sábado, 29 de junio de 2013

ALGUNAS CERTEZAS SOBRE EL CUENTO


Presenciar una «mesa redonda» sobre el cuento (o relato, como lo llaman en España), es escuchar mucho de lo ya sabido, desechar lo que no nos interesa o consideramos repetitivo, pero también confirmar muchas de nuestras sospechas.

El pasado jueves 20 participé en una de esas mesas en una de las Librerías de El Péndulo (para los que viven del otro lado del charco o al sur del sur, son unas Cafebrerías, así se intitulan, pequeña cadena de librerías-cafeterías-teatros). Moderó Claudia Guillén y en la mesa estuvieron Jorge Bonne («Las Afueras», «Traducción a lengua extraña»), Mauricio Montiel («La penumbra inconveniente», «Los animales invisibles»), Bernardo Esquinca («Los escritores invisibles», «Los niños de paja»), Alberto Chimal («Siete», «El último explorador»).

Lo de siempre: ¿El cuento debe ganar por knock out o por puntos? Hace años que murió Cortázar pero seguimos citándolo. Sabemos que el cuento ha ido cambiando con los años y que los clásicos siguen siendo nuestros maestros, que están para aprender y aprehender de ellos, pero que debemos superarlos. Tal vez por eso Esquinca piensa que ya no es tan necesario ganar por knock out, para lo cual puso como ejemplo a «Últimos atardeceres en la tierra» de Bolaño, o Bonne lo considere tan cercano a la poesía: «…rápido, certero y debe dejar una sensación de “aroma” que no sé definir». Montiel, que continúa pensando como Cortázar, mostró similitudes con el teatro: «Si sacas una pistola en el primer acto, debes detonarla en el tercero», aludiendo a la importancia de desechar lo elementos inservibles. Chimal enfocó su respuesta desde la construcción (o  deconstrucción) del texto: Un primer momento extraño, simétrico, caprichoso, libre y un segundo momento destinado a revisar, contrastar, y afirmó que en ese instante uno toca de oído, porque allí «todo es nuevo», es donde se hace la diferencia, la novedad e incluso la no repetición.



Después le tocó el turno a otro tema central: los escenarios, propios y de los personajes. Dónde escribimos y dónde transcurren nuestras historias. Algunos lo llaman atmósfera y otros, simplemente, escenario. Y aquí es importante puntualizar que cada uno tiene sus preocupaciones, sus temas, sus obsesiones, y dentro de ellos hay o no «espacios» más o menos fijos, atmósferas, más o menos acentuadas, y eso tiene relación directa, como es lógico, con el tono de los relatos. Para Bonne son importantes los espacios que no se pueden habitar, los que excluyen a los humanos, las casas vacías, los bloqueos internos, por ejemplo. Para Montiel el espacio tiene que tener un pie en la realidad y otro en la imaginación, y los personajes deben saber moverse por ese espacio. Para Esquinca lo importante es lo que no cuenta, es decir, los espacios vacios, y como David Lynch, se siente decepcionado cuando un misterio se resuelve. Necesita que el lector complete esos espacios. Para Chimal los espacios, en principio, no tienen importancia. Sus cuentos giran en torno al cambio en el personaje, a la forma en que se modifica, «El espacio viene después, las experiencias están primero, los “momentos boderline” que no pueden asimilar, en lo grotesco, por ejemplo».

Luego comenzó una discusión sobre las nuevas tecnologías, sobre los microrrelos en twitter, e incluso la novela que escribe Montiel: @Elhombre detweed, y allí estaban sus fans. Sobre lo que está y hay que asumir, y aceptar lo cambios como otras formas de expresión: «Lo que no cambia es nuestra necesidad de utilizar el lenguaje».
Como resumen puedo decir que coincido con ellos en muchos puntos: en que ya no es necesario ganar por knock out, en que el cuento es muy cercano a la poesía, en que la atmósfera es importante, pero mucho más lo que no cuenta. Puede que el personaje cambie. Puede que sólo piense en cambiar. Puede que el lector sólo lo intuya. Los temas que lo fraccionan son apasionantes, pero los sutiles se aproximan más a nuestras almas. La plataforma en la que escribimos ya poco importa, nos vamos acostumbrando. Antes sentía que al escribir poesía en la computadora salía fría y distante. Ahora ya no me pasa. Estimo que me cansé de pasar en limpio...


 Finalmente, en lo que coincidieron todos, es en que la teoría sirve de poco, que a escribir se aprende escribiendo y en que la mayoría de los talleres de escritura sacan escritores «clónicos». Así que como no podemos esperar a las musas, y la vida es corta, a escribir, que esto es un trabajo.

