lunes, 29 de junio de 2015

PREMIOS PLATERO 2015

El pasado fin de semana se hizo público el fallo del jurado de la Edición 2015 de los Premios Platero organizados por el Club del Libro en Español de las Naciones Unidas en Ginebra. Este organismo, fundado hace 40 años por un grupo de funcionarios de organizaciones internacionales ubicadas en esa localidad, tiene como objetivo el fomento de la literatura, la lengua y la cultura española e iberoamericana, así como de promover el empleo del idioma español.

Con respecto al fallo en el apartado de relatos, el jurado en una decisión cuanto menos discutible, concedió el primer premio al relato Maquillaje para el alma de la autora Paloma L. González, un bienintencionado alegato ¿contra? la violencia de género con sobreabundancia de clichés y de lugares comunes. El segundo premio fue para Agua Brava, de Juan José Tapia Urbano, un correcto y efectivo trabajo de género donde conviven elementos de antiguas novelas de misterio con una resolución de carácter sobrenatural. El tercer premio fue para nuestro compañero Miguel Núñez Ballesteros por el relato Lo que Sara recuerda, un trabajo sobre la memoria, lo que prevalece frente al olvido, sus justificaciones y sus máscaras.


Damos nuestra enhorabuena a los premiados y especialmente a nuestro compañero de "faenas" y amigo, Miguel.

lee aquí los relatos seleccionados: http://www.clubdellibro.org/act-075.html




Punto y seguido

jueves, 25 de junio de 2015

LA LUZ DE LA OSCURIDAD

La habitación oscura, de Isaac Rosa, es una novela incómoda que concierne al lector desde la primera frase. "No te quedes ahí. Vamos, entra, ya estamos todos". Un narrador omnisciente que se disfraza con el uso de la primera persona del plural y la segunda del singular,  descorre la doble cortina que protege la entrada y apela no solo a nuestra participación sino, sobre todo, a que nos identifiquemos con el despliegue de personajes que pueblan la habitación oscura y con su devenir vital y emocional.




Un grupo de jóvenes descubre la libertad y la risa de la oscuridad por el azar de un apagón y decide reproducirla en una habitación oscura en el sótano del local compartido. En el arranque de la novela se nos sitúa en un momento quince años posterior y se nos adelanta que el tiempo de la habitación está a punto de terminar. La lectura de la novela supone atravesar el espacio oscuro y tenso de la historia, a ciegas. Entre personajes apenas descritos a los que vemos avanzar a trompicones por la oscuridad de la habitación y con una venda en la mirada frente al derrumbe de sus existencias y expectativas.

La voz del narrador es minuciosa, exhaustiva y lleva al límite el uso de la enumeración, la metáfora y el juego temporal. En la novela, crónica y alegoría a partes iguales,  todo es metafórico pero todo es real: cada palabra, cada escena, cada situación es a la vez referente de la realidad y analogía literaria. Como en la vida, en la habitación oscura todo se multiplica, crece, se desborda como se desbordan las enumeraciones interminables del narrador que opera con todos los sentidos menos el de la vista para contarnos lo que ocurre en la oscuridad  y mira con la precisión de una cámara web en los capítulos breves que se van intercalando  en la larga letanía del discurrir de la novela. La habitación es secreto, útero, cueva primigenia, refugio o escondite. La crisis que recorremos es guerra, terremoto, intemperie, pozo ciego, vía muerta...

El extraño narrador retrasa el tiempo, lo ralentiza, lo acelera y lo adelanta, nos lo muestra como fotogramas sobre la pared de una cueva platónica, para contar el origen, la evolución y la clausura de la habitación oscura. Dosifica la tensión de una mínima trama de intriga para llevarnos hasta el final, obligándonos a mirar el ciclo vital común a personajes y lectores. Un ciclo que va desde un tiempo despreocupado, entregado al juego y al sexo, con promesa de futuro, hasta otro tiempo quebrado por la crisis y sin atisbo de porvenir. Un ciclo que Isaac Rosa cifra en tres momentos emocionales: la risa, el llanto y el grito. 


