
El pasado jueves 20 participé en una de esas mesas en una de las Librerías de El Péndulo (para los que viven del otro lado del charco o al sur del sur, son unas Cafebrerías, así se intitulan, pequeña cadena de librerías-cafeterías-teatros). Moderó Claudia Guillén y en la mesa estuvieron Jorge Bonne («Las Afueras», «Traducción a lengua extraña»), Mauricio Montiel («La penumbra inconveniente», «Los animales invisibles»), Bernardo Esquinca («Los escritores invisibles», «Los niños de paja»), Alberto Chimal («Siete», «El último explorador»).
Lo de siempre: ¿El cuento debe ganar por knock out o por puntos? Hace años que murió Cortázar pero seguimos citándolo. Sabemos que el cuento ha ido cambiando con los años y que los clásicos siguen siendo nuestros maestros, que están para aprender y aprehender de ellos, pero que debemos superarlos. Tal vez por eso Esquinca piensa que ya no es tan necesario ganar por knock out, para lo cual puso como ejemplo a «Últimos atardeceres en la tierra» de Bolaño, o Bonne lo considere tan cercano a la poesía: «…rápido, certero y debe dejar una sensación de “aroma” que no sé definir». Montiel, que continúa pensando como Cortázar, mostró similitudes con el teatro: «Si sacas una pistola en el primer acto, debes detonarla en el tercero», aludiendo a la importancia de desechar lo elementos inservibles. Chimal enfocó su respuesta desde la construcción (o deconstrucción) del texto: Un primer momento extraño, simétrico, caprichoso, libre y un segundo momento destinado a revisar, contrastar, y afirmó que en ese instante uno toca de oído, porque allí «todo es nuevo», es donde se hace la diferencia, la novedad e incluso la no repetición.
Después le tocó el turno a otro tema central: los escenarios, propios y de los personajes. Dónde escribimos y dónde transcurren nuestras historias. Algunos lo llaman atmósfera y otros, simplemente, escenario. Y aquí es importante puntualizar que cada uno tiene sus preocupaciones, sus temas, sus obsesiones, y dentro de ellos hay o no «espacios» más o menos fijos, atmósferas, más o menos acentuadas, y eso tiene relación directa, como es lógico, con el tono de los relatos. Para Bonne son importantes los espacios que no se pueden habitar, los que excluyen a los humanos, las casas vacías, los bloqueos internos, por ejemplo. Para Montiel el espacio tiene que tener un pie en la realidad y otro en la imaginación, y los personajes deben saber moverse por ese espacio. Para Esquinca lo importante es lo que no cuenta, es decir, los espacios vacios, y como David Lynch, se siente decepcionado cuando un misterio se resuelve. Necesita que el lector complete esos espacios. Para Chimal los espacios, en principio, no tienen importancia. Sus cuentos giran en torno al cambio en el personaje, a la forma en que se modifica, «El espacio viene después, las experiencias están primero, los “momentos boderline” que no pueden asimilar, en lo grotesco, por ejemplo».
Luego comenzó una discusión sobre las nuevas tecnologías, sobre los microrrelos en twitter, e incluso la novela que escribe Montiel: @Elhombre detweed, y allí estaban sus fans. Sobre lo que está y hay que asumir, y aceptar lo cambios como otras formas de expresión: «Lo que no cambia es nuestra necesidad de utilizar el lenguaje».
Como resumen puedo decir que coincido con ellos en muchos puntos: en que ya no es necesario ganar por knock out, en que el cuento es muy cercano a la poesía, en que la atmósfera es importante, pero mucho más lo que no cuenta. Puede que el personaje cambie. Puede que sólo piense en cambiar. Puede que el lector sólo lo intuya. Los temas que lo fraccionan son apasionantes, pero los sutiles se aproximan más a nuestras almas. La plataforma en la que escribimos ya poco importa, nos vamos acostumbrando. Antes sentía que al escribir poesía en la computadora salía fría y distante. Ahora ya no me pasa. Estimo que me cansé de pasar en limpio...
Finalmente, en lo que coincidieron todos, es en que la teoría sirve de poco, que a escribir se aprende escribiendo y en que la mayoría de los talleres de escritura sacan escritores «clónicos». Así que como no podemos esperar a las musas, y la vida es corta, a escribir, que esto es un trabajo.