jueves, 26 de diciembre de 2013

...Y FUERON FELICES


…y Blancanieves consiguió apoderarse del espejo. Se encerró con él en su dormitorio, lo apoyó sobre la cama y se tendió desnuda sobre el frío cristal.
El espejo permaneció impasible y sólo cuando Blancanieves se detuvo a contemplarse, una tímida sonrisa se le dibujó en el vaho adherido a su superficie.







... y el joven flautista, harto de la chillería y barrabasadas de los niños, envió un correo al Alcalde de Hamelin indicándole el lugar exacto de la cueva:
          ―Por favor ―suplicó al Alcalde―. Llévenselos cuanto antes.
         Un par de horas más tarde, la cueva fue asaltada por un ejército de ratas famélicas.





…y Cenicienta se cansó de los zapatos de cristal y acudió con el príncipe a comprarse unas camperas. En un extremo del mostrador vio a sus hermanastras probándose unas alpargatas de esparto y sintió nostalgia de sus días de fregona. Como hablando para sí  misma, susurró al príncipe:
            ―Qué suerte tienen algunas.





Fotos: Francesca Woodman


Miguel Núñez Ballesteros

Punto y Seguido

lunes, 23 de diciembre de 2013

LA (DOBLE) VIDA DE ADÉLE



Hace un par de sábados vi en el Albéniz La vida de Adéle. Ustedes ya sabrán de qué va la peli, ha habido un gran revuelo con las escenas de sexo explicito y con el intercambio de acusaciones entre su director,  Abdellatif Kechiche, una de las actrices y algún que otro periodista. Pero la peli es estupenda, no se la pierdan. Está bien contada, magníficamente interpretada y te llega, o por lo menos a mí me llegó. Quiero decir que habla de algo tan amplio y a la vez tan concreto, tan vulgar y a la vez tan elevado, como el amor. Sí, es una peli romántica, no típica romántica de las románticas de toda la vida, sino romántica auténtica, de las de verdad de cualquier época, ciudad o sexo. Lo que les decía, que habla de amor, del descubrimiento, esplendor y herida del amor. Porque tiene tres partes, o capítulos, donde transcurren unos pocos años de la vida de Adéle.





La adolescencia es el descubrimiento. Vemos a Adéle correr hacia el autobús de su instituto, la vemos en clase con las amigas, o en un cuarto follando con su novio. La vemos comer, fumar, dormir, ir a manifestaciones, rehacerse continuamente su cola de caballo. El descubrimiento es Enma, la chica del pelo azul. Y con Enma llega el esplendor en la hierba, el éxtasis, la complicidad, el abandonarse a y el refugiarse en. La plenitud. Por último está la herida: la mentira, la ruptura, la lucha para que nada cambie, por atrapar el amor. Después la aceptación y el recomponerse.



La cámara sigue a sus actrices, registra cualquier gesto o mirada, está siempre vigilante. Adéle, Adèle Exarchopoulos, se presta, parece indefensa, ¿la actriz? es la virgen en la pira del sacrificio a punto de inmolarse ante nuestros ojos, ¿el personaje? Es difícil separar a las dos Adéles. También se presta  Enma, Léa Seydoux, aunque es a Adéle a la que más busca la cámara. Enma tiene sus recursos, sus normas establecidas que la protegen y le permiten crear un escudo ante nuestra mirada y nuestras opiniones.


Al igual que Diane Keaton en Annie Hall, o Romy Schneider en Lo importante es amar, o Ingrid Bermang en Te querré siempre, películas donde se funden y confunden actriz y personaje, donde sería difícil separar qué parte de sus actuaciones corresponden al personaje que interpretan y qué a la propia realidad de la actriz en el momento de interpretarlo. El personaje interpretado Adèle Exarchopoulos se mantiene en la misma línea de exigencia y de simbiosis, de anular para crear o también, por qué no, de crear a partir de la propia experiencia.


Vemos crecer a Adéle y no sabemos cuál de las dos, actriz o personaje, es la que crece. La vemos gozar, sufrir, mentir, llorar, extasiarse y nunca reconoceremos a la auténtica. Es un juego peligroso, un salto al vacío sin vuelta atrás del que solo una de las dos, la única, saldrá recompensada de la experiencia, con las heridas ya cicatrizadas, dispuesta a empezar una nueva vida o una nueva película. 


Vemos a Adéle alejarse calle abajo, sola, dándole la espalda a aquellos cuadros que la retrataron en otra época, la Adéle que solo fue por unos años, meses u horas, un tiempo que ha dejado de pertenecerle. 