Punto y Seguido

Ilustración de Starry John

viernes, 28 de junio de 2013

ZAGREB



Hace unos días, un amigo me invitó a compartir en una red social un chat tridimensional. Me quedé perplejo por el gran avance de las nuevas tecnologías, que además de poder hablar con un amigo, te ofrecían la posibilidad de estar sentado frente a él. Su siguiente frase me hizo enrojecer … ¿Dónde quedamos?


Me acordé entonces de Zagreb, una ciudad donde la tertulia es deporte nacional. Cuenta la historia que antiguamente se fundaron dos ciudades sobre dos colinas: Kaptol, controlada por la Iglesia y Gradec fomentada por el estado. A lo largo de los siglos estas ciudades rivalizaron en religiosidad, comercio y prosperidad llegando incluso a conflictos y guerras entre ellos. Finalmente tuvieron que unirse para repeler a enemigos que llegaban del exterior y así fue como se fundó la capital de Croacia: Zagreb. Que no sea en los libros de historia, hoy ya no se habla de Gradec y Kaptol, sino de la ciudad alta y la ciudad baja. Zagreb se ha convertido en una gran capital de corte centro europeo, de amplias avenidas, elegantes edificios neoclásicos, que ha crecido extendiéndose más allá de las faldas de las dos primitivas colinas y que conserva en su entorno elegantes jardines entre sus avenidas y varios bosques de castaños alrededor de su casco urbano. Pasear por sus calles es un verdadero placer, pues el centro urbano está privado, en su mayoría, de la circulación de vehículos y tan solo el tranvía y las bicicletas circulan por el asfalto. Las enormes plazas como la de Ban Josip Jelacic, con su gran estatua ecuestre en cuyo pedestal se citan los jóvenes para irse a la discoteca o al bar de moda; los jardines afrancesados como el Tomislavov, donde corretean los niños mientras los padres respiran tranquilos la tarde de domingo; la calle peatonal de Tkalciceva, lugar de concentración de bares, cafeterías y restaurantes con las mesas convertidas en tribuna callejera para contemplar el paso de la gente; o el bulevard de Strossmayerovo en Gradec, salpicado de parejitas de arrullos y brazos entrelazados sentados en los bancos frente a unas vistas inmejorables de la ciudad baja. También resulta agradable sentarse en una de sus mesas a saborear un expreso y observar el trajín de personas por la Plaza de Petar (con los Kioskos de flores) o frente al mercado de Dolac tachonado de sombrillas rojas que resguardan del sol los puestecillos de verduras, hortalizas y frutas. Las calles de Zagreb siempre ofrecen al menos un café con su terraza para compartir un rato de charla, o simplemente leer un libro, aunque sea un best seller.

Todos esos lugares conforman la capital de Croacia, una metrópolis cuyos ciudadanos al fin respiran paz. Es como si aquellos antiguos habitantes de Gradec y Kaptol estuviesen condenados por los siglos y los siglos a conversar y entenderse, o a debatir y luchar entre ellos. Puede que sea esa pasión por la tertulia lo que caracteriza a esta ciudad repleta de cafés y terrazas en los que la palabra sustituye a la pantalla.

Ea pues, ¿dónde quedamos?


Punto y Seguido

jueves, 27 de junio de 2013

«ELENA SABE». CLAUDIA PIÑEIRO TAMBIÉN

Elena sabe. Camina lento, pero sabe. Ella nos explica su mundo desde su perspectiva. Ella nos dice lo que sabe y nosotros le creemos. Cómo no creerle. Desde ese hilo conductor nos arrastra, pero con su variable: no es una mujer cualquiera, ni sabe cualquier cosa. Elena tiene Parkinson, lo sabemos de entrada y desde esta mirada el texto se articula en cuatro tiempos, como las cuatro pastillas que necesita Elena para «funcionar», si cabe la palabra, sola en la vida. Desde su lentitud, desde su mundo aparentemente simple, nos marca el paso. Y es lento. Y es agobiante, porque la enfermedad es agobiante, y porque la vejez, aunque Elena no es tan mayor, es ese lugar al que no queremos llegar. Sin embargo ella, con lo que sabe, o cree que sabe, nos arrastra de su hilo sin dejarnos respirar.


Claudia Piñeiro nos cuenta esta historia desde un narrador equisciente, con una voz singular donde por momentos parece que el mismo personaje describe sus movimientos, pero también sus pensamientos, sus sospechas, sus creencias, caminando en el límite de la voz personaje-escritor.

