lunes, 30 de marzo de 2015

LA MIGALA

La contraportada de Confabulario, colección de relatos de J. J. Arreola (RBA libros, colección Narrativas, 2010) recoge una cita de Borges en la que afirma que si lo obligaran a cifrar a Juan José Arreola en una sola palabra que no fuera su propio nombre, esa palabra, seguro, seria libertad. Esto es precisamente lo primero que me ha llamado la atención de estos relatos, la idea de libertad, la sensación de que fueron escritos sin seguir unas pautas establecidas, los habituales mecanismos de planteamiento/nudo/desenlace, como si cada relato inventara una manera distinta de escribirse, de llevarnos a un terreno desconocido sin que tengamos ni idea de cómo saldremos de allí. Estos relatos parecen surgidos espontáneamente sobre las páginas del libro en el momento de ser impresas, a golpes de unos pocos momentos de iluminación. Y digo parece, porque solo lo parece, ya que en realidad J. J. Arreola trabajó en ellos durante años, incluso después de publicados, fueron retocados, aumentados o sustituidos durante once años más. Según esto esa apariencia de levedad, fluidez, espontaneidad, encantamiento, no es otra que la consecuencia un trabajo exhaustivo y hasta obsesivo, y nuestra percepción de libertad, el resultado de ese esfuerzo.


De entre los relatos de esta colección, con joyas como El rinoceronte, El guardagujas, Una mujer amaestrada, El faro, ..., he elegido La migala. Como la mayoría, este es un texto corto e intenso, que se puede leer de corrido sin dificultad aparente, pero que una vez terminado de leer deja un poso de insatisfacción y desconcierto que solo podemos paliar con una nueva lectura. Siempre parece que nos dejamos algo atrás, alguna palabra que se nos escapa, algún detalle que puede proporcionarnos una nueva pista o sugerirnos otra posibilidad. Así, con cada lectura, pasamos de una primera impresión de extrañeza, de preguntarnos ¿qué está ocurriendo aquí?, a la idea de infierno asumido por el protagonista ante la imposibilidad de vivir, del horror ante la muerte a ese otro horror, aún más terrorífico, de seguir vivo.




La migala
de Juan José Arreola

La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye.
     El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada.
     Unos días más tarde volví para comprar la migala, y el sorprendido saltimbanqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentación extraña. Entonces comprendí que tenía en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la máxima dosis de terror que mi espíritu podía soportar. Recuerdo mi paso tembloroso, vacilante, cuando de regreso a la casa sentía el peso leve y denso de la araña, ese peso del cual podía descontar, con seguridad, el de la caja de madera en que la llevaba, como si fueran dos pesos totalmente diferentes: el de la madera inocente y el del impuro y ponzoñoso animal que tiraba de mí como un lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba el infierno personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal infierno de los hombres.
     La noche memorable en que solté a la migala en mi departamento y la vi correr como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la araña, que llena la casa con su presencia invisible.
     Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal. Muchas veces despierto con el cuerpo helado, tenso, inmóvil, porque el sueño ha creado para mí, con precisión, el paso cosquilleante de la aralia sobre mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entraña. Sin embargo, siempre amanece. Estoy vivo y mi alma inútilmente se apresta y se perfecciona.
     Hay días en que pienso que la migala ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a ella, al salir del baño, o mientras me desvisto para echarme en la cama. A veces el silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque sé que son imperceptibles. 
     Muchos días encuentro intacto el alimento que he dejado la víspera. Cuando desaparece, no sé si lo ha devorado la migala o algún otro inocente huésped de la casa. He llegado a pensar también que acaso estoy siendo víctima de una superchería y que me hallo a merced de una falsa migala. Tal vez el saltimbanqui me ha engañado, haciéndome pagar un alto precio por un inofensivo y repugnante escarabajo.
     Pero en realidad esto no tiene importancia, porque yo he consagrado a la migala con la certeza de mi muerte aplazada. En las horas más agudas del insomnio, cuando me pierdo en conjeturas y nada me tranquiliza, suele visitarme la migala. Se pasea embrolladamente por el cuarto y trata de subir con torpeza a las paredes. Se detiene, levanta su cabeza y mueve los palpos. Parece husmear, agitada, un invisible compañero.

     Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba con Beatriz y con su compañía imposible.


Fotografia: Jeff Wall



Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido

jueves, 26 de marzo de 2015

ZONA DE OBRAS, LEILA GUERRIERO.

  

  Acabo de terminar de leer Zona de obras, de Leila Guerriero, y me disponía a hacer una reseña del mismo, cuando me he dado cuenta de que cualquier cosa que hiciera no iba a ser más que parafrasearlo. Lo que Leila quiere contarnos en esta colección de artículos sobre su profesión: el periodismo, no tiene una forma mejor de ser contado que las propias palabras que ella usó. En alguno de los textos, plagia textos propios anteriores y se excusa: "Escribí algo que transcribo, no por pereza, sino porque no hay cien formas de pensar la misma cosa".

         Para Leila Guerriero, el buen periodista −y yo añado, el buen escritor−, es aquel que tiene una mirada propia. Eso marca la diferencia entre contar la misma historia de siempre, una historia más, o contar la historia que uno vio, una historia diferente. En cualquier caso, lo único que yo puedo aportar a la mirada de Leila Guerriero es mi propia mirada sobre su libro −quisiera pensar que de escritora, de buena escritora ni me atrevo a pensarlo− y transcribir aquí algunas de sus  palabras que llamaron la atención a mi mirada, sobre asuntos que, como escritora, me conciernen.

         "En todo caso, pasarlo mal no es la regla, pero pasarlo bien tampoco: cada quien debería encontrar su método, el punto justo de presión, encierro, axfisia o ausencia de todas esas cosas en el que la producción fluya mejor. Pero, yendo más allá, el punto es que no importa. Disfrutar o no disfrutar: no importa. Disfrutar no debería ser la aspiración de alguien que escribe".

         "Un periodista es, más que un especialista, un renacentista moderno, un experto en todas las cosas, pero de a una cosa por vez".

         "Si Arquímedes dijo: Dénme un punto de apoyo y moveré el mundo, los periodistas deberíamos repetir: Dénme tiempo para encontrar un punto de vista y escribiré un texto".

         "Recordar la terrible dificultad, la inevitable incompletud que se produce al decidir cuáles son las cosas −los detalles, los hechos, los recuerdos− que cuentan una vida. Es un buen ejercicio de modestia. Un gran antídoto contra la arbitrariedad".

         "Pensar en otra cosa ayuda a escribir. Exagerar ayuda a escribir. No darle importancia ayuda a escribir. Escribir ayuda a escribir".

         "Querer escribir y no querer leer no sólo es un contrasentido. Querer escribir y no querer leer es una aberración. Es, sin salvar ninguna distancia, como ser periodista y no tener curiosidad".

         "Hay que haber mirado mucho para escribir tres líneas que lo digan todo".

         "Mi método es la insistencia".

         " (...)los periodistas tenemos nuestra caja de herramientas. En la mía, hasta hace poco, había demasiadas cosas: metáforas adjetivadísimas, sustantivos arrancados a las entrañas mohosas de los diccionarios, efectos especiales, luces de colores, guirnaldas, frunces, encajes, moños. Hoy, esa caja tiene la parquedad del maletín de un forense: llevo los huesos del idioma, cuatro adjetivos, todos los signos de puntuación, y pocos credos: que menos es más, y que las cosas se dicen mejor cuando se dicen poco".



         Pensándolo mejor, podría estar aquí copiando sin parar frases que subrayé en la lectura y no habría más que empezado a contar todo lo que disfruté con estos artículos de Leila Guerriero (conocimiento, poesía, narración, autobiografía, humor...). Mejor lean Zona de obras. Se descubrirán asintiendo con la cabeza a cada una de sus palabras.
        

