sábado, 18 de mayo de 2013

EL MICRORRELATO


La brevedad y la concreción literaria llevadas al extremo a la hora de escribir un cuento. Dejar las tijeras de podar a un lado, enfundarse los guantes de látex y echar mano del bisturí. Pulso firme. No buscamos un resumen de nuestra historia, buscamos su esencia. Cortar con la precisión quirúrgica del cirujano y la frialdad  innata del forense. Desechar lo vacuo, lo superfluo. Nos quedaremos sólo con lo esencial, lo únicamente necesario. Diseccionaremos cada párrafo, cada frase hasta obtener el número exacto de palabras que cuentan la historia. Ni una más ni una menos. No hay margen de error.

Fotografía: Nikolai Aldunin

Una historia que en realidad son dos. La primera es evidente y la dicta la literalidad del texto. Gafas de filósofo sobre la nariz, ajustes de relojero en los engranajes y manos de prestidigitador. Entre los espacios en blanco de ese número mínimo de palabras que es nuestro microrrelato, debe discurrir la segunda historia, la no escrita, la que está entre líneas, esa que se queda planeando sobre nuestras cabezas cuando terminamos de leer el texto, y que se nutre de lo insinuado, de lo no dicho y que, al fin y al cabo, es la verdadera, la que realmente queríamos contar. La segunda historia es nuestro as en la manga, ese golpe de efecto que nos deja con la boca abierta, que no nos deja indiferentes, en definitiva, que nos hace pensar.

Cortazar, Monterroso, Galeano, Max Aub, y un largo etcétera, nos han hecho disfrutar de la sutileza, la lucidez y la perspicacia de sus historias más breves. Ellos seguramente disfrutaron como niños escribiéndolas, nada nos impide a nosotros intentarlo. Existen técnicas y claves que podemos aplicar a la hora de escribir microrrelatos. Una de estas técnicas, con la que podemos experimentar y divertirnos al mismo tiempo, es la de usar situaciones o personajes conocidos por todos.


LA ÚLTIMA CENA

El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.

Ángel García Galiano

El contexto ya está servido de antemano, está presente en nuestras cabezas, únicamente debemos encontrar esa vuelta de tuerca, ese as en la manga que sólo mostramos al final de la partida.


LA UBICUIDAD DE LAS MANZANAS

La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad.
Ana María Shua


MAURICIO CIRUELOS
Punto y Seguido

4 comentarios:

  1. Magnífico primer acercamiento al micro, Mauricio. Espero más detalles acerca de cómo blandir ese bisturí del que hablas.

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  2. Muy buena entrada, Mauri. Me encanta que hayas elegido a A.Mª Shua como ejemplo.

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  3. Cuando me desperté, el microrelato seguía sin escribir...

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  4. Gracias Andrea y Pedro. Otro día más.

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