«Se trata de levantar el pie derecho, apenas unos centímetros del suelo, moverlo en el aire hacia adelante, tanto como para que sobrepase al pie izquierdo, y a esa distancia, la que sea, mucha o poca, hacerlo bajar.»



Así comienza el libro. Tres renglones para saber quién es el personaje principal. Algunos pocos más para saber qué busca: tuvo hija, Rita, que murió en una circunstancia extraña, y Elena quiere saber qué pasó.

Entre pastilla y pastilla, entre pequeños pasos, apretados, doloridos, vamos conociendo a Elena, y a Rita. Y sobre todo sabemos que «Elena sabe», o mejor dicho, sabemos lo que Elena sabe. Esa frase, como un latiguillo, nos marcará el leit motiv del libro. Porque va de eso: Qué sabe Elena.

Llegar hasta el final es contemplarnos en el espejo de aquello que no sabemos ni queremos saber. Llegar al final del libro para digerir lo indigerible: la muerte. Y sobre todo la muerte por elección, la que no queremos nombrar, ni pensar en que podría ser posible. Qué sabemos, qué queremos saber, qué negamos. Se preguntarán si desvelo algo al decir esto. Pues no. El libro te lleva de la mano, te arrastra aunque no quieras.

         Sé que no la encontrarán ni en España ni en México, aunque sí otras de sus novelas. Yo la conseguí en mi tierra. Espero que algún día Alfaguara piense que todos merecen leerla. En papel, digo.

Punto y Seguido

Le dedico esta entrada a mi querida y añorada amiga V. F., que hace casi veinte años decidió «irse», y yo nunca supe.



martes, 25 de junio de 2013

SANA, SANA

Me acosté en el filo de la cama para no despertar a Raúl. No le gusta que planche de noche, así que le dije que iba a terminar de ver la serie. El reloj de la mesita me dio las buenas noches a las dos y media, y los buenos días a las siete.
         Dicen que a quien madruga Dios le ayuda, y yo me he puesto en cola, a ver cuándo me toca. Mientras espero el premio divino, voy contándole a Susi el cuento de los conejitos y los lacitos para que aprenda a atarse sola los cordones de las manoletinas. Raúl dice que así no aprenderá a atárselos nunca, pero Damián aprendió con ese juego, y ya se ata solo las deportivas.

         Cuando la ducha dejó de sonar le pedí a Raúl que fuera despertando a Ismael y lo sacara de la cuna.

         —Aquí está el Rey de la casa —dijo al entrar en el cuarto de los niños con Ismael en brazos.

Susi y Damián besaron a su hermano y bajaron a tomarse el desayuno. Miré el reloj antes de coger a Ismael para cambiarlo. Raúl nos miraba apoyado en el quicio de la puerta.

—¿Y mi camisa de rayas azules?

—Sin planchar —contesté mientras le echaba los polvitos de talco a Ismael.

—Hoy llevo el traje azul. Tenemos firma en el notario. Ya sabes, siempre que llevo el traje azul, el día me sale redondo.

—Puedes ponerte la camisa de cuadros, esa le va bien al traje y está planchada.

Ismael comenzó a llorar y tuve que levantarme y dar vueltas con él por la habitación.

—Será sólo un minuto, Esther. Yo termino con Ismael.

         Ya sé que soy un cielo. No necesita decírmelo todos los días antes de irse a trabajar. Hoy me ha tocado un beso en la frente. Tal vez mañana tenga más suerte.

         El autobús del cole ha llegado antes de tiempo, y Damián ha vuelto a irse sin terminarse el Cola Cao. Susi se ha pegado un golpe con la nevera y no quería subir al autobús hasta que se le pasara el llanto. Le he cantado el «sana sana, culito de rana» y se ha quedado más tranquila. Ismael se ha dejado amarrar en su sillita y no ha protestado demasiado cuando lo he dejado en la guardería.

He llegado antes que Don Tomás a la oficina, así que me ha tocado abrir. La mañana ha sido un caos de teléfono, impuestos, balances, cobros y pagos.

         En el atasco de las dos he tenido tiempo de gritar dentro del coche, con las ventanillas subidas y la música bien alta. Hoy he gritado por no haber escogido otra profesión.

         Raúl ha aparecido a las tres y media y me he dejado besar la frente de nuevo. Damián y Susi ya han comido, pero Ismael es de trato difícil con la cuchara. Me ha llevado todo el mediodía hacer que se comiera un simple Potito. Miro el reloj antes de tomarme un par de cucharadas de su plato intentado que él quiera imitarme.