         Inmaculada Reina
Punto y Seguido

lunes, 23 de marzo de 2015

ESCALERA A LA LUNA



Escalera a la luna (Georgia O'keeffe)



         El terral no se había calmado al caer de la tarde. A lo lejos, las colinas parpadeaban de calor. Georgia yacía perpendicular a la malva desnudez del horizonte: los brazos abiertos, la luna en sus ojos. Se imaginó suspendida por hilos de pesca, enlazados a los tobillos y a las muñecas.

—¡Qué amplia perspectiva!—pensó.

Comenzó siendo un cosquilleo, desde su barriga hasta más abajo de la espina dorsal. Centenares de plumas atravesándola. Se despegó del suelo en un gesto tan sutil como el desaliento. Las piernas, los brazos; luego el cabello. Y fue ascendiendo hasta el lugar donde se embarran los deseos. Desde abajo, anclados en la tierra seca, los cactus la contemplaron ligera como piedra volcánica.

Georgia se había despegado definitivamente. Su cuerpo en éxtasis apuntaba hacia la creciente luna convertido ­al fin en escalera.



Pedro Rojano
Punto y Seguido 

Geogia O’Keeffe (1887-1986). Pintora estadounidense, cercana a la vanguardia neoyorquina que a principios del siglo XX se agrupaba en torno a la galería de A. Stieglitz. En las décadas siguientes desarrolló una abstracción lírica derivada de la observación de formas naturales y de estructuras arquitectónicas elementales. Estas características se mantuvieron en su obra posterior, convirtiéndola en una de las pintoras estadounidenses más famosas. Sus temas predilectos, además de las formas naturales (flores, piedras, huesos), son los relativos al desierto cercano a su casa de Santa Fe donde residió desde 1949.

jueves, 19 de marzo de 2015

MaF, LITTLE TERROR STORIES

 Arcadio 



Hubiera sido el séptimo hijo. Nació en las profundidades del bosque y nada más parirlo, su madre lo abandonó. Un espeso vello lo cubría de la cabeza los pies. La vieja Lena tropezó con la criatura cuando  volvía de vender sus pócimas. La miró con sus  ojos como tizones, aún hinchados. Ella  lo acunó en su regazo, te llamaré Arcadio, le susurró acariciándole la frente peluda con su dedo artrítico. Y cantando bajito, se lo acercó a su teta marchita. Un aullido rasgó la luna, mientras la criatura le devoraba las entrañas.





Con este micro-relato participo en una  de las actividades programadas para el MaF con el título de Little Terror Stories, con lecturas de relatos basados en historias de terror. Organizan el evento Mari Ángeles Villarreal y Mar González.
 Leeremos en el Puerto de la Torre el día 25 de marzo a las 18 horas, en la sede  del Centro CEPER y en La Sociedad de Amigos del País el día 9 de abril a las 19 horas. Estáis invitados.



                                                                     Loli  Pérez
                                                                     Punto y Seguido

lunes, 16 de marzo de 2015

EL CUENTO PANAMEÑO EN LA VOZ DE SUS AUTORAS

El pasado sábado 28 de febrero tuve mi primer acercamiento a las cuentistas de este país. Se trató de un encuentro informal en la Librería Exedra Books, encabezado por la lectura de un cuento de cada una de las autoras: Annabel Miguelena, Cheri Lewis G. y Carolina Fonseca. La charla estuvo moderada por el escritor Dimitrios Gianareas que realizó interesantes preguntas que fueron respondidas con humor y desenfado, casi como una tertulia donde el público intervino con sus comentarios.

Annabel, Carolina, Dimitrios y Cheri

       Las tres coinciden en que no existe una «Literatura femenina» como algo estanco y diferencial, porque todas han escrito algún relato desde una voz masculina, y porque prefieren llamarlo Literatura escrita por mujeres o Literatura en general. A esta respuesta sobrevino una pregunta casi lógica: ¿Es un reto escribir desde un punto de vista masculino? En esto se puede decir que también coincidieron, ya que hicieron hincapié en la importancia del tema, la voz y el tono para diferenciar este tipo de relato de aquellos escritos desde un narrador femenino. 