              Se ha dicho que La habitación oscura es una novela de la crisis y que retrata a una generación defraudada. Se ha dicho que se trata de una novela moral y coral que da voz a todos aquellos estafados por un estado del bienestar que truncó el insaciable poder económico. En mi opinión se trata de algo más que todo eso. Con sus personajes estereotipados como cobayas en observación, nos sitúa ante nuestra negativa a ver la realidad y a mirarnos, nos conmina a movilizarnos y tomar el control,  guiados por la luz que emana de la habitación oscura. Y si uno lee despacio y con atención entre el torrente de palabras, nos recuerda que no estamos solos en esto de la vida. "Y una noche alguien te tomo la mano...la retuviste contra la tuya, inflamaste de calor el espacio común...como una corriente de sangre compartida".
Inmaculada Reina
Punto y Seguido

lunes, 22 de junio de 2015

EL PROTEGIDO (PRESENTACION FNAC)


Ocurre a veces. Sin anunciarse. Pequeños encuentros que despiertan tu interés. Sin planificación, surgidos de una situación disfrazada de casualidad. Y así, como sin quererlo, se cuelan en tu rutina y provocan sutiles alteraciones. Son como esa chispa fatal que inicia el fuego, o quizás como ese parpadeo incrédulo del primer asombro.

“El protegido” despega a partir de dos acontecimientos absolutamente reales. Situaciones sin un aparente valor narrativo que, sin embargo, para personas tendentes al extrañamiento como el autor malagueño Pablo Aranda, suponen una extraordinaria invitación a ponerse delante de un teclado.


De esta forma nos explicaba el autor, el pasado miércoles 10 de Junio en la sala Fnac, el origen de su nueva novela. Pablo Aranda llegó puntual, pero se quedó al final de la sala como si su personalidad desdoblada estuviese esperando al autor. Saludó a varias personas entre el público que llenaba la sala, y es que Pablo debe ser de esos tipos que se defienden mucho mejor en las distancias cortas, y que dan una importancia al saludo y al agradecimiento que algunos pretenden pasada de moda. En la tarima le amenazaba una silla frente a un micrófono. Cuando llegó a ella, su modestia hizo varios amagos, como si aquella silla esperase a otro, igual que en una cita de adolescentes. Una vez que tomó asiento, abrigó el micrófono con su voz impaciente pero agradable, y comenzó a presentar su nueva novela publicada por Malpaso Ediciones: El protegido.

Una cita en una plaza desconocida y solitaria a la que nadie acude, y la ocasión de acompañar a una amiga que pretendía alquilar su piso. Son las dos situaciones que le hicieron plantearse esta novela. Pablo Aranda la sitúa en la segunda etapa de su carrera literaria. Según nos cuenta, es en esta etapa cuando sus novelas se centran más en la trama y son más rápidas, más cortas.

Más que hablar, Pablo salta de una frase a otra con habilidad de trapecista. Se cuelga de sus palabras que van y vienen para encadenar varias historias a la vez. Seguir el hilo de su conversación se convierte en una atracción de feria que nos hace vibrar y no perder la atención. Saltamos con él, reímos con él, nos quedamos en el aire con él. Desbroza la presentación en pocas palabras, y se deja llevar por divertidas anécdotas que surgieron mientras escribía la novela hasta el momento en que nos da la oportunidad de plantearle las cuestiones.

