lunes, 3 de febrero de 2014

ANTONIO SOLER, UNA HISTORIA VIOLENTA

    Una historia violenta, una mirada a la infancia a través de la pupila de su narrador: un niño de unos diez años que vive en la calle Lauzana, enclavada en un barrio malagueño que podría ser de cualquier parte del mundo, durante un tiempo indeterminado de los años sesenta o setenta, cuando aún quedaban descampados cerca de las barriadas y los niños jugaban solos en la calle, y se peleaban y descubrían la sexualidad, así casi sin darse cuenta. Cuando los mejores amigos eran impuestos por la cercanía, aunque fueran unos psicópatas en potencia. Cuando deseabas haber nacido en otra familia, en otro lugar y te sentías extraño ante el mundo que giraba en tu entorno. Una novela con silencios y verdades a medias, con una mirada llena de curiosidad y a la vez de extrañamiento. El despertar a la sexualidad, al primer amor platónico, a la maldad del ser humano y la entrada de lleno en vida. Un viaje al corazón de la infancia, como diría el propio Soler.


Le pregunté por qué se repetía a lo largo de la novela y me dijo que era un recurso que había utilizado a propósito como si fuera el bolero de Ravel que siempre dice lo mismo pero que a la vez avanza un poco, y que quería crear una situación como cuando hay tormenta y se está a la espera de que rompa y la verdad es que lo consigue ese sentimiento de expectación.

También me llamó la atención la forma en que describe a los personajes, lo encontré muy original. A la madre la describe por cómo son sus manos y cómo se sienta a llorar en el filo de la cama "Me tocaba sufrir, había caído en el lado de sombra de la vida y eso ya no tenía remedio ni había marcha atrás. Me lo habían dicho las manos de mi madre. Su carne enrojecida, de matadero, al lado de las de doña Julia".  

Al padre por sus zapatos “Los zapatos de mi padre transmitían una inconsolable sensación de tristeza cuando uno los veía solos. Sin los pies de mi padre dentro (…) Cuándo los pies de mi padre los ocupaban, parecían más nuevos, se volvían casi alegres e incluso invocadores, heredaban súbitamente el carácter de mi padre”

Al vecino como una caricatura de gigante, nervioso y educado: “Ernestito era nervioso y su padre también lo era. Era una familia de gente nerviosa. Eran tan nerviosos que lo disimulaban. Ponían mucho empeño en disimularlo. En realidad era en lo que más energía gastaban, lo que más les preocupaba en el mundo.”  



          También expresa el miedo de la infancia, de forma muy curiosa, y la enfermedad cuando empieza a pillar un enfriamiento: 
"En aquel pasillo me encontré mal. Las raíces de un árbol enorme crecían dentro de mí, trepaban por mi garganta y me llenaban todo el cuerpo de humedad"

Soler afirma que tiene bastante de autoficción, creo que es por eso por lo que llega al corazón del lector, porque aunque la ficción y la realidad se mezclen sin dejarnos ver las diferencias, se nota que hay un trasfondo de verdad. Hace mención a un suceso que ocurrió en aquella época, y a raíz de esa historia gira la trama.
Una novela con voz propia, un antes de El Camino de los Ingleses, tal vez.

                                                                               Loli Pérez, 
Punto y Seguido





1 comentario:

  1. Gracias por tu reseña Loli, un resumen perfecto de un entretenido encuentro con el autor. ¡¡Qué vengan muchos más!!

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