       Se le dedicó bastante tiempo a la honestidad dentro de la escritura, algo que se menoscaba si se pone distancia entre lo que se es y lo que se escribe. Carolina dijo que se nota cuando un escritor no es honesto, pero también dijo que cuando se comienza a escribir mucha gente se traiciona. Annabel habló de la diferencia entre imitar y tener influencias. Cheri hizo hincapié en la honestidad de los temas que se eligen. Esto derivó a la tentación de escribir bajo pseudónimo, pero es una manera de no estar implicado en la escritura, y hay que escribir desde la tripa, según Carolina Fonseca. Este tema dio para muchas sub-preguntas: ¿Escriben mentiras o verdades? ¿Escriben de verdad o de mentira? ¿Piensan en la honestidad cuando escriben? 


       Hablaron también sobre sus hábitos de escritura, y sobre si la escritura es trabajo o inspiración. Las tres opinaron lo mismo: Es una mezcla de ambos. ¿Y le temen a quedarse sin nada que decir? Para esta pregunta no hubo tanta coincidencia. Carolina Fonseca le teme más a no decir lo que quiere decir. Annabel Miguelena no se imagina teniendo ese temor, y Cheri Lewis G. sí tiene miedo a no escribir, a no tener ideas, pero para ella es más importante leer que escribir; en ese caso sería como no respirar.


       Luego vino la pregunta soñada por todos los que nos dedicamos a la escritura: ¿Qué se siente leer el libro de uno? Las tres convinieron en la autocrítica, en el deseo de mejorarlo, en la autoevaluación para seguir creciendo.
         Comentaron también sobre sus influencias y sobre incursionar en otros géneros. Y por último sobre la Literatura como terapia, como una manera de auto-conocerse y solucionar conflictos, como algo que alivia, que te responde, que te ayuda.


       Fue un placer conocerlas y escucharlas. Las tres leyeron alguno de sus cuentos, tanto al principio como al cierre. En el caso de Annabel Miguelena lo hizo desde una taza y una bolsa para llevar el tapete de yoga. Las tres tienen estilos diferentes. Las tres demostraron ser poseedoras de talento. Para mí fue una grata sorpresa descubrir la literatura que se hace en este rincón del mundo, un país entre dos aguas, caluroso y amable.

        
       Quiero dejarles una pincelada de las tres para que las conozcan, sobre todo del otro lado del océano, y al sur y al norte, donde esta literatura no llega.



ANNABEL MIGUELENA (panameña-1984), publicó: «Amo tus pies mugrientos», «Punto final», «Pedacito de luna» y la obra de teatro «Ana Mía».
Aquí va una de sus minificciones del libro «Amo tus pies mugrientos»:


Aquí va una de sus minificciones del libro «Amo tus pies mugrientos»:

Tratamiento

     Algunos dicen que es una verdadera loca y que ahí donde la ves, se come un muerto y no lo eructa. Otros comentan que pase lo que pase ella es la que siempre se echa el muerto. Si se lo come o si se lo echa es lo de menos. Lo urgente aquí es que se le dé tratamiento siquiátrico intensivo para tratar su necrofilia...



CHERI LEWIS G. (panameña-1974), publicó «Abrir las manos».


«(…) No vi en ella nada fuera de la común hasta que se le cayó el brazo. Me afectó el sonido hueco de su miembro chocando contra el suelo, aunque no tanto como el hecho de que lo recogiera con tanta tranquilidad, se lo insertara en el hombro y siguiera conversando.»
Del cuento «Mujer hecha pedazos»



CAROLINA FONSECA (venezolana-1963), publicó «Dos voces 30 cuentos» conjuntamente con Dimitrios Giannareas, y pronto saldrá su segundo libro: «A veces sucede».