Miguel Núñez
Punto Y Seguido

jueves, 19 de diciembre de 2013

ENTRELAZADOS

El pasado viernes 13 de Diciembre, tuvo lugar en Antequera, la presentación del libro de relatos Entrelazados, segundo proyecto de la asociación literaria antequerana "Alas de Papel".



Entrelazados recoge un total de veintitrés relatos, siendo el último de ellos, mi relato Hermanos, que resultó ganador del Primer Premio del I Certamen de relatos María Carreira el pasado mes de junio.

De los miembros de Punto y seguido sólo acudimos en esta ocasión Inmaculada Reina y yo. Llegamos puntuales, tras una larga caminata por las calles antequeranas, al bar-cafetería Santisteban 18, donde tuvo lugar la presentación. Allí nos recibieron muy cariñosamente todos los miembros de Alas de Papel, con los que ya hemos coincidido en varios eventos. 

El patio de Santisteban, que por las fechas y las temperaturas, se encuentra techado y acondicionado con estufas, se encontraba repleto; tanto, que a Inma y a mí nos costó encontrar un lugar donde sentarnos a tomarnos el descafeinado y la Coca Cola, (con mucho hielo), que pedimos en la barra.

Isabel Merino e Inmaculada Reina
Presentación del libro Entrelazados

María José Amador, miembro de Alas de Papel, nos presentó a Jesús Artacho, un joven escritor de Cuevas Bajas, que acaba de autoeditar su primer libro de relatos, El rayo que nos parta, (dará que hablar y le dedicaremos una entrada próximamente), y que resultó finalista en el ya mencionado I Certamen de relatos María Carreira. Con él estuvimos hablando de su libro y de nuestros respectivos proyectos, hasta que comenzó la presentación. El aforo estaba más que completo y el público se mostraba bastante entusiasta.

Inmaculada Reina con Jesús Artacho

En primer lugar tomó la palabra Antonio García, en nombre de la editorial ExLibric, una editorial antequerana con una corta vida pero un bagaje importante, que parte de una experiencia densa de innovación y cualificación. En cuanto a la publicación de Entrelazados, comentó que era un proyecto que le resultó bastante interesante desde el principio, ya que el libro tenía además el valor añadido de contar con autores que han sido premiados en varios certámenes literarios. Ha sido editado con una celeridad tremenda y el proceso ha sido bastante intenso, dijo. El diseño de la cubierta es un diseño que no cansa, añadió, mostrando un ejemplar. 

En segundo lugar, María José Amador, en nombre de Alas de Papel, leyó un discurso que comenzó destacando la incondicionalidad de ExLibric, y que terminó agradeciendo a los miembros de su grupo y al público el apoyo que les viene proporcionando. En cuanto a la estructura del libro, comentó que son relatos cortos y dio las gracias a Alice Munro por devolver este género al pedestal del que no debieron bajarlo nunca. Este libro es una caja de bombones con distintos envoltorios, dependerá del paladar de cada uno elegir cuál es su favorito, dijo. Para escribir sólo hace falta tener algo que decir y decirlo.

Salvador Rivas, director de Alas de Papel, hizo los agradecimientos pertinentes, y habló de las reuniones del grupo y de la planificación y gestación del libro. Soy un obsesionado de los plazos y de todo, comentó. Existe una manera de hacer cultura cotidiana. Modesta. Sólo se necesita disposición personal, esfuerzo y voluntad de compartirla. Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada.

Alas de Papel e Isabel Merino
Presentación del libro Entrelazados

Una vez concluido el acto, brindamos con champán por Entrelazados, un libro de relatos que, al igual que sus autores, no parecen tener nada en común, pero, como en un juego, retan al lector para que descubra el nexo que los une. 

Inmaculada Reina, María José Amador,
Fanny Beaudoin e Isabel Merino.


Punto y seguido



Fotografías: Isabel Merino



viernes, 13 de diciembre de 2013

BLUE JASMINE: RETRATO DE UNA NEURÓTICA


He ido a ver la última de Woody Allen como últimamente voy a ver las últimas de Woody Allen, es decir, con el miedo a descubrir que el abuelo ha vuelto a hacer una trastada o ha tenido una nueva ocurrencia. Pero no, esta vez mi admirado director no ha hecho una Vicky, Cristina, Barcelona. O al menos así me lo parece.