Como suele ser habitual en estas citas, en la sala hay varias personas que se muestran interesadas en el oficio de escribir. La recurrente pregunta acerca de la inspiración no tarda en salir, aunque en esta ocasión viene acompañada de una curiosidad. La persona que se levanta para exponerla se pregunta de qué forma se inspira Pablo a la hora de ponerse frente a la pantalla en blanco, pero antes de la respuesta del autor, la mujer que hace la cuestión nos revela uno de sus secretos: poner varias estampas de la Virgen María y algunos santos junto al escritorio. Pablo Aranda, con evidente asombro, nos dice que no ha utilizado ese sistema. Como tantos autores, desconfía de lo que denominamos inspiración. Para él, como para Gabriel García Márquez, la inspiración llega trabajando. Lo hace en horario escolar, que es cuando puede estar solo ya que ni siquiera en sus presentaciones de libros es capaz de despegarse de sus hijos, auténticos guardaespaldas de El protegido. Nos contó que selecciona una o dos canciones por novela y, antes de comenzar su rutina diaria, las escucha; luego despeja la mesa y lee las dos últimas páginas. Otro de sus secretos es hacerse mapas de sus personajes y situaciones. Pero sobre todo, el gran secreto mil veces revelado está en la corrección que él divide en tres acciones distintas: eliminar, sustituir y reescribir.

Finalmente se ofreció para firmar los ejemplares y la cola de lectores no se hizo esperar. Se detiene con cada lector, pregunta su nombre y se toma un tiempo antes de imprimir su letra sobre la página interior. No importa esperar una cola cuando sabes que, al otro lado, no te confundirán con un chasis en una cadena de montaje.

Medí la casualidad cuando asistí a la presentación de El Protegido, y espero encontrar entre sus páginas esos eslabones que me hacen sospechar que todo está certeramente encadenado.





Pedro Rojano






jueves, 18 de junio de 2015

LEER COMO UN ESCRITOR

CÓMO LEE UN BUEN ESCRITOR

Virginia Woolf

No sé si habéis tenido alguna vez esta curiosidad. Yo la tuve. La tengo, quiero decir. Y, al parecer, ni fui, ni soy la única. De hecho, incluso hay un libro titulado 'Cómo lee un buen escritor', de Francine Proust, novelista y profesora de literatura, que me compré hace años, que indaga sobre este tema y nos ofrece un buen puñado de respuestas a lo largo de sus 300 páginas. Estamos de acuerdo en varias cosas, una de ellas es la siguiente: 

Un taller de escritura puede ser útil para aquel que se inicia en el arte de escribir, un buen profesor puede enseñar a corregir un texto, unos compañeros adecuados pueden ayudar y apoyar, pero por muy provechosas que sean las clases o muy idóneos que sean los profesores y compañeros, donde sin duda se aprende a escribir es escribiendo y leyendo libros

Mucho antes de los talleres, de los grupos, etc, los escritores aprendieron de la obra de sus predecesores: Métrica, construcción de argumentos, estilo, etc. Todo estaba ahí. En las obras de los grandes escritores. 

Julio Cortázar
Un escritor no deja de ser alumno de los propios libros que lee. Se lee por placer, entre otra cosas, estamos de acuerdo, pero los escritores tienden a hacerlo de una manera más analítica, tomando conciencia del estilo, el lenguaje, la construcción de las frases o la trama, la estructura, diálogos, descripciones, la construcción de personajes, la elección de narrador, etc. 

Así pues, a escribir se aprende escribiendo, pero también con la lectura de las obras de los escritores a los que admiramos:

Shakespeare, Dickens, Austen, Woolf, Chejov, Cervantes, Rulfo, Borges, Cortázar, Flaubert, Dostoievski, Kafka, Munro, Tolstoi, Hemingway, Benedetti, Lorca, Dumas, James, Stevenson, etc. 

Una de las cosas que he aprendido es que es necesario aprender a leer de nuevo. Sí, tal como suena. Solemos leer deprisa, apenas sin pararnos a pensar, tan sólo dejándonos llevar por el hilo de la historia desde el principio hasta el final, nos damos prisa, acabamos cuanto antes, cerramos el libro y cogemos otro de la estantería, la biblioteca o de la mano de algún amigo que nos recomienda con énfasis el último que acaba de leer. Los escritores no leen así. Ellos eligen a conciencia a quien leen. Y, una vez hecha la elección, resulta esencial ir despacio, leer cada palabra, hacer anotaciones, paladear un buen párrafo como se paladea el buen vino. Cada una de esas palabras escritas reflejan el resultado final de incontables deliberaciones por parte del escritor, de su habilidad para escoger unas palabras y no otras, y el orden en que ha elegido escribirlas. 

