Las buenas mentiras, las mentiras
creíbles, necesitan una base de verdad sobre la que sustentarse. Si quisiéramos
contar una historia de ficción cuantos más elementos reales incluyamos más
verosímil resultará, cuanto más hechos cotidianos e identificables por parte del
lector/oyente, más atrapado le tendremos, más creíble será nuestra mentira, mas
verdadera, seguida y asumida por ese probable lector/oyente. Si en cambio, llenamos
nuestra ficción de hechos imaginarios, irreales, inventados así a vuela pluma,
sin ningún nexo con la realidad, será difícil que nos crean. De igual manera,
en nuestra vida cotidiana, cuando mentimos tendemos que adornar nuestras
mentiras con elementos fácilmente reconocibles y comprobables, sino la mentira
aparecerá desnuda, desprovista de protección y expuesta al primer desaprensivo
que pretenda desmontar nuestra impostura.
Esta es una de las ideas sobre la
que gravita "El Impostor", última novela de no ficción de Javier
Cercas. A lo largo de poco más de cuatrocientas páginas, el autor trata de
descubrir y de entender qué parte de verdad adornaban las mentiras que durante
más de treinta años hicieron de Enric Marco un personaje en la primera línea de
la lucha sindical y, posteriormente, en lo que se llamó Recuperación de la memoria histórica. Cómo pudieron creer sus
mentiras todos aquellos que le rodeaban, admiraban y aplaudían y por qué abominaron
de su protagonista cuando se destapó que se trataba de un impostor.
Cercas, no solo trata de esclarecer
cuáles fueron las verdades que sustentaron y acompañaron las mentiras de Marco,
la verdad de las mentiras, sino que también trata de que nosotros, lectores, entendamos al personaje. «Entender es justificar», viene a decir una antigua
correligionaria de Marco que no está de acuerdo con que Cercas escriba su libro,
a lo que este se responde: «¿No es más
bien nuestra obligación?». Entender es saber, nunca justificar, y para
saber tiene que llegar al fondo de su personaje, quitarle todas las máscaras, desnudarlo
de todas esas mentiras que ocultaban la verdad, cuando hasta ese momento fueron
pequeñas verdades las que ocultaron su mentira, hasta dejarlo desprovisto de su
mejor arma, la de inventar, para que todos podamos entender, saber, opinar y si
cabe, justificarlo. Y esto hasta el punto de que en determinado momento sea el
propio Marco el que se sienta indefenso ante
su propia verdad y con la cabeza entre las manos, pida a su escritor: «Por favor, déjame algo».
Pero no solo vamos a descubrir la
verdad y tratar de entenderla sino que también lo que la verdad significa para
su personaje. Según Cercas, la realidad
mata, la ficción salva, y en base a esta aseveración, su personaje al
cumplir cincuenta años, cuando su vida se encaminaba hacia una vejez discreta,
cuando se pregunta dónde quedaron sus sueños, decide reinventarse, creándose un
pasado de soldado anarquista que luchó en la Columna Durruti durante la Guerra
Civil, de deportado en un campo de concentración nazi y de luchador clandestino
contra el franquismo a su regreso a España. Como Don quijote, decide aparcar la
verdad para seguir viviendo: la realidad mata, la ficción salva. Sin embargo,
Don Quijote al final claudica, y se reconoce en Alonso Quijano, su realidad, y
expira. En cambio Enric, cuando se ve acorralado por la verdad, por el
desvelamiento del engaño, no claudica, se crea un nuevo personaje e intenta
seguir con una nueva máscara: «Mentí por
vosotros, para que supierais la verdad», dice.
Como ya hizo con Adolfo Suárez en Anatomía de un instante, en esta nueva novela
de no-ficción, Javier Cercas también trata de salvar a su personaje. Al igual
que aquel antiguo arribista del Régimen acabó convertido en héroe de la
democracia, este Enric Marco, de alguna manera, se adecua perfectamente a su
prototipo de héroe, un héroe que miente descaradamente para salir en la foto,
para estar en la primera línea, pero que termina salvándose por puro instinto
de supervivencia, por ese humano intento de sobrevivir a cualquier precio y por
encima de todo. En este sentido me recordó el relato de Borges, Tema del traidor y del héroe, donde el
descubrimiento de la verdad mata al impostor. El glorioso conspirador Fergus Kilpatick
ha traicionado a sus compañeros y debe morir, pero esa muerte propiciada por la
verdad, crea a su vez una mentira superior transformando al traidor en héroe y
haciéndole vivir como tal más allá de su muerte física.
También con respecto al relato de
Borges, quiero apuntar el juego metaliterario establecido por Cercas en el capítulo
ocho de la tercera parte. Aquí el autor reproduce una conversación imaginaria con
Marco, en la que este le dice que al igual que Don Quijote eligió a Cervantes
para que escribiera su novela, él lo ha elegido para que escriba su historia. En
su relato, Borges utiliza al personaje de Nolan, descubridor del impostor, para
que prepare la muerte que lo transformará en héroe y para que cien años después,
un nieto suyo investigue y descubra la impostura, la verdad de las mentiras, y para
que, mucho después, un escritor llamado casualmente Jorge Luís Borges lo
imagine y tal vez lo escriba para nosotros.
—La
ficción salva, la realidad mata.
—Exacto
—De
todos modos no se puede vivir siempre en la mentira.
—De
todos modos no se puede vivir siempre en la verdad. No se puede vivir, pero hay
que vivir. Esa es la cuestión.
El
Impostor, página 361
Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido
Muy interesante el artículo, la comparación con el relato de Borges y con su "Anatomia de un instante".
ResponderEliminarLa novela tiene bastantes aspectos que tocar, no solo este personaje tan peculiar. En sus páginas Cercas nos hace partícipes de temas tan complejos como la memoria histórica o el poder del pasado
“Pero ya sabemos que el pasado no se supera o es muy difícil superarlo, que el pasado no pasa nunca, que ni siquiera –lo dijo Faulkner- es pasado, que es sólo una dimensión del presente”
ANTONIO
"el pasado no pasa nunca"
Eliminarcreo que sobre esta idea gira toda la novela.