Blue Jasmine es el retrato de una neurótica de manual. No me cabe duda de que Allen y Blanchett han disfrutado de alguna neurótica en su vida y de que la han observado con detenimiento. La Jasmine de mirada enrojecida a punto de estallar, echando mano a cada rato, casi sin ser consciente, de la botella de vodka o el tarro de las pastillas, rodeada de Vuittons venidos a menos, está dibujada espléndidamente por Allen e interpretada maravillosamente por Blanchett.



El retrato del personaje está tan medido y la interpretación es tan sobria que, sin caer en la caricatura en ningún momento, vemos aparecer ante nuestros ojos aquella neurótica que hizo peligrar nuestro mundo, que no sabía mantener un trabajo pero que criticaba el nuestro, que no soportaba la mínima frustración cotidiana y estaba a punto de hacer algo grave pero perfectamente maquillada y vestida, la histérica que crees que se va a derrumbar y hace una pirueta en plena caída y se dedica al interiorismo y encuentra otro hombre que la quiera. Siempre me he preguntado por qué tienen este tipo de mujeres tal afición por la decoración y los anticuarios y también cómo hay hombres tan ciegos a la amenaza que constituye una mujer así.



Vi la película en versión doblada, cosas que ocurren, por lo que me resisto a dar una opinión completa sobre la interpretación de los actores que dan vida a los personajes que en el San Francisco de la película coexisten con Jasmine. Supongo que en versión original tendrán más gracia los chistes y gags  que aquí doblaron con un acento barriobajero que no existe, salvo en el baúl de los doblajes antiguos y raros. A pesar de ello me los creí a todos, más que a ninguno a Ginger, la atónita, sufrida, alegre y real hermana de Jasmine. Y, sobre todo, me compadecí de todos ellos por tener que soportar, sin matarla, a la neurótica que les ha tocado en suerte y que, desde su desequilibrio, arrasa con todo.


Me gustó la película y me gustó el final. Con frecuencia prefiero que ganen los personajes secundarios.



Inmaculada Reina
Punto y Seguido

lunes, 2 de diciembre de 2013

5ª EDICION DEL FESTIVAL Ñ DE LITERATURA


Este año pude asistir a la 5ª Edición del Festival Eñe de literatura con  Andrea Vinci, asistimos a muchas de las conferencias que se ofrecieron y nos perdimos otras tantas. Os dejo un resumen de algunas de las que tomé notas.

Juan Eslava Galán y Santiago Posteguillo “En busca de la esencia a través de la historia”



Aunque a algunos les pueda parecer extraño, para llegar a conocer la esencia del ser humano (objetivo y tema principal de las grandes novelas),  a veces hay que arrancarle el disfraz con que la actualidad nos lo oculta. Desprovisto de toda la parafernalia tecnológica con la que se distrae de la tarea de observarse, el hombre queda diáfano a la altura del lector.
En la novela histórica muchas veces el equilibrio entre el peso del personaje y la trama o la ambientación son importantes. En Memorias de Adriano, Margarite Yourcenar solo toma del personaje lo que le gustaba de él y lo engrandece al máximo, obviando todo lo negativo el lado histórico   de este personaje.  En la novela histórica es importante el equilibrio entre la ficción y lo histórico, suele ser difícil trazar la línea que los separa.
Escribir una novela histórica es como hacer un edificio. Hace falta una arquitectura, un andamiaje, unos planos a seguir.  Estos son la documentación, la investigación que hay que hacer antes de empezar, las fichas de personajes, pero si se quiere aplicar todo lo que se ha investigado, la novela corre el riesgo de convertirse en un plomazo. Que no se note el andamiaje y los datos históricos sean lo más exactos posible son puntos a tener en cuenta. El lector de novela histórica quiere aprender mientras se deleita y a muchos les interesa saber qué hay de verdad o ficción en la trama.
Hoy en día el lector guarda en su retina muchas imágenes de películas, por eso hoy no son necesarias las grandes descripciones como en las novelas del siglo diecinueve. En el cine se va combinando acción y reflexión y la literatura ha copiado este estilo para este género. Son muy importantes los detalles de la época, por ejemplo no se puede poner a unos monjes plantando tomates antes de la fecha del descubrimiento de América.
En la novela histórica se busca como sorprender al lector, tarea cada vez más ardua,  por eso hay que busca el ángulo inesperado, es decir poner la cámara dónde no se ha puesto aún, buscar con la imaginación formas distintas de narrar,  por ejemplo en las carreras de cuadrigas de Ben Hur,  se puede narrar desde el punto de vista de los caballos que son los protagonistas que están dentro de  la acción.
Los tipos de narrador también ayudan a contar la historia de una forma u otra, en narrador en primera persona tiene la fuerza de la empatía, pero cuesta abarcar todo lo que se quiere contar. Sin embargo el narrador en tercera persona es estupendo para las novelas corales que van saltando de una acción a otra, es fundamental acertar con el tipo de narrador para la historia que vamos a contar.