Alessandro Baricco

Cuando se lee de esta manera es fácil darse cuenta de cómo algunos  escritores despliegan metáforas, otros aciertan con un lenguaje sencillo, seco o espartano, y otros se inflan el ego con vocabularios rimbombantes. Alice Munro, por citar a algún contemporáneo, escribe con sencillez y todo en su estilo tiene la intención de no llamar la atención. Este tipo de escritura tan sencilla parece no requerir esfuerzo, sin embargo es el producto final de numerosas decisiones y de un proceso en el que se han escogido ciertas palabras y desechado otras muchas para ser sustituidas por términos mejores que le den esa simpleza que nos resulta tan fácil de leer.

Hay quienes dicen que el escritor lee de manera depredadora, que va en busca de todo lo que pueda ser admirado, asimilado y aprendido. Con la vista puesta en todo aquello que el autor al que leen hace, particularmente, bien. Un ejemplo sería el de la oración o el párrafo perfecto, donde lo destacable para el lector está en que sea comprensible, elegante, ingenios@, inteligente y de grata lectura. Por tanto, no es mala idea tener siempre a mano los libros de escritores que han trabajado sus oraciones y párrafos a conciencia, que l@s han revisado y pulido hasta convertirl@s en gemas que todavía deslumbran. 

Mario Benedetti

No sólo merecen ser estudiadas y leídas a conciencia las frases largas y complejas. Las frases cortas pueden ser muy efectivas debido a que lo que está en juego es su inteligibilidad, la elegancia, la idoneidad y el impacto que debe causar. 

Gabriel García Márquez

La voz de la narración es algo que ningún buen lector pasa por alto en sus lecturas. Si el narrador es en primera persona, debemos poseer un amplio despliegue del lenguaje, no sólo para establecer la personalidad de ese narrador, sino para persuadirnos de que lo acompañemos por varios cientos de páginas. El punto de vista de la segunda persona suele ser sospechoso, ¿estará usando el estilo como sustituto del contenido? ¿Y las terceras personas de las grandes novelas de los siglos XVIII y XIX, son tan imparciales? Decidir la identidad y personalidad del narrador es importante, pero lo que de verdad importa es el lenguaje que usará el escritor para interesarnos y meternos de lleno en la visión de los acontecimientos que está relatando. 

Ernest Hemingway

La creación del personaje no es algo que aborden de igual manera los distintos escritores. El proceso y la descripción de los mismos pueden resultar tan dispares como similares, e incluso algunos comparten ciertas destrezas comunes, como la habilidad de crear personajes menores con tan sólo algunas rápidas pinceladas. 

El joven caballero no tenía mal corazón, a menos que se considere por tal cierta frialdad y cierto egoísmo, por lo general se le respetaba en todas partes por cuanto procedía con tino y cautela en sus quehaceres ordinarios (…)

La Sra Dashwood no era más que una grotesca caricatura de él mismo, de más estrecha mentalidad y mayor egoísmo. 

Sentido y Sensibilidad
Jane Austen.


Jane Austen no sólo se preocupaba de describir a sus personajes con similares estocadas, sino que demostró ser una maestra en el uso del diálogo como medio de fijar el carácter de un personaje, de dibujar la personalidad de los hablantes y de darnos a conocer a las personas de las que se está hablando. 

En los diálogos escritos se deben evitar las repeticiones, expresiones sin sentido, las vacilaciones, los clichés y banalidades que usamos al hablar. Un mal diálogo puede convertir un texto con una buena prosa, en malo. El diálogo, además, debe servir para hacer avanzar la trama. Si no cumple ninguna de sus funciones, debe ser obviado. 

Thomas Mann
Una cosa en la que están de acuerdo muchos escritores a la hora de identificar un buen texto, aparte del diálogo, el narrador, el lenguaje, etc, son los simples y llanos detalles. 
Sí, los detalles. Los que nos persuaden de que alguien está diciendo la verdad, los que nos tranquilizan y nos indican que el escritor es cabal y que no nos toma el pelo. Detalles convincentes. Detalles perfectos, concretos,  sorprendentes, inesperados, impredecibles, pero plausibles, rigurosos y pertinentes. Intencionados y destilados. Los grandes escritores construyen sus ficciones con pequeños pero significativos detalles que, pincelada a pincelada, dan forma a esas realidades  con que tratan de convencernos. A menudo, un detalle sencillo y bien elegido puede decirnos más acerca de un personaje que un largo pasaje explicativo. 

Cada gran escritor es un misterio, ahí estamos de acuerdo. Y, aunque muchas de sus técnicas pueden ser aprendidas mientras los leemos, otras son inexplicables, asombrosas y forman parte de ese talento, innato y a la vez misterioso, del que se hacen eco sus textos. 

Nabokov sobre 'La dama del perrito' de Chéjov: 

Todas las reglas tradicionales de la narrativa han sido quebrantadas en esa maravillosa historia de veintitantas páginas. No hay un problema, no hay un verdadero clímax, no hay un punto y final. Es una de las más grandes historias que se han escrito jamás. 

La literatura es una fuente ilimitada de valentía y capacidad de perseverancia. A la mayoría de escritores les gustaría que los lectores se identificaran con sus personajes, incluso si el lector no está en absoluto dispuesto a hacerlo. 

Una vez, no hace mucho ni tan poco tiempo, aprendí a leer de nuevo. Aprendí que leyendo de manera pausada, que leyendo fijándome en los detalles y estrategias de los grandes, no sólo leía, o disfrutaba de lo que leía, sino que aprendía, y a la vez que aprendía, avanzaba en mis escritos. 

¡Respétate a ti mismo, por amor de Dios, deja las manos quietas cuando el cerebro esté perezoso! No imagines sufrimientos que no hayas experimentado y no dibujes cuadros que no hayas visto, pues la mentira en un cuento es mucho más aburrida que en una conversación. 


Chéjov.

Una novela no escrita, difícilmente puede calificarse de gran logro. 

Virginia Woolf. 


Si queremos escribir, tiene sentido que leamos, y que leamos como escritores.




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lunes, 15 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA PAZ? INTENTO DE ENSAYO

Puedo encarar este tema desde el opuesto: la guerra; puedo hacerlo pensando en un estado de consciencia a alcanzar; y puedo también verlo desde un giro filosófico. La paz como un bien socio-antropológico o como algo más personal. En general pienso en la posibilidad real de la paz, y en si entendemos el significado de esta palabra como algo a alcanzar. El diccionario habla de sosiego y buena correspondencia, de reconciliación y concordia, de apacible tranquilidad, pero Santo Tomás dice «Conocer es  llegar a ser inmaterialmente lo otro», por lo cual, si nunca experimentamos la paz, no podemos siquiera imaginarla. Y la paz se me antoja algo bastante parecido a la felicidad: esporádico y endeble. No puedo imaginar la paz como un simple pacto, como un papel firmado entre países o familias, cuando nuestras cabezas neuróticas no dejan de trabajar, y nuestra frágil memoria desmenuza la historia a su antojo. San Agustín dijo: «Para la vida, conocer es siempre recordar, y toda ignorancia aparece en forma de olvido». Y aquí está el dilema: ¿somos capaces de recordar lo horrible de la guerra, de la enemistad, de la intranquilidad del espíritu para sólo aspirar a la paz? Me temo que no. Nuestra memoria atávica parece ser muy débil. En la epigenética viaja el hambre que puede haber padecido un bisabuelo en una guerra, pero no el alivio en los tiempos de paz. Porque la paz es un alivio, es un dejar la cruz o como quiera que se llame eso que arrastramos, es un ¡por fin! 

Fotografía de Robert Mapplethorpe


        Algunos presuponen que es necesario conocer la violencia para entender la paz, y que el ser humano es naturalmente violento. Pero ¿lo somos en realidad? Johan Galtung incorporó dos conceptos: la Paz Positiva, que es ausencia de violencia, y presencia de libertad, igualdad y justicia social, y la Paz Negativa, que parte de su antítesis, la guerra. Curiosamente, hasta hace muy poco, sólo se estudiaba la guerra. Al estudiar la paz y ver que hubo y hay sociedades que han vivido en ella, es posible pensar que los humanos somos pacíficos, o nos vamos volviendo gradualmente pacíficos. Pero la paz no se consigue así de fácil, precisamente porque somos humanos: egoístas, envidiosos,  nacionalistas y con aspiraciones al poder; no todos, claro, ni en la misma medida. Podemos, tal vez, acudir a la espiritualidad, (no me refiero a la religión, no hace falta explicar lo que se hizo y se hace en su nombre), a la conciencia social, a aprehender desde pequeños los conceptos de respeto, libertad e igualdad. Pero mientras haya un “polémico”, como diría Heráclito, seremos presas de la anti-paz, que no es lo mismo que decir que seremos presas de la guerra.

Fotografía de Bernardino Hernández

La ilustración de la paloma pertenece a Kazu Nitta

Andrea Vinci
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jueves, 11 de junio de 2015

INSPIRACIÓN


    El viejo poeta busca palabras en las alturas. Rastrea metódico cada grieta del techo, cada rincón, cada adorno, cada cornisa. Desalentado, mira el jardín, al otro lado de la ventana. Escruta palabras dormidas, tendidas al sol de las plataneras. Cuerpos de palabras, recuerdos de palabras que no se dejan atrapar.

    La joven esposa que se paseaba desnuda por la casa, ha elegido un vestido ligero, casi transparente (del mismo color que su piel) y sale al jardín al encuentro de su joven poeta.

    ―Hoy es el día en que escribiremos nuestro futuro, dice el joven poeta. El día del porvenir.
   ―Sí, y quiero follármelo todo entero. Ahí, junto a los tulipanes, replica la joven esposa.

    El viejo, ante la ventana, desliza su mano a la bragueta y rastrea su miembro dormido; lo agita, lo aprieta, lo fricciona forzando extrañas grafías. Signos extraños que recuerdan palabras, imágenes que se tensan y se acoplan y que después de encontrarse acaban diluidas. 

    Las palabras, salpicadas de semen, huyen a ras suelo. 



Fotografía: Gilbert Garcin



Miguel núñez ballesteros
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lunes, 8 de junio de 2015

VIAJES ALTERNATIVOS

Viajamos mucho aquellos días.  Por territorios empantanados de nuestra memoria. Por carreteras sinuosas que tarde o temprano nos devolvían al punto de partida. Viajamos para escapar de nosotros mismos, a través de  palabras escritas, sin movernos del  sitio. Unas veces como turistas acelerados, sin ver ni sentir; otras como trotamundos que se enamoran de cada paisaje, de cada historia, de las gentes sencillas que habitaban aquellos lugares. Con la añoranza del regreso y de escapar, a la vez,  de esa vida  que trataba de engullirnos.

                                            Loli Pérez
                                                Punto y Seguido
                                                               
                                           Imagen: Polanoid  
                           
Publicado en el libro: Viajes Alternativos, editorial Airon Sesenta SL.
    
  

jueves, 4 de junio de 2015

BAJO LOS ESCOMBROS



Los muros de ladrillo rojo de la ciudad que conocí hace años, solo se sustentan en mi diario de viaje. Entonces escribí que desde la estupa de Swayambunath, en lo alto de una colina desde donde se divisa la ciudad, Kathmandú era abigarrada, estática, como un enorme tapiz bordado de pequeños detalles que apenas son visibles a la vista.

Me resulta difícil imaginar qué ha sido de esas calles, esos comercios, los templos, plazas y monasterios. Entre otras cosas,  porque la colina donde se alzaba la estupa es ahora un rimero de escombros. Para muchos espectadores, las imágenes del televisor están a diez mil ochocientos kilómetros de distancia. Para mí, sin embargo, siguen estando demasiado cerca. Cada plano que el reportero enmarca me remueve con una intensidad de 8 grados en la escala Richter. Todos mis recuerdos se desmoronan. Atrás quedaron el ruido insoportable de las motos, la sonrisa de los niños uniformados al salir del colegio, las manos creyentes haciendo girar los cilindros de los templos, las dentaduras postizas en los escaparates de los dentistas, la carne de cabra expuesta sobre una tabla abombada, el olor acre de las piras en Pashupatinah, los ladridos nocturnos de los perros. Revivo mis paseos por el barrio de Thamel con la mochila al hombro, pero tengo que esquivar los cascotes, contemplar los restaurantes derrumbados, los hoteles sin fachadas, los postes de luz taponando las acequias que delimitan la calle, la rabia, el dolor.



El ambicioso turista conserva las fotos que se hizo en la plaza Durbar, con la sonrisa amplia y una mota de brillo en la pupila. Limpia el polvo de los souvenirs que adquirió en Thamel, relata por enésima vez la historia de la diosa niña Kumari Devi. Su Nepal se ha quedado detenido en la memoria, a salvo de los terremotos.

Regreso a mi diario. En las páginas que escribí todo sigue igual. Allí siguen erigidos los templos, los edificios, las plazas. No hay mejor forma de perpetuar una ciudad llena de vida que con la tinta de un bolígrafo. Pero no ocurre lo mismo con los recuerdos. Esas terribles imágenes que se cuelan en nuestra suerte sustituyen a las anteriores y no serán reconstruidas hasta que Nepal vuelva a ser ese tapiz que cubría la llanura bajo un manto blanco de ochomiles.


Quizá no sea suficiente con recordarlo cada día, con imaginar las caras que fotografiamos entonces, con ingresar una cantidad en las cuentas de las ONGs. La reconstrucción debe partir de ahí y continuar hasta volver a pisar sus calles, a dormir en sus hoteles, a comprar en sus comercios, a rezar en los templos. Reconstruir la ciudad y los recuerdos.

Pedro Rojano
Punto y Seguido


lunes, 1 de junio de 2015

«AURA» EJEMPLO DE NARRACIÓN EN SEGUNDA PERSONA

«Aura», novela corta de Carlos Fuentes, es un buen ejemplo para todo aquel que necesite conocer el efecto que produce este tipo de narrador: segunda persona (del singular), sobre todo porque está contada en tiempo presente. La voz da la sensación de ser un testigo omnisciente.  


«Recoges tu portafolio y dejas la propina. Piensas que otro historiador joven, en condiciones semejantes a las tuyas, ya ha leído ese mismo aviso, tomado la delantera, ocupado el puesto. Tratas de olvidar mientras caminas a la esquina. Esperas el autobús, enciendes un cigarrillo, repites en silencio las fechas que debes memorizar para que esos niños amodorrados te respeten.»


La sensación es de atemporalidad y de que el protagonista es uno mismo. El narrador te involucra en la historia, y aunque los verbos están en presente, da sensación de vaticinio, de futuro.

Está claramente influenciada por un cuento de Alfonso Reyes, «La cena», tanto por la temática, como por la atmósfera y los personajes. Considerada ejemplo del realismo mágico, navegan en ella muchos de los simbolismos propios de ese movimiento, además de creencias, supersticiones y ceremonias. 

Fotografía de Robert Mapplethorpe


«Tienes la bata vacía entre las manos. Aura, de cuquillas sobre la cama, coloca ese objeto entre los muslos cerrados, lo acaricia, te llama con la mano. Acaricia ese trozo de harina delgada, lo quiebra sobre sus muslos, indiferentes a las migajas que ruedan por sus caderas: te ofrece la mitad de la oblea que tú tomas, llevas a la boca al mismo tiempo que ella, deglutes con dificultad: caes sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos, extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo negro que cuelga del muro con su faldón de seda escarlata, (…)»


Los personajes son tres:

—Felipe Montero: historiador de veintisiete años, que estudió en La Sorbona. Físicamente tiene cejas pobladas, boca larga y gruesa, ojos negros, pelo oscuro y lacio, perfil recto y mejillas delgadas. Necesita el dinero de ese trabajo para tomarse un tiempo sabático en el que escribirá un libro. Decide quedarse en la casa al conocer a Aura.