«Es temprano, digamos las siete, y ella abre los ojos y siente, como otras veces, algo parecido a la tristeza; un huequito en el pecho; muy vago, tenue, y cierra los ojos. Vuelve a abrirlos porque es de mañana y está claro que hay que levantarse; sería inmoral, incluso inconveniente, quedarse un martes o un miércoles en la cama mirando el techo que no le dice nada, o las cortinas que atenúan la luz. Pero está ese huequito que la mantiene indiferente; un pequeño vacío que no sabe muy bien cómo, le pesa, al punto que le resulta difícil sacudirse la sábana u sentarse.»
Del cuento «Esos brotes verdes en la tierra»


Andrea Vinci
Punto y Seguido

jueves, 12 de marzo de 2015

BICENTENARIO DE EMMA (UNA NOVELA DE JANE AUSTEN)

Voy a coger a una heroína que, excepto a mí, no gustará mucho. 


Jane Austen

Me declaro Austeniana, término que se usa, sobre todo en internet y en las redes sociales,  para denominar a aquellos que seguimos fielmente los escritos, películas basadas en los escritos, localizaciones de los mismos, etc. de la escritora inglesa Jane Austen, y que hoy en día, sumamos cientos de miles en todo el mundo. 

Este año se celebra el bicentenario de la novela Emma, publicada por el editor John Murray en 1815, y es por ello que quiero dedicarle mi personal homenaje a la novela que, en su momento, la primera vez que la leí, siendo adolescente, me resultó la más alejada del estilo Austen, y la más tediosa de leer a pesar de su presunta vis cómica. Tal vez, porque su protagonista se alejaba bastante de las anteriores. Tal vez, porque Emma se describía a sí misma como: hermosa, lista y rica, y de entrada, eso mismo ya me resultó pedante. Tal vez, porque la ironía de Austen es más sutil en este libro. O, tal vez, porque le falta la espontaneidad de Orgullo y Prejuicio, mi libro favorito.

Cada cierto tiempo hago mi propio ciclo Austen y me releo todos sus libros, y los comento, y veo las películas, y participo activamente en foros, blogs, etc. y hasta me hago un viajito hacia algún lugar Austeniano y pongo a prueba mis conocimientos o mi curiosidad. Fue durante uno de estos ciclos en que releí Emma, que me encontré con una Emma bastante distinta a la que encontré la primera vez que la leí, y aunque comencé el libro con apatía, enseguida ésta se transformó en absoluta hambre devoradora, si se me permite el término. Incluso la película protagonizada por Gwyneth Paltrow y dirigida por Douglas McGrath en 1996, que me resultó lenta y carente de interés, fue todo un redescubrimiento esta vez. No es que deslumbre, pero sí que entretiene y es capaz de mostrar cómo el personaje de Emma va creciendo y madurando a lo largo de la película. Sin duda, la adaptación del libro, a mi juicio, es bastante buena. 

Pero, ¿de qué trata la novela?: Emma Woodhouse, (Jane Austen debió escoger el nombre de su heroína por su significado: Diosa del amor y de la fertilidad, diosa del deseo), vive con su padre, posee belleza y posición acomodada y, cuando su antigua institutriz se marcha debido a su casamiento, Emma se empeña en hacer de casamentera de Harriet, una joven sencilla y humilde, alejada del estilo de vida de la alta sociedad. La personalidad manipuladora de Emma, su ansia por obtenerle un matrimonio ventajoso a Harriet, las críticas del caballeroso Sr. Knightley, (su vecino y cuñado), a su afán por enredar la vida de los demás, y la llegada al vecindario de Frank Churchill de quien intenta enamorarse, a pesar de que durante toda la novela permanece inmune a la atracción romántica y el deseo sexual, complican la trama hasta tal punto que Emma sufre un cambio radical; acaba por reconocer sus propias limitaciones, intenta enmendar sus errores y se procura con ello un happy ending propio de las novelas de Jane Austen. En definitiva, es un libro divertido, sencillo y cuyo personaje principal no es capaz de dejarnos indiferentes.