—Raúl te dejo el plato aquí, inténtalo más tarde. Tengo que irme.

—¿No has comido? —pregunta sin apartar la vista de la televisión.

—No —respondo mientras le quito el babero a Ismael.

—¿Qué quieres, adelgazar? Siéntate tranquila y come.

—Hoy no me da tiempo.

         Raúl me ha cerrado la puerta sin mirarme, con Ismael en brazos. Damián y Susi me han dicho adiós desde la ventana. Les he sonreído y les he lanzado un beso antes de subirme en el coche. Don Tomás me espera temprano para comenzar la auditoría y no puedo retrasarme.

         Aún no son las nueve y ya ha anochecido. Después de todo el día esperando en la cola de la ayuda al madrugador he obtenido mi premio: Hoy me ha tocado llegar antes a casa. Pero no había nadie cuando llegué. Raúl dejó una nota pegada en el frigorífico: Estamos en casa de mis padres. Así que aproveché para fregar los platos del mediodía y para preparar la comida de mañana.

         Raúl ha llegado agotado, pobrecito. Le he preparado un baño de agua caliente para que se relaje.

—No sabes lo que es pasar la tarde con los niños, Esther.

         Mis tres gorditos han llegado con hambre. He cenado con ellos y luego he subido a bañarlos. Como ha empezado mi serie favorita, Raúl se ha ofrecido a verla él sólo para poder contármela luego. Me conseguí un buen marido, diga lo que diga mi madre. Siempre está pendiente de mí.

         Susi me ha pedido que le cuente el cuento de la Cenicienta antes de dormir, y Damián el del Soldadito de Plomo. A Ismael le he tenido que cantar una nana. Es medianoche y al fin se han dormido y tengo tiempo para mi maridito. Me desabrocho unos cuantos botones del pijama y me siento en el sofá junto a él, pero se ha quedado dormido. Pobrecito.

—Raúl, acuéstate —le digo acariciándole el pelo.

Ha abierto los ojos sobresaltado y se ha levantado tambaleándose.

—Sí, ¿vas a ver algo en la tele?

Lo miro sin contestar.

—Mañana necesito la camisa color salmón. ¿Está planchada?

No dejo de mirarlo mientras sube las escaleras. Me abotono el pijama, me acomodo en el sofá y tarareo: «Sana sana, culito de rana».

                                                                                               Isabel Merino
                                Finalista I Certámen de relatos «Las mujeres cuentan»
-Librería Luces-Málaga 2007

Foto bajada de internet



lunes, 24 de junio de 2013

MICROENSAYO SOBRE EL DINOSAURIO DE MONTERROSO

Dicen algunos que el dinosaurio de Monterroso está sobrevalorado, hiperplagiado, megacitado, que ya no sorprende a nadie, que se le rompió el humor de tanto usarlo…Pues yo no conozco ninguna persona que, al  leerlo por primera vez (o por segunda, o por tercera), no arquee los labios en una media sonrisa de Gioconda o no se le dibujen unos ojos pensadores (o ambas cosas a la vez).
Si ha llegado hasta donde está, será que algo tiene. ¿Qué será lo que tiene el dinosaurio? ¿Qué secreto esconden estas siete  palabras de Monterroso?
En mi opinión, lo que el dinosaurio tiene es que es la metáfora universal: el dinosaurio es todo y cualquier cosa puede ser el dinosaurio.
Es una Santísima Trinidad pagana(persona, animal o cosa), en términos concretos o abstractos. ¿Son los dinosaurios seres vivos, muertos o imaginarios? El dinosaurio es el Yin y el Yang, un concentrado filosófico que lo mismo sabe a Rousseau que a Maquiavelo, una cápsula para tratar el pesimismo y el optimismo perniciosos y el exceso de  idealismo y la racionalidad inflamada.
Monterroso no planteó tan solo la dualidad vida/sueño o realidad/ficción, sino que creó una ecuación perfecta en la que la x (el dinosaurio) tiene un valor infinito y total. Hablando en plata: el dinosaurio lo  mismo sirve para un roto que para un descosido.

Por eso es tan fácil jugar a hacer versiones del dinosaurio. Y por eso es tan difícil encontrar otras siete palabras (o diez, o doce) que lo desbanquen, que lo expulsen de su trono. Por mucho que durmamos, por mucho que soñemos, el dinosaurio siempre estará ahí.