Lara Moreno, Alberto Marcos, Llucía Ramis y Javier Morales Ortiz: “Voces nuevas ¿a contracorriente?”

Pese a las voces que auguran el final de la ficción como la entendíamos y solo le dan posibilidades de futuro a las tele series y los vídeo juegos, hay quienes siguen eligiendo la novela y el cuento como la forma de expresión más adecuada para canalizar su afán narrativo. Es el momento de escuchar las nuevas voces que vienen, para algunos, a contracorriente y, para otros, llevados por la corriente más poderosa.
Tenemos tendencia a creernos lo que vemos escrito, escribir una novela es como estar enamorado, como una locura temporal, somos más felices pero nos volvemos neuróticos. El escritor escribe porque prefiere aislarse antes que relacionarse. Suele ser una persona insegura, tímida, egocéntrica… En las redes sociales se tiende al exhibicionismo,  por favor que venga alguien a la presentación de mi libro. Un lugar dónde todo el mundo puede ser famoso, l pero no reconocido, porque no nos leen. A través de las redes sociales se pone el nombre en el mapa. Tal como están los medios hoy en día es muy difícil que entrevisten a un autor nuevo, a no ser que le hayan concedido un premio, le conoce un círculo de gente muy reducido. Hoy en día hay que perder la timidez y ser el vendedor de tus propios libros. Las editoriales independientes de valen mucho de las redes sociales para publicitarse.





Javier Reverte y Andrés Amorós: “Viajes, crónicas e impresiones”


 Viajar y contarlo por escrito después no es ni mucho menos cosa de hoy. Lo hizo Marco Polo, lo hizo Cervantes en la voz de Don Quijote y lo siguen haciendo los escritores de hoy porque sirve para comprender mejor la realidad y  para hacer viajar al lector sin salir de casa. Uno de los grandes viajeros de la literatura española fue Ramón Pérez de Ayala, cuyas imprescindibles crónicas acaba de recopilar Adrés Amorós.

“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”  Lao-tsé

Para hacer una buena crónica viajera hay que fijarse en el entorno con una mirada ingenua y sobre todo con sentido del humor. Hay que aprender a reírse de uno mismo, así habrá para reírse toda la vida.

Si os apetece leer más sobre el Festival Eñe podéis visitar mi blog Cafeteando Loli 2.0

                                                                                   Loli Pérez
                                                                                  Punto y Seguido


martes, 26 de noviembre de 2013

FESTIVAL Ñ – MADRID 2013

Este fue mi primer Festival Ñ y siento que hubo para todos los gustos: humor, cuento, novela histórica, best seller, autores nóveles, bibliópatas, traductores, lucha libro, entrega de premios y mucho frío en un Madrid posnuclear que continuó luciendo sus mejores galas inmersa en la basura. Poca gente para el evento, desperdigados entre las varias plantas del Bellas Artes. El sábado por la tarde la audiencia subió muy a pesar del aguanieve que empapó las calles de la ciudad.


Lo que estimo que todos lamentamos es la obligación de elegir, de no quedarnos en el limbo de la librería de la segunda planta y aventurarnos por unos u otros, como si los buenos o malos oradores fueran directamente proporcionales a los buenos o malos libros.

         ¿Me hice tantos kilómetros para escuchar, otra vez, a Mauricio Montiel hablar de su twitt-novela? Pues fue lo que ocurrió. Me dejé llevar por Loli Pérez que muy concienzudamente organizó su itinerario, y éste incluía a los mexicanos.
         ¿Qué puedo resaltar de ambos días? Que las obsesiones de los coleccionistas son iguales, ya sea que junten jirafas o libros, que las traducciones, últimamente, parecen hechas por el traductor de Google, aunque hay raras excepciones, joyitas, según Elena Ramírez, que si escribimos una novela histórica podemos documentarnos tras escribir el primer borrador, aunque algunos caballos blancos se terminen convirtiendo en negros, que hay escritoras jóvenes a las que «la suerte las acompaña», que Pérez de Ayala fue un gran cronista de viajes, que el humor no tiene caché y que Jon Bilbao está hartito de los decálogos del cuento.

         Lidiamos con la natural chispa de Roncagliolo, con las anécdotas jocosas de Bonilla y Albero y con el forzado gracejo de Orejudo y Reig. Mientras Postiguillo y Eslava Galán alabaron a «Alatriste», Reig se rió de la falta de humor del ex guardia civil. Por eso digo que hubo para todos.



         Me fui con la certeza de que algunos escritores nunca acudirán a este festival, pero de la duda permanente de «ser o no ser» un escritor, de si está bien divertirse o sufrir, de estar a favor o en contra de las nuevas tecnologías, de promocionarse en Facebook o ser un Salinger, de escribir a mano o en ordenador, en papel blanco, rosa o sin papel, de si el mercado en español crece o decae, no resolví nada. Cada maestrito con su librito, y a currar, que no tenemos un Harry Potter.
Andrea Vinci
Punto y Seguido


viernes, 22 de noviembre de 2013

LA ETERNIDAD


Cálculos celestiales. Inmaculada Reina.

Yo estudiaba en un colegio que era un gran caserón encima de un monte. Cuando se nublaba, las nubes quedaban por debajo de la ventanas de mi clase y parecía que íbamos de viaje.
Ahora, cuando voy en avión y subimos por encima de las nubes cierro los ojos y, al abrirlos, la Hermana Pura está explicando ecuaciones en la pizarra.

Punto y Seguido

miércoles, 20 de noviembre de 2013

KATHMANDU. EL GOBIERNO DE LOS PERROS



En Kathmandú, los dueños de la noche son los perros. Por la madrugada, interrumpiendo el sueño de sus habitantes, solo se oyen peleas de perros callejeros. Con sus ladridos, las jaurías defienden su territorio. No es casual, en la ciudad hay muchos vagabundeando por las calles, alimentándose de las basuras y bebiendo de los charcos. Por la mañana los encuentras durmiendo al sol o acurrucados junto a los templos o los rimeros de ladrillos. Al pasar junto a ellos a veces levantan la cabeza pulgosa y elevan una mirada indiferente y cansina, como quien despierta después de una noche de resaca, como quien regresa de una batalla.
Los nepalíes se enorgullecen de ser el techo del mundo. No en vano, en los kilómetros cuadrados de superficie de Nepal se concentran gran parte de los picos más altos del mundo, entre ellos ochomiles legendarios como el Annapurna, Shisha Pangma, Cho Oyu, Kangchenjunga… y el más alto de todos, el Everest. Nepal toca el cielo con los dedos de la naturaleza y en pocos kilómetros es capaz de descender hasta el infierno caótico de sus ciudades construidas por el hombre. Bajo ese techo nevado descienden en torrente sus ríos y riegan un paisaje a veces selvático, y otras veces canalizado en los bancales de arroz que transforman las laderas en mantos aterciopelados. Junto a este cauce, el hombre ha construido sus aldeas de piedra y madera y sus ciudades desordenadas. La religión, hinduista y budista ha servido de argamasa para unir a sus habitantes a lo largo de los años, utilizando sus principios de tolerancia, pero sobre todo de satisfecha resignación ante la injusta distribución de la riqueza.


Nepal es un país en desarrollo, y camina torpemente como muchos otros de este continente. La globalización los ha lanzado a una carrera por llegar cuanto antes a un sucedáneo de occidentalización, de esa occidentalización hipócrita que se vende a precio de saldo en las películas. Una modernidad que quieren alcanzar sin cimentar los pilares que sostengan un desarrollo sostenible. Por eso da la impresión de que sus ciudades son improvisadas. Casas destartaladas se entreveran con edificios de cristal y elegantes centros comerciales; los ridículos comercios tradicionales y los puestos callejeros comparten espacio con los establecimientos de marcas y concesionarios de motos; la informática ha llenado los rincones más oscuros y es posible acceder a tu cuenta de correo dentro de un edificio histórico que amenaza ruina. Así, de esta manera se pretende llegar cuanto antes a esos espejismos de confortabilidad que les enviamos continuamente a través de la red.
Por entre los estrechos callejones de Thamel, los nepalíes ricos pasean sus prepotentes todoterrenos pisando los baches encharcados por el monzón. No es raro ver apartarse un ciclo rick shaw conducido por un escuálido ciclista de piel renegrida y callosa. Kathmandú, como su vertiginoso paisaje, es una continua contradicción, sin embargo ese conflicto aún está lejos de resolverse pues, como ya comenté, la religión se ha esmerado en apaciguar esas diferencias.
Todos los días hay cortes de luz, eso sí, están programados por el gobierno para ahorrar energía. Todo el mundo sabe de antemano a qué hora del día se va a cortar la corriente (cada día se cambia el intervalo) Todo el mundo lo sabe, no hay problema. Los negocios turísticos tienen preparados sus generadores de corriente que funcionan con combustible y aquí no ha pasado nada. En unos segundos la luz vuelve a los hoteles, las tiendas y restaurantes, las calles de los barrios turísticos se iluminan como una feria. En el resto de barrios todo queda a oscuras, los nepalíes, amables y humildes, también tienen preparadas velas y en la intimidad alumbran sus paredes. En esos momentos, solo los faros de los taxis y las motos iluminan esas plazas y callejones, hasta que pasadas las diez la ciudad comienza a quedarse desierta. Kathmandú, una noche más, queda al gobierno de los perros.

