lunes, 17 de noviembre de 2014

EL ESTILO DEL ESCRITOR


Si tuviera que contestar, sin pensar mucho, qué es el estilo de un escritor, diría que es aquella manera de decir que lo hace reconocible y perdurable, lo que hace que volvamos a él en cada uno de sus libros independientemente de los que  nos cuente, aunque al final, lo que nos cuente también cuente.


         Dice la RAE, en una de las acepciones del término “estilo” de su diccionario, que es “la manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o un narrador”. Viene a decir lo mismo que yo. Demasiado sencillo para un concepto del que tantos han opinado desde dentro y desde fuera de la literatura, pero sí un buen punto de partida.

         La manera de escribir o de hablar. En su libro Pura alegría, en el capítulo que dedica a la voz y al estilo, Muñoz Molina dice que “en las palabras escritas, lo que buscamos es escuchar una voz o una sucesión de voces que se entrelacen en nuestra imaginación, como los sonidos de la música. Simétricamente, la tarea del escritor es encontrar la suya y aprender a usarla”. Habla también de la “atención apasionada del oído y de la mirada”. Tendrá que ver el estilo, por tanto, con la mirada del escritor y, sobre todo, con su voz, con su manera de decir. En mi opinión es difícil deslindar voz y mirada, la una lleva a la otra y viceversa. Dice también Muñoz Molina que “los libros nos importan cuando escuchamos en ellos una voz singular que no hemos oído antes nunca, o cuando al cabo de una o dos relecturas ya la reconocemos tan inmediatamente como la voz querida de un amigo”. Esto es el “hablar peculiar” de la definición del DRAE. ¿Quién podría negar, le gusten o no todos sus libros, que Saramago tiene estilo, que una vez has conocido su voz la reconocerías en cualquier texto? Por su manera de prescindir de la puntuación, por la elección de palabras sencillas y esenciales, por la seducción pedagógica de su sentido común, por su acento de fábula con moraleja y resonancias bíblicas. También es inolvidable la voz caribeña y exuberante de García Márquez, sus imágenes exageradas, su manera de contarnos las historias que le contó su abuela. Cualquiera que lo haya leído reconoce a la primera ese realismo mágico que dio nombre a un modo de decir que creó escuela, un estilo con una legión de seguidores.

Uno no sabe muy concretamente por qué, pero se enamora del estilo de un escritor, un poco a ciegas. Y es solamente la relación que mantienes con él a lo largo de los años, a lo largo de sus obras, la que te muestra lo que te enamoró, la esencia de lo que te enamoró, lo que permanece.

     El problema de definir el estilo literario es establecer los elementos que lo componen. Porque a fin de cuentas, sólo son palabras, palabras que nos pertenecen a todos y al escritor, pero a éste, sobre todo, la manera de usarlas.

       Decimos de alguien que tiene estilo vistiendo, por su manera personal de combinar colores y tejidos, por los zapatos que usa, por la manera de peinarse o despeinarse, por la ropa interior que le suponemos, por la sencillez o por el atrevimiento, por pequeños detalles o complementos como un foulard o una flor en la solapa, por su singularidad en las elecciones delante del escaparate o del armario. Los miramos a ellos en vez de a otros porque su ropa los distingue y muestra una coherencia con lo que son.

         Definimos el estilo de un pintor por los motivos que elige, por los colores que usa, por las dimensiones del lienzo, por el empaste de su pincelada, por el grosor y la fluidez de su trazo…digamos que deja una huella sobre la obra que podemos desentrañar.


         Para hablar del estilo de un escritor contamos sólo, en principio, con sus palabras, negro sobre blanco, en la hoja impresa o en la pantalla del ordenador. Pero, igualmente, lo que de verdad cuenta son sus elecciones, cómo usa ese material y la huella que nos deja esa peculiar manera de oír y de mirar la realidad y de expresarla. No hay que olvidar que “estilo” es el nombre que se le daba al primitivo punzón con que se escribía sobre las tablas enceradas en la antigüedad y que marcaban el estilo de cada escribiente.


         He rastreado las opiniones de muchos escritores y pensadores en relación con el estilo y todos comparten lo esencial de la definición con más o menos vehemencia. Schopenhauer dice que “el estilo es la fisonomía de la mente”, Leo Spitzer opina que es “la revelación de la identidad profunda del escritor” y Montaigne, rotundamente , que “el estilo es el hombre”. Respecto a la frase de Montaigne, Muñoz Molina apunta que cuando se dice que el estilo es el hombre, “no se trata de que el estilo sea el don más valioso que un hombre, un artista, pueda tener, sino de que es una emanación veraz de un carácter, de una vida y una actitud que se manifiestan en él igual que su manera de mirar o en el metal y el tono de su voz”.  En la misma linea, Paul Harding opina que “el estilo de un escritor, su voz, son parte indeleble de él, como la forma de su cerebro”.Para Montesquieu, “El hombre que escribe bien, escribe, no como los demás, sino como él mismo”. Y así he entendido a Lobo Antunes cuando le he escuchado asegurar: “Nadie escribe como yo”. Para Mauriac, “el gran novelista rompe su molde, sólo él es capaz de usarlo”.

         No creo que esto que vengo apuntando, con la ayuda de tantos pensadores, tenga nada que ver con una facilidad espontánea en la escritura. Ya Aristóteles exigía al buen escritor un estilo claro. Goethe, sabiendo que “el estilo de un escritor es fiel trasunto de su mundo interior”, recomendaba: “Si alguien quiere escribir con claridad, que  vea antes claras las cosas en su espíritu, y si quiere tener grandeza en el estilo, ha de procurar primero tener grandeza en el alma”. Y de nuevo Muñoz Molina: “El estilo no es un sistema de guiños, de adornos y de costumbres verbales, sino un ejercicio desvelado y continuo de naturalidad, de valentía y de vigilancia, para saber qué es lo que tiene uno que decir y decirlo con las únicas palabras posibles, sin impostar ni engolar la propia voz”.

Hasta aquí la teoría, pero en la práctica, si queremos averiguar de qué esta hecho el estilo de un escritor, ¿en qué deberíamos fijarnos? Vienen en nuestra ayuda las reflexiones de Nietzsche. Para él, el escritor con estilo debe escribir imitando a como lo diría de viva voz y para suplir los gestos del lenguaje oral, considerar todo como un gesto: la longitud de las frases, la puntuación, las respiraciones, la elección de las palabras, la sucesión de los argumentos…

El estilo de un escritor es algo así como su firma, un resumen de todos estos gestos fabricados de palabras, algo hecho de todas sus elecciones y todas sus renuncias, algo que procede de su propia esencia pero también de su esfuerzo sostenido. Porque aunque todos tenemos nuestra propia voz, no todas son inolvidables.


Inmaculada Reina
Punto y Seguido

7 comentarios:

  1. Estupenda entrada Inma. Te hago llegar también las felicitaciones de mi tía Elsa, que las dejó en Facebook.
    Me gusta mucho lo que dice Muñoz Molina

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  2. Gracias, Andrea.
    Muñoz Molina es, cada vez más, un escritor imprescindible para mí; no sólo como novelista, sino también como articulista, ensayista y crítico.
    Gracias también a Elsa. Es gratificante que te lean y aún más que te digan que les gustó.

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  3. Pues muchas gracias, Miguel Núñez Ballesteros.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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