Inmaculada Reina
Punto y Seguido

sábado, 22 de junio de 2013

LOS FINALES

«Ni se te ocurra contarme el final» advertimos cuando vemos a alguien lanzado en relatarnos una historia que nos interesa y que queremos descubrir por nosotros mismos, o también, «… y al final, ¿cómo acaba?» cuando la historia no nos interesa demasiado y queremos abreviar y conocer su conclusión. Los finales dan sentido a la historia. Al contrario que las primeras líneas del relato, que  tienen que remover  y atrapar al lector, el final tiene que expulsarlo del relato, devolverlo a su mundo anterior con la certeza de haber asistido a una experiencia única. Si hemos llegado hasta allí es porque el autor ha conseguido mantenernos, interesarnos con su historia y ahora tiene que dar el resto, su triple salto mortal con redoble de tambores, sin que se note, sin alzar la voz, sin que el lector descubra el artificio. Si el principio atrapa, el final excita y seduce.
Los que intentamos, más o menos, escribir historias, relatos, o como queramos llamar a eso que escribimos, muchas veces nos preguntamos si es necesario tener un final previsto antes de comenzar a escribir una historia. La idea del relato surge de pronto, a veces, en situaciones que ni siquiera reparamos en que están ahí y tenemos la urgencia de anotarlas, ir dándole forma y desarrollo, por lo que, tal vez, ponernos a pensar en un final limitaría la fluidez de las ideas. Pero creo que en determinado momento hay que pararse, reflexionar dónde estamos y hacia dónde vamos y si es verdad que vamos a donde queremos ir. Porque dependiendo de ese final al que aspiremos, la historia será de una manera o de otra. Creo que sí, que hay que tener al menos una idea, una intuición de cual será ese final, eso nos marcará el camino por donde debemos transitar y qué elementos vamos a necesitar para alcanzar esa meta.

Fotografía de Robert Frank


En el “Manual de técnicas narrativas” de Enrique Páez (Ed. SM 2007) se relacionan hasta siete tipos distintos de finales: cerrados, sin resolver, con duda, con promesa, en circulo…, cualquiera de ellos es bueno dependiendo de la historia que queramos contar. Lo que sí creo que es importante es  huir siempre de los finales sorpresivos, esos que acaban con “todo era un sueño”, o con la aparición de un personaje o un detalle imprevisto, una muerte, una circunstancia del azar, que pueden en un principio parecer lógicos o brillantes, pero que en realidad solo ocultan la pequeña escaramuza de un autor que no ha sabido o no ha podido organizar algo menos tramposo y convencional. Estoy de acuerdo con que el final tiene que ser sorpresivo, pero que esa sorpresa no se base en la ocultación de detalles con la intención de sorprender al lector. La sorpresa tiene que venir de la revelación última, la palabra o párrafo que hace que todo el relato se ilumine de golpe y te invite a comenzar otra vez su lectura, a comprobar cuales fueron los detalles, las pequeñas migas de pan que el autor fue dejando a lo largo del camino de la narración.


Fotografía de Robert Frank

En el relato de James Lasdrum “Esto empieza a doler” la esposa del protagonista le dice en la última línea «Tú eres tonto. Tonto de capirote». Este es un final abierto, que no resuelve la historia, pero también un final lógico, sin artificio aparente, que concluye de manera abrupta el relato: no hay más que decir. Pero también ese final describe el estado de la relación del protagonista con su esposa, anticipa su futuro y da sentido a  todo lo sucedido en la tarde que describe el relato. Con esas palabras sientes lástima por ese  señor Bryar que no ha dejado de llorar en el entierro de su antigua amante, que miente sobre su almuerzo «un sitio… un sitio chino» y te acuerdas del salmón al que sacaron las entrañas con un cuchillo de hoja corta y permanece olvidado en el sótano de la oficina.

Miguel Núñez
Punto y Seguido


viernes, 21 de junio de 2013

MÉXICO


Cuando estaba en la primaria mis padres me regalaron una enciclopedia. Una Larousse de tres tomos muy gordos y pesados que contenía de todo, desde matemáticas hasta mitología griega, mi preferida. Eran unos libros muy difíciles de manipular y con pocas fotos o dibujos a color. Casi todo era en blanco y negro, como las tapas. Yo hurgaba en ellos, buscando no sé qué, probablemente algo que me hiciera soñar tanto o más que Zeus, Hera o Afrodita. Había otro lugar de esa enciclopedia donde volvía una y otra vez: México. Allí encontraba unas fotos muy pequeñas pero que jamás se fueron de mi mente. La que más llamaba mi atención era la de la UNAM. Me parecía algo mágico que la gente fuera a la universidad entre tantos murales de colores. ¿Eso era una universidad? Nosotros teníamos a la UBA que era un dinosaurio pegoteado de pancartas y graffitis. Los soles de las esquinas de la UNAM habían generado una inconsciente influencia hasta en mi madre, que fabricó uno muy parecido en laca china para sus clases de Interiorismo. Este sol terminó decorando una de nuestras paredes, aunque era en blanco y negro, no en naranja y amarillo maíz. Ahora no me pregunten dónde está, los decoradores siempre son decoradores, al fin y al cabo.