lunes, 18 de noviembre de 2013

EL TRONCO PARLANTE


"Ven, no te vayas tenemos muchas cosas que contarte" me dicen cada vez que paso por su lado. Le doy la vuelta y me quedo un rato bajo sus ramas. Entonces abren sus ojillos soñolientos y extienden sus brazos en un bostezo y empiezan a hablar muy rápido todos a la vez y no entiendo nada. Entra un turista al patio, con su cámara de fotos en mano. Al momento se vuelven inanimados, cierran sus ojillos, sus bocas enmudecen y regresan a mimetizarse en los nudos de esa corteza que los suplanta, abrazados a ese tronco centenario y gris.


Cafeteando con Loli
 Foto de Loli Pérez

viernes, 15 de noviembre de 2013

LO QUE SE RECUERDA



He vuelto a leer Lo que se recuerda, el relato de Alice Munro incluido en su libro Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio de 2001, y he descubierto detalles nuevos, pequeñas alusiones que me habían pasado desapercibidas en anteriores lecturas. La escritura de Munro tiene esa cualidad, como de capas superpuestas que solo puedes descubrir según vayas haciendo distintas relecturas. En la superficie está la capa compuesta por los personajes y  por los hechos y acontecimientos que configuran  la historia. Mas abajo está la capa de los motivos y los distintos razonamientos que provocan y justifican  esos hechos. En la tercera capa, la de más abajo, aparecen todos esos pequeños detalles, alguna frase suelta, alguna puntualización en la descripción, que conforma el verdadero andamiaje del relato.

Lo que se recuerda trata de las trampas del recuerdo y de cómo, sin apenas reparar en ello, utilizamos los mecanismos de la memoria para justificar nuestra cobardía. La protagonista, Meriel, es una joven casada que tiene un encuentro sexual con un médico al que conoce en el funeral de un amigo de su marido. Cuando se despiden, la tarde de ese encuentro, ella decide dos cosas: una, que seguirá con su marido; y dos, que no volverá a ver al médico. Años más tarde, después de las muertes del médico y del marido, Meriel recuerda un detalle de aquel encuentro, un comentario que ella pasó por alto y que fue determinante para que pudiera mantenerse firme en aquellas dos decisiones.





En el inicio del texto se expone claramente el tema principal del relato pero con un discurso que va en dos direcciones. El matrimonio está en el hotel vistiéndose para acudir al funeral y Meriel, que se ha puesto unos guantes blancos, recuerda en ese momento algo que leyó de la reina Sirikyt de Tailandia. Ponte siempre guantes blancos, es lo mejor, le había dicho Balmain a la reina. Ella sonríe al recordar y el marido le pregunta por qué sonríe. Meriel relata su recuerdo, pero omite el sentido de su sonrisa. Ahí está todo: Por una parte lo que recordamos,  la forma en que aparece el recuerdo y lo adaptamos a cualquier situación. Y por la otra, el sentido de ese recuerdo,  los guantes blancos, algo que a la vez que oculta, nos muestra de una manera distinta. De la convergencia de esas dos perspectivas surge el tema central del relato: cómo utilizamos los recuerdos para mantener la imagen que queremos mostrar de nosotros.

Por qué Meriel a lo largo de su vida no recuerda ese detalle que pudo ser decisivo en su vida. Por qué cuando va en el barco, una vez separada del médico, decide modelar ese recuerdo, hacerlo a su medida, imaginar un hotel en vez de un sórdido apartamento, desechando y añadiendo detalles conforme va pasando el tiempo.