Retrato de Jane Austen por Casandra Austen
National Portrait - London

Esta novela ha tenido varias adaptaciones en el cine y televisión, a destacar la miniserie de la BBC con Romola Garai como Emma, en 2009; la película Emma de 1996 protagonizada por Gwyneth Paltrow o la adaptación para televisión ese mimo año, protagonizada por Kate Beckinsale. Ya hubo una anterior, en 1972, con Doran Godwin. Una adaptación moderna podría considerarse Clueless de 1995, con Alicia Silverstone como Cher Horowitz, (Emma)

www.janeausten.org.es

Según algunos estudios que han caído en mis manos sobre las novelas de Jane Austen, éstas introducen ideas feministas, por lo que la convierten en una de las primeras mujeres que intentó cambiar los hábitos y costumbres de sus coetáneas. A través de la lectura de sus novelas podemos observar que era una mujer con una visión del mundo muy diferente, y confirió a sus heroínas ideas progresistas impropias de una época en la que eran etiquetadas como unos simples adornos que debían acompañar, primero a sus padres y, después a sus maridos. 

Con sus novelas incitaba a sus lectoras a cambiar sus vidas y, no a tener poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas para que tuvieran la capacidad de elegir su propio destino. A pesar de todo esto, hay críticos literarios que aseguran que sólo se trata de una escritora conservadora, otros sin embargo la consideran costumbrista y otros opinan que simplemente fue una escritora romántica. El debate sigue abierto. Lo que sí es cierto es que Jane Austen vivió en una época de grandes cambios sociales, políticos y culturales y sus obras son el reflejo de esa miscelánea de géneros. 


En Emma, se observa que la protagonista no está sujeta a la autoridad de su progenitor, un hecho que en sí mismo es una reivindicación. El patriarcado del Sr. Woodhouse desaparece tras la muerte de su mujer. Emma se convierte en la Sra de la casa, y trata de imponer su voluntad. Este cambio en el gobierno de la casa hace del Sr. Woodhouse un hombre depresivo que necesita constantemente la atención de su hija. Lo que pretendía, probablemente, Jane Austen, con la ausencia de un patriarcado, era defender la idea de que las mujeres recibiendo una buena educación tenían la misma capacidad que los hombres para gobernar, censurar conductas erróneas, educar a su familia y ser miembros útiles para la sociedad. 

Os invito, pues, a leer Emma, y a que saquéis vuestras propias conclusiones. Yo voy a permitirme el releerla una vez más. 

Emma, una novela tan radiante y condenadamente divertida y adictiva, como lo fue en el momento de su publicación, hace ya la friolera de 200 años. Larga vida a Emma.  



Punto y seguido.


Algunos enlaces de interés:

Para leer Emma en pdf: Emma
La abolición del Patriarcado en la Obra de Jane Austen: Bibliografía utilizada
Mi blog personal: Chawton St. (Actualmente en stand by)
Blog muy interesante sobre Jane Austen: Salón de té de Jane Austen




Dedicado a los que, como yo, somos adictos al Universo Austen









lunes, 9 de marzo de 2015

BIRDMAN. IÑÁRRITU RÍE


Hasta Birdman, todas las películas de Alejandro González Iñárritu, salvo Amores perros, siempre me han parecido excesivas en cuanto a su explícito y en ocasiones insoportable deseo de trascendencia. No es que este deseo por sí mismo tenga que ser un elemento negativo para la propia película, para las películas en general, pero, en el caso de Iñárritu, esta elección le lleva a optar por temáticas supuestamente comprometidas: compromiso social, Biutiful, Babel; compromiso espiritual, 21 gramos, Babel; compromiso familiar, Biutiful, Babel; compromiso personal, 21 gramos, Biutiful, Babel. Películas, todas ellas, donde la sobrecarga de temas comprometidos y los extremos de tremendismo a los que son llevados, las hacen pesadas, sobrecargadas, tediosas y hasta ─¡oh, cielos!─ intrascendentes.
Las películas de Alejandro González Iñárritu con  guiones de Guillermo Arriaga, salvo Amores perros, siempre pecan de un exceso de rebuscamiento formal en el desarrollo de sus tramas. Por una parte, posee un cierto atractivo esa forma aparentemente distinta de contar las historias, donde solo hasta el final conseguimos descifrar el significado último de tanto retorcimiento, pero llegados a ese momento de "ah claro, era esto", se nos plantea la cuestión de si hacía falta tanto rebuscamiento para contarnos algo en apariencia no demasiado complicado más que por el deseo de mostrar una apabullante exhibición de recursos narrativos.
Hasta Birdman, las películas de Alejandro González Iñárritu, incluida Amores perros, como consecuencia de los dos aspectos anteriores, siempre quieren ser modernas. Entendiendo esta actitud en un afán de epatar al espectador, de sacudirle, no solo con temática y trama, sino con imágenes siempre impactantes, siempre originales, siempre rompedoras. Iñárritu no se limita a contarnos la historia, sino que todo el envoltorio de esa historia tiene que ser nuevo, distinto, lo nunca visto y, a veces, ese afán lo lleva a caer en lo ridículo, véase el infumable episodio japonés de Babel.


