Las palomas han ocupado el centro de las plazas iniciando una revolución. El zureo es insoportable. Se ha enviado al ejército para apaciguarlas, pero a medida que las matan surgen más de entre las grietas de los muros. Hasta ayer, algunos decían que alegraban las plazas.
Las palomas ya no son un símbolo de paz o del espíritu santo. Atacan a
todo el que cruce la calle, y no hay quien compre en el supermercado, eche gasolina o asista a una obra de teatro. Ni
siquiera hay niños en la escuela.
No hay forma de apaciguar la violencia de las palomas. Nadie olvida que
hasta ayer se conformaban con migajas de pan.
Pedro Rojano
Punto y Seguido
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