Encuentro que existe una cierta relación entre este relato y Escapada de Richard Russo (Munro tiene un libro de cuentos con ese título), en aquel, una mujer huye de su marido y de una vida previsible, pero al volver a casa decide olvidar lo ocurrido. En Lo que se recuerda, Meriel transforma su recuerdo, cambia elementos del decorado y añade nuevos detalles. El relato de Russo tiene un final sorprendente donde una arandela en la boca del marido da una nueva perspectiva al personaje, desplazando el enfoque de toda la historia. En este, el hallazgo del detalle que no se recordó en treinta años, añade un nuevo matiz al personaje de Meriel, también al del médico, pero sobre todo establece, de una manera hermosísima y a la vez contundente, el sentido real de la propia historia.


El relato se divide en tres partes, estructurado a su vez en nueve bloques. La primera parte, hasta el bloque cuatro, transcurre sin ningún conflicto aparente. La acción se desarrolla después del funeral en casa de los padres de Jonás, y a la vez que aparecen los distintos personajes, se nos va relatando detalles de la vida en común de la pareja protagonista, del inicio de su vida de casados. Ya en el tercer bloque, con la presentación de Asher, el médico, que no llevaba traje, y la breve conversación que mantiene con Meriel ―cierto esfuerzo en la cortesía de él le hizo pensar que había estado odiosa― aparece la primera llamada de atención.
La segunda parte desarrolla la aventura de Meriel. Asher se ofrece a llevarla a visitar a su tía, y esta, puntualiza  “Ese no es tu marido” poniendo de manifiesto la tensión sexual latente entre los personajes: Asher aprieta la mano de Meriel, o le despega el vestido de la espalda. Tensión que se dispara en la escena del parque “Llévame a otro sitio”, le dice Meriel.
La tercera parte, bloques del seis al nueve, transcurren treinta años después, y en todos ellos hay un continuo rememorar del viaje en el ferri y de la tarde que pasó con Asher, hasta que en el último bloque aparece el detalle que Meriel no había recordado.

Existe un desenlace previo al desenlace final. La escena en que Meriel y su marido hablan de la novela Padres e Hijos de Turgueniev, aquí queda clara la postura de ella con respecto a su relación con Asher, la protagonista de la novela, utilizando la razón, rechaza el amor de Bazarov. Meriel, reprocha que el autor que se inmiscuya, que no apoye esa unión, cuando ella misma actuó así en su relación con el médico. En estos últimos párrafos queda clara toda la repercusión que tuvo el encuentro, con ese final en que "hasta pudo tirarse al mar recompensada como seguramente no volvería a estar nunca” El relato podría haber acabado aquí y sería perfecto, pero en ese momento aparece lo que se recuerda, aquello que nunca había sido recordado, algo aparentemente insignificante, sin lo cual, Meriel, no hubiera podido mantenerse firme todos estos años: ponerse su guante blanco un día tras otro. 

fotos de Brassai

Miguel núñez ballesteros
Punto y Seguido

miércoles, 13 de noviembre de 2013

CHAWTON ( I )



26 de Julio de 1809

“...En cuanto a nosotros, muy bien estamos,
como indica la prosa sin afectación.
La pluma de Cassandra pintará nuestra posesión,
las muchas comodidades que nos aguardan
en nuestra casa de Chawton, cuánto encontramos
ya en ella para solaz de nuestra mente;
y convencidos estamos de que cuando todo esté completo
no habrá casa de mayor respeto,
tanto si es nueva como arreglada,
de habitaciones concisas, o habitaciones regaladas...”


                                                Jane Austen


Parte de un poema que escribió Jane Austen a su hermano Francis, una vez establecida en su nueva casa Chawton Cottage, en Alton (East Hampshire), donde vivió junto a su madre y a su hermana Cassandra desde mediados de 1809 hasta mediados de 1817, año de su muerte en Winchester, donde fue enterrada en la nave norte de su catedral.

Chawton Cottage era una casa cuadrada y sólida, con habitaciones soleadas y bien proporcionadas. Tenía un jardín grande y el camino principal de Winchester pasaba por debajo de las ventanas delanteras. Hoy día el jardín es algo más pequeño, pero por lo demás, podría decirse que el tiempo se paró en Chawton Cottage y que allí se quedaron no sólo las estancias, los objetos y recuerdos de la familia Austen, sino los grandes años creativos de Jane Austen.

Chawton Cottage (Fotografía Isabel Merino)

Jane Austen tocaba el piano al empezar el día, para no molestar a los demás. Su tarea particular era preparar el desayuno. Ella y su hermana Cassandra se encargaban de las labores de la casa, mientras su madre se dedicaba a las labores del jardín, aunque la mayor parte del tiempo, Jane se dedicaba a escribir. Si aparecían visitas, ponía rápidamente las pequeñas páginas manuscritas debajo del secante; y la puerta de la sala hacía un crujido que decidieron no reparar (sigue con él) con el fin de que lo oyera cuando se acercaba alguien. 

