miércoles, 2 de abril de 2014

EL ARTE DE TITULAR

El título de los libros es la primera impresión que provocamos en el lector y puede ser una etiqueta, un trailer, una sugerencia, una emboscada, un resumen, una insinuación, un guiño, una propuesta, un chiste, una trampa, una pregunta o una respuesta…todo esto y todo lo contrario. El título de un poema, de una  novela o de un relato es el nombre por el que se le reconocerá y se le recordará y como el nombre de las personas, les acompañará toda su vida y formará parte de su destino, así que habrá que pensarlo bien o nos puede ocurrir como a Skármeta con su novela Ardiente paciencia, que para pasarla al cine fue retitulada y ya todo el mundo la conoce como El cartero de Neruda.


Dice Leila Guerreiro que en los títulos está el alma de los libros, y yo lo comparto. Como el alma, un título es algo delicado, frágil, que hay que manipular con cuidado para que no se arruine. El de titular es un arte en el que hay que comprometer todos los sentidos.
Cuando uno se pone a buscar título, primero tiene que decidir qué cara quiere mostrar al lector, cómo quiere conquistarlo y a partir de ahí seguir alguno de los caminos de los que titularon antes o coger el machete y abrir nuevas rutas, aunque creo que en esto de los títulos quedan pocos territorios vírgenes.
Hay quien decide ganarnos por el sabor, conquistarnos como dicen que se hace con los hombres, por el estómago, con títulos del tipo  Como agua para chocolate, Melocotones helados, Tiempo de cerezas, Sabor a canela… aunque, en mi opinión, esta clase de títulos se han usado tanto en los últimos tiempos que han perdido algo de sabor y poder de convicción.
Hay múltiples ejemplos de títulos para el oído, como La voz dormida de Dulce Chacón, La voz del violín de Camilleri,  Sonata de otoño de Valle-Inclán, Fado alejandrino de Lobo Antunes, 21 canciones de Hornby…y una especie de subgénero serían aquellos títulos que parafrasean letras de canciones: Extraña forma de vida, No habrá más penas ni olvido o Que veinte años no es nada. Hay quien riza el rizo y utiliza hasta trabalenguas, como Cabrera Infante con sus Tres tristes tigres o La Habana para una infanta difunta, que a su vez juega con la famosa pavana de Ravel.
Entre los títulos olfativos ¿quién no recuerda El perfume de Süskind?
Hay títulos que apelan al tacto de manera poética como La piel del cielo de Poniatowska o Los aires difíciles de Almudena Grandes y otras de manera sugerente como Boquitas pintadas de Puig o El beso de Chejov.
En cuanto al sentido de la vista, muchos títulos nos remiten a él y son pocos los que no, salvo aquellos que juegan con conceptos abstractos. La sombra del ciprés es alargada, Siete miradas en un mismo paisaje, Mujeres de ojos grandes…la lista sería interminable. Podemos abrir otra sección por colores: El cuaderno gris, La hora violeta, Azul petróleo, La casa verde, La hoja roja
Hay títulos que nos conducen a una experiencia sensorial múltiple. El mar nos acerca el sabor a sal, el olor a salitre, el rumor y el estallido de las olas, el erizarse de la piel o la aterciopelada caricia con su contacto y toda la gama de tonos azules, grises, verdes y pardos hasta el negro, que puede tener.

Muchos autores, a la hora de bautizar sus textos, recurren al nombre del protagonista. Nabokov con su Lolita llegó a crear un estereotipo, de igual manera que lo hiciera Shakespeare con sus Macbeth, Hamlet y Otelo. ¿Cuántas niñas no se habrán llamado Emma por la heroína de Austen? También a veces se incorpora el apellido e incluso el título nobiliario: Anna Karenina, Robinson Crusoe, Pedro Páramo, Calota Fainberg, El Conde de Montecristo. A veces los usan de dos en dos: Fortunata y Jacinta, Rinconete y Cortadillo o Claus y Lucas. A veces lo acompañan de algunos complementos: Mi idolatrado hijo Sisi, de Delibes, La oscura historia de la prima Montse, de Marsé, Juliet, desnuda de Hornby. Hay autores, como Alfredo Bryce Echenique, que hacen de este tipo de títulos una tradición: Un mundo para Julius, Tantas veces Pedro, La amigdalitis de Tarzán, La vida exagerada de Martín Romaña, etc…
Algunos juegan la baza del nombre famoso: El lector de Julio Verne o La muerte de Carlos Gardel. Mientras tanto, a otros les da por ponerse egocéntricos: Yo, etc. de Susan Sontag, No y yo de Delphine de Vigan…
Hay títulos inspirados en lugares: Bariloche de Neuman, Ámsterdam de Ian McEwan, Canadá de Richard Ford, Dos mujeres en Praga de Millás, Las nieves del Kilimanjaro de Hemingway, Ventanas de Manhattan de Muñoz Molina…y por supuesto París, que tiene un subapartado propio e interminable.