Yo era una nena que quería ser astronauta, como muchas de las que fuimos nenas en aquella época. Y adoraba a Dalí, a los surrealistas y a los happenings, por eso, entre las fotos de aquella enciclopedia también llamaron mi atención las del Museo de Arte Moderno de México. Como en las casas del futuro de Disneylandia, una escultura estaba plantada en medio del jardín, como una casa del espacio, con forma ovoidal. Para mí eso era «Lo más de lo más». Eso, y que Yoko Ono se quedara en la cama con John Lennon. Mis padres estaban muy ocupados como para llevarme al Di Tella. Papá trabajaba horas extras fabricando cigarrillos que jamás fumó, y mamá pintaba y dibujaba planos para alcanzar un título de Arquitecta de Interiores, o Decoradora, o como quiera llamarlo la moda del momento, así que yo sólo conocía la fuente de Lola Mora y esculturas por el estilo, y por supuesto, las que aparecían en la gorda enciclopedia de tapas negras que saltaba de Napoleón a Miró, del Paleolítico a Picasso.
Cuando aterricé por primera vez en este país fui a parar a Cozumel. Mi hermano quería hacer submarinismo y mis padres querían hacer “crucerismo”. Aunque corrí para no ser alcanzada por los vendedores de souvenires, logré ver por el rabillo del ojo las artesanías. No quise frenarme, porque si te frenas, te atrapan.

En mi segundo viaje sí tiré mis huesos en estas calles. Llegué sola, de noche y sin lugar donde dormir. Paré cerca del Zócalo y a primera hora salí, como buena y aplicada turista, a Teotihuacán, y allí estuve todo el día, porque cuando algo me gusta me da igual el tiempo. Al regresar al DF el camión (autobús: traducción para los adictos a la RAE) pasó delante de la Plaza Garibaldi. Yo vi a los mariachis y, otra vez como buena y aplicada turista, me lancé del camión. Miré. Sólo miré. O para ser precisa: escuché, y luego me di una vuelta por los alrededores. A la mañana siguiente era día de fiesta patria. No sé cuál, la verdad. Mirando el calendario, después de tanto tiempo, imagino que podría ser el Día de la Expropiación Petrolera, seguramente. La cosa es que en el Zócalo izaron la banderota. Sí, no es una bandera, es una banderota: verde, blanca, roja, con el águila y la serpiente en su pico, puro color. Y una rueda de gente tomadas de la mano, alrededor de TODO el Zócalo, todo tipo de gente, de toda clase social, cantaron el himno. No tuve mucho tiempo para quedarme pasmada. Así son los viajes del turista que se cree viajero pero que en el fondo sigue siendo un turista. Ese viaje no hizo más que confirmarme los colores, las ideas, las luces, en muchos de sus rincones, aunque vinieran disfrazados de guirnaldas delante de la Iglesia de Santa Prisca, en Tasco, o en el vuelo de una gaviota que comía de mi mano en un atardecer de Acapulco. Pero no me dio tiempo a ver el México de mi enciclopedia. El México de mi infancia. El México que,  durante mucho tiempo, asocié con la creatividad y la modernidad, habiendo nacido yo en esa especie de clon parisino, mezcla de Minujín y Gardel, que es Buenos Aires.




Nunca pensé que un día la vida me traería aquí para quedarme. Tampoco pensé que esa escultura futurista de mi enciclopedia seguiría en pie en ese mismo jardín, en ese mismo museo. Cuando uno encuentra las cosas que vio en los libros, siente una emoción volcánica, de ese tipo de emoción que no puede impedir que se asome a los ojos. La UNAM es más pequeña de lo que la había imaginado, pero está ahí, con todos sus colores. Y ese jardín con esculturas cuneiformes y antropomorfas que parecen no oxidarse con el tiempo, sigue aún en medio de Chapultepec.