¿Es acaso una casa una ciudad? ¿Quién puede afirmarlo o negarlo rotundamente? Cuando viajo, para mí también lo son el trayecto, el medio de transporte, las gentes, los sueños, las divagaciones. La arquitectura. El cielo. El olor. Las ventanas. El suelo. Las sonrisas. Todo.

Desde que partimos en tren desde Londres hacia Alton, en Hampshire, todo lo que nos aconteció fue novelesco. Incluso los pasajeros que se agolpaban en el vagón y hablaban un inglés difuso. Todos ellos, personajes situados en el escenario justo y preciso: la campiña inglesa. Que se movía a ratos lenta, a ratos rápida, tras la ventana fría en la que apoyaba mi nariz.

09 de Abril de 2009. Escribo: A medida que el tren avanza, en vez de recorrer millas o kilómetros, lo hace en tiempo, en años, en un par de siglos, y sé que cuando llegue a Chawton, Jane Austen me estará esperando. El tren se detiene en la estación de Alton, en el condado de Hampshire. Dejo de escribir. Me remuevo en el asiento. Es rojo. Cruje. Las puertas se abren y contengo la respiración. Hemos llegado. Un inglés de mediana edad se pasea por el andén. No lleva patillas, ni chaqueta con faldón o pantalón a media pierna. (Seguimos en el Siglo XXI). 

Estación de Alton. (Hampshire)

Llovizna y hace frío. Llevo un mapa dibujado a bolígrafo en mi cuaderno. Parece el mapa de un tesoro. (Lo es). La X del tesoro está situada sobre el dibujo de una casa cuadrada. Para encontrarlo hemos de coger un taxi. Es blanco. El conductor es amable y tiene un bigotito a lo Charles Chaplin. A casa de Jane Austen, digo. Y cuando lo digo, en inglés, imagino a Jane en la puerta, (moviendo los pies, nerviosa), esperándome. Me dará dos besos y me dirá: querida, te esperaba desde hace tanto... pasa. Y entro. El taxista hace la ruta varias veces al día. Los extranjeros sólo llegan a Alton para preguntar cómo se llega a Chawton, dice. Mis amigas van sentadas detrás y yo voy a su lado. Y es extraño, porque en España ese es el asiento del conductor y no el del copiloto. Muevo los pies sobre un acelerador y un freno invisibles. Cuando el conductor gira, muevo los brazos como si girase yo el volante que no tengo. Las marchas se cambian con la mano izquierda. Se conduce por el carril contrario. ¡Qué locura! Es extraña Inglaterra, arraigada en sus costumbres, pero me gusta. Me fascina. En la parte trasera del taxi alguien se ha dejado unos zapatos de tacón. El taxista los observa por el espejo retrovisor. Pensamos que en realidad son suyos, y que cuando nos deje en Chawton y acabe su turno, se los pondrá y se irá andando a casa. A través de un camino lleno de olmos, entrará en un edificio de la época regente, cambiará los tacones por pantuflas, y la chaqueta por una bata de guatiné, y anotará en su libretita que hoy llevó a otras turistas a la casa donde una vez vivió aquella escritora. Y no recordará nuestros nombres porque no los preguntó. Anónimas, escribirá. Españolas.



Cierro los ojos un instante. El taxista me da una tarjeta y abandona el lugar. El aire frío entra a mis pulmones. Estoy en Chawton Village, en casa de mi escritora favorita. Mis amigas me han concedido este deseo. Jane Austen vivió en esta casa sus últimos ocho años, revisó sus novelas y recibió las noticias de sus publicaciones. Aquí, en fin, Lizzy Bennet y Fitzwilliam Darcy la ayudaron a mejorar su Primeras Impresiones para transformarla en Orgullo y Prejuicio. Sobre aquella mesita, en hojas sueltas, al alba, a solas, con pluma y tinta negra. A mano. ¡Mi novela favorita!

Mesa donde Jane Austen escribió y/o mejoró sus novelas

Observo el camino. La lluvia ha cubierto la carretera de charcos. Son espejos. Chawton Cottage se refleja en ellos y adonde quiera que mire, la casa está allí. Nos abrimos paso entre los tulipanes rosas. Un par de carteles, junto a la puerta de entrada, nos dan la bienvenida. En uno de ellos pone el horario de apertura, en el otro “Jane Austen's House”.

Fotografía de Isabel Merino




Ya estoy aquí, Jane.  



                                          

Punto y seguido.