Los números también son muy productivos a la hora de titular, ya sean cifras, fechas o parte de direcciones: CeroCeroCero de Saviano, 1984 de Orwell, 2666 de Bolaño, Muntaner, 38 de Garriga Vela…


 



También son clásicos aquellos que incluyen el tiempo atmosférico o las estaciones: La lluvia antes de caer, La tormenta en un vaso, Diario de invierno

  
Se puede echar mano de las frases hechas. Así en Rabos de lagartija, Memoria de elefante, En el culo del mundo, Tirando del hilo, A sangre fría
Se podría hacer una clasificación por brevedad o extensión. Los muy breves Nada, de Laforet y Todo de Kevin Canty, que a pesar de su brevedad resultan totalizadores, o algunos otros de significado abstracto, que podrían entenderse como resumen del tema principal del texto: Desgracia de Coetzee, Intimidad de Kurieshi o Indignación de Philip Roth. Y también los hay largos, e incluso larguísimos: Justo antes de la guerra de los esquimales de Salinger, Ese chico pelirrojo al que veo cada día de Ana María Moix, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Murakami, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron.
Títulos como estos, además de largos resultan sorprendentes. Algunos son como pequeños trailers. Nos presentan a un personaje en acción: El abuelo que saltó por la ventana y se largó o El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de IKEA. Otros hacen referencia a un territorio o tiempo con nostalgia: Todo lo que un día se fue con las bicicletas, El paraíso en la otra esquina o El amor en los tiempos del cólera.
Hay quien disfraza el título con formas de otros géneros literarios, como el ensayo o la literatura científica: Sobre la belleza, Tratado de las pasiones del alma, El periodo azul de Daumier Smith o Atlas de geografía humana. También están muy de moda los metaliterarios: Ejercicios de estilo, Manual de literatura para caníbales, Historia abreviada de la literatura portátil… Y siguiendo con la erudición, hay títulos que son citas de otros autores. Famoso es el caso de Javier Marías, con Negra espalda del tiempo o Mañana en la batalla piensa en mí, entre otros.
Los hay interrogativos como ¿Qué me quieres, amor? de Manuel Rivas, contradictorios como Demasiada felicidad de Alice Munro, coloquiales y de advertencia como No mires debajo de la cama de Millás, casi gemelos como Recuerdos inventados de Vila Matas y Recuerdos olvidados de Benedetti, incluso complementarios como sus autores: Te llamaré Viernes, de Almudena Grandes y Completamente viernes de Luis García Montero, o parte de alguna obsesión como alguno de Millás: Papel mojado y Letra muerta o El orden alfabético y El desorden de tu nombre.
A estas alturas de la entrada, me parece que aún me queda mucho por decir, que apenas voy por el título. Y es que el arte de titular, como todo arte, es infinito.

Inmaculada Reina
Punto y Seguido







3 comentarios:


  1. Genial la entrada!!!!! Qué compendio!!!! Magnífica miscelánea que sin duda te ofrece herramientas para construir los títulos que quieras. Muchas gracias!!!

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  2. Inma, la de títulos que habrás leído... cada uno guarda una historia, son una puerta de entrada, una dirección, una seña, y todas esas cosas que dices. Nunca se me habría ocurrido catalogarlos y después de tu entrada, de repente, los he catalogado todos, los de mis estanterías, los de mis recuerdos, los de mi ebook... así es más fácil recordarlos, aunque un buen título: nunca se olvida. Enhorabuena por tu entrada.

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  3. Inma, lo que he disfrutado leyendo tu entrada, pensando en los títulos y los libros que citas, de los que he leído y los que no. Gracias por tu aportación, es estupendísima como diría nuestro compi Miguel.

    abrazos

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