—Consuelo Llorente: mujer de ciento nueve años. Vive postrada en la cama, iluminada por veladoras, con varios cuadros de santos y cruces en su habitación. Es pequeña, muy delgada, ojos verdes, voz débil y aguda, muy devota. Felipe la considera manipuladora, tirana e incluso loca.

—Aura: es joven, aunque varía su edad durante la narración. Pasa de aparentar veinte años a cuarenta, según la ve Felipe. Tiene ojos verdes y viste de verde. Silenciosa y tímida frente a su tía Consuelo. Cambia el comportamiento al encontrarse a solas con Felipe.

         Considero a la casa como un cuarto personaje. No es sólo un tema de ambientación (tétrica, oscura, húmeda, poblada por ratas, con un patio lleno de plantas y yuyos desprolijos, decoración antigua, cortinados de terciopelo), sino también un símbolo: el templo, el útero, lo femenino, pero al ser vieja y estar deteriorada, simboliza el paso del tiempo real. No se menciona el año en que transcurre la historia, pero es evidente que se trata de la segunda mitad del siglo XX.


         «El olor de la humedad, de las plantas podridas, te envolverá mientras marcas tus pasos, primero sobre las baldosas de piedra, enseguida sobre esa madera crujiente, fofa por la humedad y el encierro.»

Fotografía de Dariusz Kilmzak-Kwadrart

Además de la casa, otros símbolos que utiliza Fuentes son:

—La coneja: llamada Saga, símbolo de fertilidad. Consuelo no pudo tener hijos. La coneja está siempre con ella, en su cama. Consuelo engendra a Aura, un espectro de ella misma.

—El Cristo negro: la devoción a lo oscuro, la brujería.

—El color verde: símbolo de intemporalidad, de permanencia, que aparece en todo: los ojos, la ropa, la casa. La ilusión de perpetuar la juventud. También de esperanza.

—El macho cabrío: simboliza el ritual, el derramamiento de sangre, el sacrificio a cambio de algo, en este caso la juventud.

Los sentidos tienen un papel primordial en la narración, sobre todo el olfato, el oído y el tacto, ya que la permanente oscuridad ciega al protagonista. La ceguera, en este caso, como una manera de no ver la realidad, es un símbolo más.



Se trata de una novela de amor: Felipe Montero responde a un anuncio de trabajo de Consuelo Llorente, para terminar las memorias del general Llorente. La condición es vivir en esa casa junto a la viuda y su sobrina Aura. Ambas mujeres viven en la oscuridad. Toda la novela transcurre alrededor de la extraña relación entre Aura y su tía, y el deseo que despierta Aura en Felipe.

El tema central es el amor eterno, pero también la vanidad encarnada en la juventud, y el rechazo a la vejez. Esto se visualiza a través de la dualidad del yo en el doble juego Consuelo-Aura y, finalmente, en Felipe-general Llorente, juego de espejos y duplicidades, juego de juventud-vejez, donde se intercambian los roles. La obra está dividida en cinco partes. Se trata de una novela corta, pero también podría considerarse un cuento largo.

Todo el relato es inquietante y sostiene la tensión hasta el final. En una segunda lectura uno puede atar cabos y percibir los pequeños detalles que nos harán evidenciar el final.

    Fotografía de Dariusz Kilmzak-Kwadrart

Mi conclusión es que esta narración está centrada en el paso del tiempo, y en la mentira por la ilusión que el tiempo genera en nosotros. El amor es el ejemplo de la atemporalidad. El cuerpo, con su juventud o su vejez, lo real, lo temporal. La segunda persona nos genera una atmósfera particular, lúgubre, asfixiante. Los insto a que la lean. Es corta y efectiva.

«No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado por la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir.» AURA de Carlos Fuentes




 Andrea Vinci
Punto y Seguido