México luce una catedral que nada tiene que envidiarle a las europeas, y muchas colonias pintorescas, coloridas, de calles empedradas, donde el espíritu de Frida aún flota atenazado a su corset como un fantasma coyoaqueño, y cientos, miles de tianguis donde uno puede comprar desde un colador hasta una muñeca, y una iglesia frente a otra, la cual más bonita y más antigua. Pero nada, nada, nada se compara con la creatividad mexicana, con su color, con su alegría. Incluso, hasta cuando festejan la muerte.
Punto y Seguido





Todas los fotos, menos la de la UNAM,
fueron tomadas por Andrea Vinci










jueves, 20 de junio de 2013

PREMIO LIEBSTER AWARD BLOG

El pasado día 10, Pablo Vázquez del blog Sin Bulla, concedió al blog de Punto y Seguido el Premio Liebster Award Blog. Muchas gracias, Pablo, por el galardón. Nos hace mucha ilusión recibirlo, cuando nuestro blog apenas lleva unas semanas de andadura.


Como todo premio conlleva unas responsabilidades, este Liebster nos compromete a contestar un cuestionario que nos plantea Pablo, a conceder nuestros once Liebster a once bitácoras que nos gusten e informarles y a elaborar nuestro propio cuestionario de once preguntas para nuestros premiados.

De momento, vamos a contestar a las preguntas que nos hace Pablo, sin bulla, pero sin pausa.

1. ¿Por qué se llama así el blog?
En esto no somos muy originales. Como esos padres que les ponen a sus hijos sus propios nombres, para seguir la tradición o para colmar su orgullo, Punto y Seguido ha perpetuado su nombre y su apellido en la red.

2. ¿Usa fuentes fiables para documentarte y escribir tus entradas?
Suponemos que sí, al menos lo intentamos. Pero no somos muy desconfiados por naturaleza.

3. ¿Te convence lo que publicas?
Bastante. No hay que conformarse, siempre se puede hacer mejor.

4. ¿Te lleva mucho tiempo escribir cada artículo o entrada?
Bastante, de nuevo. Entre pensar, documentarse, redactar, buscar las imágenes o fabricarlas y editar la entrada, se van sus horitas.

5. ¿Cómo te planteas la extensión de tus artículos. Breve (sin desplazamiento por el cursor) o tantos párrafos como te exija la entrada?
Claramente la segunda opción, lo que la entrada exija. Pero con la convicción de fondo de que la brevedad, en la red, ayuda mucho.

6. ¿Tienes blogs anteriores que hayas abandonado o que no administres regularmente?
Punto y Seguido, como grupo, sólo tiene este blog. Algunos de sus componentes tenemos blogs anteriores, que administramos con más o menos asiduidad.

7. ¿Escribes para tus lectores a para que te lea todo el mundo?
Puestos a desear, nos gustaría que nos leyera todo el mundo.

8. ¿Qué acontecimiento, obra ajena o situación personal te empujó a fundar tu página?
Uff, somos siete,perdonadnos el no entrar en detalles (sería contradecir nuestro intento de brevedad). Digamos que la intención de avanzar.

9. ¿Cuáles son tus referencias ideales en medios de comunicación convencionales o de Internet, o de los dos?
Vaya, aquí si que habría que extenderse.

Babelia
Miradas de Cine
La nave de los locos
Literautas

10. ¿Algún momento o satisfacción que nos quieras contar y te haya proporcionado esta bitácora tuya?
El día que nació fue muy emocionante. ¡Ahora hay que criarlo!

11. ¿Te parece que has perdido el tiempo con este cuestionario?
¡Qué va, hombre!

Gracias de nuevo a Pablo Vázquez de Sin Bulla. Próximamente haremos nuestra selección de blogs para el Liebster y nuestro cuestionario.

Punto y Seguido

martes, 18 de junio de 2013

LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR


Marlene leía todo aquello que caía en sus manos, incluso las cartas de los vecinos. Así fue como descubrió que Lucinda, la enfermera del quinto, era la amante de su ginecólogo. Fue entonces cuando al fin decidió escribirle una carta de amor a su escritor favorito quien, como todos los años, participaba de jurado en el concurso de cartas de amor. No consiguió la cita que anhelaba, pero ganó el primer premio.
Finalista concurso de microrrelatos Editorial Hipálage 2011
Pintura de Daniel García

lunes, 17 de junio de 2013

ENTREGA DE PREMIOS DEL I CERTAMEN LITERARIO “MARIA CARREIRA”

El pasado sábado 15 de junio, en el Hotel Antequera Golf de Antequera, a las ocho de la tarde, tuvo lugar la entrega de premios del primer Certamen Literario “María Carreira”, de la Asociación Cultural Alas de Papel, de la misma ciudad.
Algunos de los componentes de Punto y Seguido, asistieron en calidad de participantes y yo, al no haber presentado relato al concurso, fui encargada de tomar nota de todo para realizar la crónica de la entrega de premios.
Alas de Papel, a través de algunos de sus componentes, nos recibió de manera cordial y nos hizo sentir como en casa, aún con los comprensibles nervios que la decisión de no desvelar a los ganadores hasta el último momento provocaba en los participantes. Yo debo confesar que también lo estaba, por mis compañeros.

