Mientras
viajo de casa al trabajo y del trabajo a casa, hay gente que viaja a la inversa. Y mientras miro desde la ventanilla del metro, otros miran el cielo montados en
una carreta. Cuando mi único pensamiento es cuál será mi próximo viaje y en la
mano llevo la guía turística para saber dónde están los museos y qué día es el más
adecuado para ir a los Palacios, qué comida es la típica y cuál es el clima de
mi nueva obsesión, otros, en esta misma tierra, y tal vez no tan lejos, lloran
porque no los dejan ir a la escuela, sonríen porque tienen un juguete, sufren
porque no pueden alimentar a sus hijos, caminan kilómetros para llegar a un
hospital, pierden la virginidad en una subasta, beben agua contaminada, levantan cosechas, modelan el barro, roban
pan, matan serpientes, comen insectos, rezan a dioses y a estampitas, giran,
saltan y gritan para entrar en éxtasis, entierran a sus muertos en la tierra, o
no los lloran porque creen que volverán mil veces, y así, mientras mi única
preocupación es no olvidarme de que esta noche está mi programa favorito, los documentales
de Lonely Planet, ellos, los que no veo y ¿nunca veré?, caminan por mercados y
cementerios, juegan a la guerra de verdad y le echan agua a sus flores de
plástico.
Fotografía de Chema Madoz
Andrea Vinci
Punto y Seguido
Poético con baño de realismo en la demencial cascada de la vida.
ResponderEliminarMe quedo pegado mirando como buho.
Besos.