Y en estas nos llega Birdman, la más moderna, la más rompedora, la más alambicada, con todo lo mejor y parte de lo peor de Iñarritu, pero con un elemento que la hace distinta a todas sus anteriores películas y, salvo Amores perros, las supera. Aquí, su deseo de trascendencia queda oculto tras los ropajes de la comedia, lo que le confiere un intento de trascendencia aún mayor pues ese aparente no tomarse en serio aligera el peso de su obra y hace que el espectador la asimile con una sonrisa, le cale más profundamente y se identifique con ella. Sus aires de modernidad y su deseo de epatar se manifiestan en su capricho, a todas luces tramposo, de rodar en un plano único imposible, porque no es único ni es uno, solo trata de que lo parezca, pero que le queda muy bien a la historia ya que estamos en un teatro, entre bambalinas, y en el teatro, ya se sabe, todo ocurre por primera y única vez. En Birdman, los retorcimientos del guion no se reducen a las antiguas rupturas de la historia de sus anteriores películas, a saltos en el tiempo y en el espacio, a ese "Oh, claro, era eso", que siempre acompañaba a sus resoluciones, aquí, todos los elementos se van exponiendo y superponiendo unos a otros, mientras la historia avanza, sin que notemos la gradual sobrecarga de historias, de detalles, de críticas, de trascendencias, hasta llevarnos a ese final imposible y, tal vez, feliz, que por una parte es una rendición a lo irracional, a la fantasía, al "the show must go on", pero también un redimirse, un resurgir de las propias cenizas y elevarse.


En Birdman, Iñarritu se presenta a sí mismo desdoblado en Keaton, quien a su vez se desdobla en Riggan Thomson y Birdman, antiguo superhéroe que él mismo interpretó con éxito en el cine hace miles de años. Los cuatro luchan por sobrevivir y por recuperar sus antiguos éxitos: dudas, envidias, problemas domésticos, el actor principal sufre un accidente, prepárate: la critica te va a destrozar, ex mujer/hija/amante, ese pajarraco, Birdman, siempre recordándole que se equivoca y ese texto imposible De qué hablamos cuando hablamos de amor, ¡Pero a quien coño se le ha ocurrido elegir ese texto! y además de ¡¡¡Raymond Carver!!!. Iñárritu se ríe de sí mismo, con Keaton y su pájaro Birdman, a través de ese Rigan Thomson, perfecto alter ego de los dos y nosotros percibimos su risa y también nos reímos con ellos, y soñamos. Soñamos que se pueden contar historias tremendas desde el humor y la fantasía −¿Qué opinaría nuestro amado y deprimente Carver sobre esto?−, soñamos igual que Iñárritu, desde Amores perros, siempre soñó con su Oscar, −¿Es negativo para su cine soñar con un oscar?−, igual que Rigan Thomson sueña con un nuevo reconocimiento, una última oportunidad y Michael Keaton sueña con el tiempo detenido para no envejecer y morir, para que todos volvamos a verlo volar como Batman, digo, como Birdman.





Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido