algún momento del libro, tuve la sensación de que era una mujer quien había escrito la novela, por la manera de describir algunas situaciones o emociones de la propia Eilis o por cómo se desenvolvía el autor en temas tachados como femeninos, como puede ser describir cómo debe una mujer ponerse las medias o cómo debe venderlas. 




La mayoría de los personajes importantes de la novela son mujeres, hay muchas más mujeres que hombres en sus páginas, y cada una de ellas aporta algún perfil que destaca cada una de esas situaciones o perfiles psicológicos de la hipocresía de la época, de la situación del emigrante, de los cambios sociales y políticos, de la nostalgia, las primeras picarescas o de cómo la seducción tenía un ritmo acompasado.  



Eilis es una chica inocente, de pueblo, apegada a su familia, que sólo desea trabajar y labrarse un futuro. Su hermana Rose, gracias al padre Flood, (la iglesia siempre aparecía como agente mediador), le consigue el pasaje a su futuro y Eilis, simplemente se deja llevar hacia él porque es lo correcto y lo que los demás esperan de ella. Eilis se hospedará en una casa de huéspedes donde hay otras chicas emigrantes irlandesas con las que hará amistad, trabajará en unos grandes almacenes, irá a clases nocturnas de contabilidad y conocerá a un chico encantador y humilde, hijo de emigrantes italianos, en un baile, del que se enamorará. Cuando su futuro es ya su presente, su pasado irlandés volverá a llamarla y Eilis deberá regresar a su tierra, donde deberá tomar una gran decisión.



La novela explora la división entre lo que estás pensando y lo que dices. A pesar de que el personaje va cambiando, se va liberando, etc, no deja de ser esa muchacha, con una serie de valores,  que se deja llevar hacia un futuro al que no está del todo segura que quiera llegar. En la película, el desenlace final muestra a una Eilis que reconoce finalmente en quién se ha convertido, en qué quiere ser y con quién y dónde quiere pasar su vida, pero en la novela no me dio esa sensación. La seguridad del final de la película no es la inseguridad y conformismo que intuí en el final de la novela. 



La sensación que tuve al terminar la novela, (que de paso sea, me parece que el final es demasiado apresurado y rompe con el ritmo lento y pausado que abarca el 95% de la misma), fue de que Eilis es capaz de adaptarse a cualquier situación porque es su deber y que se contenta con lo que le llega sin aspirar a más, sin atender a sus sentimientos más profundos. Aunque se convierta en una gran vendedora, aunque sea capaz de obtener un título de contable en la universidad nocturna, aunque conozca otros hombres distintos de Tony, ese primer chico que la saca a bailar y que le declarará su amor, Eilis sabe que no puede traicionar su propia moralidad ni desviarse del camino que la ha llevado hasta Brooklyn y que marcará toda su vida. 



La película está dividida en tres partes, y como leí en algún blog de cine, cada una de ellas con un tratamiento visual diferente. El director, John Crowley, consigue darle un enfoque delicado, intimista y de melancólica reflexión. Cuando finaliza la película no puedes olvidar los ojos de Eilis, ya se encarga el director de mostrarlos en multitud de primeros planos. La actuación de Saoirse Ronan es espectacular y no cabe pensar que otra actriz pudiera haber sido Eilis. La actriz nos regala una sensible y madura actuación que la convierten en el atractivo central de Brooklyn.

Los encuadres cerrados y apagados cuentan la vida de Eilis en Irlanda, los luminosos y abiertos narran su viaje a Nueva York en busca de un nuevo y mejor futuro y en la última parte, cuando Eilis tiene que regresar a Irlanda, es cuando se produce la tensión, la fricción entre la nostalgia del pasado y la ilusión del futuro, la responsabilidad familiar y las expectativas de crear una nueva familia. 

Una película elegante y conmovedora, bien construida, gracias también al guionista Nick Hornby, que muestra las decisiones, los compromisos, los sacrificios y el amor. Y, parafraseo a Rodrigo Pérez de The Playlist: Brooklyn es un magnífico, luminoso y agridulce retrato de quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos y el lugar al que llamamos hogar. 



A nivel personal, tanto el libro como la película me han gustado, pero en ambos he echado algo en falta. En la novela habría deseado un final menos apresurado, para poder comprender aún mejor la decisión y los sentimientos de Eilis, y en la película, que da un final más redondo, más a lo americano, le falta algo de chispa en algunos momentos cruciales también de la parte final. Aún así, recomiendo tanto su lectura como acudir al cine a verla, y después, si os apetece, pasaros por aquí y me contáis vuestra impresión. 



Punto y Seguido

miércoles, 2 de marzo de 2016

AMAR TANTA BELLEZA, HERMINIA LUQUE


Hace mucho que no reseño una novela, dejé de hacerlo hace tiempo porque creo que no le hago justicia a la obra, además de que mi opinión es objetiva y de simple lectora.  No es la primera vez que leo a Herminia Luque, su penúltimo libro Al sur de la nada, es uno de los que suelo recomendar a mis amigos lectores.
 Aunque esta novela se haya catalogado por la crítica como histórica, también puede considerarse metaliteraria.





El primer capítulo despista un poco, a modo de prólogo, es un email de Mónica Belicio (investigadora  de una universidad americana), dirigido a su editor, al que adjunta una nota de sucesos que ha descubierto durante sus investigaciones, sobre la aparición por el derrumbe de un muro de "una mujer en carne momia".
En el texto narrativo se pueden distinguir dos partes bien diferenciadas: 
  II. La región más anhelada (Madrid, 1637).
 III. Testamento de Doña María de Zayas y Sotomayor que otorga ante escribano.
En la parte II, el tono es más jovial, contada desde la juventud y con cierta tono de inocencia, narra el tiempo que pasaron juntas tras la llegada a Madrid de Ana, y la oportuna y amable acogida en su casa, por parte de María.
 En la parte III, el tono cambia se hace más sobrio, más sentido, a través de la voz de María, abocada a la soledad, la enfermedad, presa de la vejez y el olvido.
Sus protagonistas, dos escritoras del Siglo de Oro español, María de Zayas y Ana Caro Mallén, reflexionan a través de sus cartas sobre el papel de la mujer en el mundo literario y sus dificultades. De esta manera nos darán a conocer a una serie de personajes secundarios que sazonarán esta historia: María Cépalo, una criada con un castizo sentido del humor; la Quiñones, impresora y viuda, orgullosa de tener “hasta veinticuatro cajas de imprenta, con veinte arrobas de letra cursiva y hasta cuarenta de parangona”. Se hace patente la dificultad para editar. La autora hace gala de un lenguaje rico y variopinto que nos adentra en la época, si bien es cercano al lector actual no deja de ser divertido, bordado de refranes y dichos populares. La autora mezclará personajes ficticios y reales: “el de León y su Manual de la perfecta casada”, don Gaspar Guzmán (Conde Duque de Olivares), Alonso Cano, pintor, Feliciana Díaz de Enríquez (escritora), Don Lope y "Los laureles de Apolo", Vélez de Guevara. Datos que el lector avezado sabrá interpretar e investigar para ampliar su lectura.
 Doña María de Zayas alecciona a su huésped con sabiduría: “Las cosas importantes de la vida se escriben con una letra muda: la hache. Una letra que no suena para abrir las palabras de mayor enjundia. Historia (…) humano, hombre, hembra,  hambre, hablar,  hermosura…”. Además de alguna premisa literaria: “las novelas han de sostenerse por sus letras, por lo que dicen y el modo en que lo dicen, pero en absoluto por las intenciones de los que las escriben.”
No hay que olvidar que Ana Caro fue la primera mujer que se dedicó a la escritura de forma profesional: “No dudaba yo de mi valía. Pocas mujeres se han atrevido, como una misma, a coger la pluma,  a la par del más pintado varón, y no solo por entretenimiento, sino como tarea constante y sostenido empeño, aun a costa de muchas fatigas y maledicencias también”
 María Zayas, en su prólogo a sus Novelas amorosas y ejemplares (Zaragoza 1637), le dice al lector: "Y no sólo deves hazer esto (comprar el libro), mas anhelar por la noticia de su autora a no estar sin su libro tu estudio, no pidiéndolo prestado, sino contándote tu dinero, que aunque fuese mucho le darás por bien empleado"
Sus protagonistas rechazan tanto el matrimonio como el convento, las únicas  salidas honradas para la mujer de la época. Ellas se revelan y logran subsistir gracias a su ingenio y sus letras.
A través de las voces de estas mujeres, Herminia Luque crea una constelación femenina, donde se mezclan  fuerza y fragilidad y pone de manifiesto el desamparo en el que se encuentra la mujer de esa época: academias y tertulias propiciadas por aristócratas, como la Condesa de Paredes en las que apenas tiene voz, las burlas, cartas anónimas y las vejaciones sufridas por  la propia Ana Caro, sin olvidar la ingeniosa venganza final llevada a cabo por  María de Zayas.
De estas autoras se sabe poco y quizá buceando en los entresijos de sus obras, se pueda dilucidar algo sobre sus vidas. Por eso es de agradecer a Herminia Luque la autoría de esta novela, que pone un punto de luz en el  oscuro y olvidado mundo  de las escritoras.

                                               Loli Pérez
                                               Punto y Seguido