miércoles, 7 de mayo de 2014

LA MUJER LOCA. MILLÁS EN ESTADO PURO.

La mujer loca, la última novela de Juan José Millás, es Millás cien por cien. En ella aparecen condensados todos sus temas, sus obsesiones y sus maneras y motivos narrativos. Trata de la eutanasia (y de la vida y de la muerte), trata de la locura, de la identidad, de la creación literaria (de la realidad y de la ficción) y del lenguaje. Sobre todo del lenguaje. Y es que, en realidad, el verdadero tema de la novela son las convenciones humanas, y entre las convenciones, la primera y la más grande: el lenguaje. El lenguaje hablando de sí mismo, ejerciendo su función metalingüística. Y la literatura hablando de la literatura, en su función metaliteraria.



Tres protagonistas se alternan a lo largo de los capítulos de la novela. Julia, la mujer loca, que tiene la paranoia de que mantiene relaciones personales con las palabras, las frases (el lenguaje en definitiva), que habla con ellas e incluso las trata clínicamente usando como quirófano o mesa de vivisección la hoja en blanco. La mujer siente que el lenguaje no es una herramienta a su servicio, sino una especie de déspota que la persigue para volverla loca. Emérita, la mujer que va a practicar la eutanasia después de una vida anónima y que, justamente,  adquiere relevancia por su decisión de quitarse esa vida. Millás, escritor afectado por una sequía creativa y que ve en ambas mujeres la posibilidad de una novela y un reportaje, respectivamente. En realidad es Millás, alter ego del autor de la novela, el vertebrador de la misma, pues es el narrador de las historias de ambas mujeres además de la suya propia. Dice el escritor que este texto es un híbrido entre novela, reportaje y autobiografía. Realmente una nueva gradación de la verdad y la ficción y, otra vez, el tema de las convenciones (los géneros literarios, en este caso) y las fronteras (otra convención) difusas entre los elementos de cualquier realidad. En la novela hay una constante tensión entre la realidad y la ficción, lo verdadero y lo falso, el original y la copia, lo convencionalmente admitido (lo legal) y lo convencionalmente excluido (lo ilegal). Son categorías que desarrollan todos los personajes desde perspectivas diferentes. En la lógica (o ilógica) de Julia hay palabras, frases verdaderas y palabras y frases falsas, y es el propio lenguaje y la gramática los que imponen estas convenciones en muchos casos paradójicas. Igualmente hay personas porquesí y personas porqueno,  según se adapten mejor o peor a las convenciones. El Millás personaje aspira a ser un escritor porqueno y desarrolla todos los temas que en la novela plantean el resto de los personajes. Tanto a través de su interacción en la trama principal con el resto de los personajes como de los capítulos de su Diario de la vejez, plagados de sus obsesiones hipocondríacas, y de aquellos que se desenvuelven en la consulta de su psicoanalista octogenaria donde el personaje se enfrenta con un Millás desdoblado.


Destacaría la calidad de los diálogos, la ironía y el humor, la aparente sencillez de su prosa así como sus procedimientos habituales: el extrañamiento, la descontextualización o las metáforas extravagantes, tan de Millás, que a los admiradores, adeptos y adictos a su literatura, nos trasladan al original universo  de sus textos donde la realidad y la ficción tienen fronteras líquidas, límites inciertos.


Para muestra unos cuantos botones:

El adjetivo es para el sustantivo lo que la ropa para un actor. Como los actores van a muchas fiestas, a muchas cenas, a muchas entregas de premios, necesitan muchas camisas, muchas chaquetas, muchas faldas y pantalones, muchos zapatos. Se les ha subido la fama a la cabeza y no pueden ponerse dos días seguidos el mismo traje. Hay sustantivos sencillos que van a cuerpo, pero a la mayoría les gusta llevar encima un adjetivo.

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Estoy frente al doctor Luzón, mi médico de cabecera, preguntándole si la colonoscopia es aconsejable o se trata de una moda. Toda la gente de mi edad se ha hecho al menos una. No hay comida dominical en la que no se hable del asunto.

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En cuanto a mi mujer - continuó Serafín- lleva cinco años en la cama, y por eso no ha salido a saludarte. Un día, al terminar la clase de yoga,  le empezaron a pesar los pies, a pesar los pies, como si los zapatos fueran de plomo, la llevamos al hospital y salió en silla de ruedas porque le tocaron la médula al intentar arreglarle una vértebra que guardaba relación con lo del peso de los pies. Tiene muchos dolores y los médicos me la han hecho morfinómana.

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Y el otro Millás continuaba allí, a su lado, de modo que cuando la mujer dijo que ya era la hora, Millás abrió los ojos con cuidado para no asustar a la alucinación y  comprobó que el otro Millás seguía junto a él. No es que lo viera con los ojos, no era preciso, pero lo sentía como se siente un vacío allí donde debería haber habido un volumen.

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Lo dicho: Millás en estado puro.

Inmaculada Reina
Punto y seguido

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