La brevedad y la concreción literaria llevadas al extremo a
la hora de escribir un cuento. Dejar las tijeras de podar a un lado, enfundarse
los guantes de látex y echar mano del bisturí. Pulso firme. No buscamos un
resumen de nuestra historia, buscamos su esencia. Cortar con la precisión quirúrgica
del cirujano y la frialdad innata del
forense. Desechar lo vacuo, lo superfluo. Nos quedaremos sólo con lo esencial,
lo únicamente necesario. Diseccionaremos cada párrafo, cada frase hasta obtener
el número exacto de palabras que cuentan la historia. Ni una más ni una menos.
No hay margen de error.
Una historia que en realidad son dos. La primera es evidente
y la dicta la literalidad del texto. Gafas de filósofo sobre la nariz,
ajustes de relojero en los engranajes y manos de prestidigitador. Entre los espacios
en blanco de ese número mínimo de palabras que es nuestro microrrelato,
debe discurrir la segunda historia, la no escrita, la que está entre líneas,
esa que se queda planeando sobre nuestras cabezas cuando terminamos de leer el
texto, y que se nutre de lo insinuado, de lo no dicho y que, al fin y al cabo, es
la verdadera, la que realmente queríamos contar. La segunda historia es nuestro
as en la manga, ese golpe de efecto que nos deja con la boca abierta, que no
nos deja indiferentes, en definitiva, que nos hace pensar.
Cortazar, Monterroso, Galeano, Max Aub, y un largo etcétera,
nos han hecho disfrutar de la sutileza, la lucidez y la perspicacia de sus
historias más breves. Ellos seguramente disfrutaron como niños escribiéndolas, nada
nos impide a nosotros intentarlo. Existen técnicas y claves que podemos aplicar
a la hora de escribir microrrelatos. Una de estas técnicas, con la que podemos
experimentar y divertirnos al mismo tiempo, es la de usar situaciones o
personajes conocidos por todos.
LA ÚLTIMA CENA
El conde me ha
invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.
Ángel García Galiano
El contexto ya está servido de antemano, está presente en
nuestras cabezas, únicamente debemos encontrar esa vuelta de tuerca, ese as en
la manga que sólo mostramos al final de la partida.
LA UBICUIDAD DE LAS MANZANAS
La flecha
disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que
está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece
la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a
formularse la ley de la gravedad.
Ana María Shua
Magnífico primer acercamiento al micro, Mauricio. Espero más detalles acerca de cómo blandir ese bisturí del que hablas.
ResponderEliminarMuy buena entrada, Mauri. Me encanta que hayas elegido a A.Mª Shua como ejemplo.
ResponderEliminarCuando me desperté, el microrelato seguía sin escribir...
ResponderEliminarGracias Andrea y Pedro. Otro día más.
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