El acto comenzó con la actuación de la Coral de San Sebastián, que interpretó, con acompañamiento de piano, una muestra de su repertorio que incluía, entre otros, temas clásicos de Manzini, de West Side Story y el conocidísimo Over the Rainbow, que obligaba a aguantar las ganas de tararear en voz baja. Tras la bonita intervención de la Coral y una pequeña presentación formal del Acto, pudimos disfrutar también de la interpretación de un par de piezas musicales por parte de la violinista Violeta Peláez.



La entrega de los premios del Certamen estuvo llena de palabras en recuerdo de María Carreira, por parte de todos los intervinientes. También fue muy emocionante la recogida de sus diplomas y regalos de los siete Finalistas, los dos Accésit y el Primer Premio. Tengo que admitir que, después de oír nombrar como finalistas a dos de mis compañeros, Miguel Núñez y Loli Pérez, y de recibir un Accésit Pedro Rojano, también compañero de Punto y Seguido, yo estaba eufórica. Tras recibir Bárbara Gil el otro Accésit, por su relato Nadar en vertical , yo daba por descontado el Primer Premio para Isabel Merino, nuestra cuarta participante. Y así fue. Isa dirigió unas breves y nerviosas palabras al público y a los organizadores del concurso y recogió su diploma y su estancia en el Hotel La Magdalena como parte de su premio.



Tras las fotos oficiales de rigor, vinieron más fotos, felicitaciones, encuentros con conocidos de otros concursos, más fotos, más felicitaciones…durante el agradable cóctel con que obsequió el hotel a los asistentes. Quiero destacar como cronista los deliciosos canapés de porra antequerana (eran los primeros en desaparecer de las bandejas) y la pastelería.

Pudimos también saber de boca de alguno de los miembros del jurado, componentes de Alas de Papel, la gran participación que había tenido el certamen y sus planes de celebrarlo a nivel nacional en próximas ediciones. Y también conocimos detalles de muchos de los relatos participantes, lo que me dio idea del grado de implicación y exigencia que había tenido el jurado en su tarea.

Punto y Seguido volvió a Málaga muy contento de la cosecha. Es la primera vez que hacemos un pleno(cuatro de cuatro); es el primer Primer Premio para nuestra Isa y su relato Hermanos; el primer segundo para Pedro Rojano con su relato Línea costera; la primera vez que Miguel Núñez es finalista, gracias a su relato Alejandro (nos tiene acostumbrados a recoger primeros y segundos) y el bautismo en esto de los concursos literarios para Loli Pérez, con el relato Mañana no seré yo.


Para los que habéis llegado hasta aquí y os apetezca leer unas líneas de estos relatos, aquí os las dejo.

Brau junta billetes debajo del colchón. Nunca dice dónde los encuentra, ni como tienen tantos, solo me dice que cuando dos cosas iguales se juntan, se multiplican. Guardo un par de canicas en una caja de lata. Abro la caja todas las noches. Mis dos canicas no son como los billetes de Brau, no saben multiplicarse”
Hermanos, Isabel Merino.


La puerta de la última habitación estaba ligeramente entreabierta. Me acerqué a la rendija y guiñé un ojo para enfocar. La madre de Toto estaba de espaldas, desnuda de cintura para arriba.
Línea costera, Pedro Rojano.

Desde que le regalé el perro, Alejandro Veintitrés quiso hacerse el simpático conmigo. Seguro que pensaba que me debía algo, o creyó que por el hecho de llamarnos igual podríamos ser amigos. No sé. De todas formas, antes de regalárselo a Alejandro, se lo había ofrecido a Lena, la hermana de Paco Segundo.
Alejandro, Miguel Núñez.

Algunos días pienso en subirme al tren y que me lleve por ahí, muy lejos. Como una vez cuando tenía diez años, que me monté sin que me viera nadie, en un Talgo que iba para Sevilla. Estaba guardando las cabras con mi primo Kisco, en un prado que hay cerca de la estación. Era mediodía, la hora en que se quedan más tranquilas y rumiando.
Mañana no seré yo, Loli Pérez.


Ah, se me olvidaba: Enhorabuena a Alas de Papel y a todos los premiados.


Punto y Seguido