viernes, 21 de junio de 2013

MÉXICO


Cuando estaba en la primaria mis padres me regalaron una enciclopedia. Una Larousse de tres tomos muy gordos y pesados que contenía de todo, desde matemáticas hasta mitología griega, mi preferida. Eran unos libros muy difíciles de manipular y con pocas fotos o dibujos a color. Casi todo era en blanco y negro, como las tapas. Yo hurgaba en ellos, buscando no sé qué, probablemente algo que me hiciera soñar tanto o más que Zeus, Hera o Afrodita. Había otro lugar de esa enciclopedia donde volvía una y otra vez: México. Allí encontraba unas fotos muy pequeñas pero que jamás se fueron de mi mente. La que más llamaba mi atención era la de la UNAM. Me parecía algo mágico que la gente fuera a la universidad entre tantos murales de colores. ¿Eso era una universidad? Nosotros teníamos a la UBA que era un dinosaurio pegoteado de pancartas y graffitis. Los soles de las esquinas de la UNAM habían generado una inconsciente influencia hasta en mi madre, que fabricó uno muy parecido en laca china para sus clases de Interiorismo. Este sol terminó decorando una de nuestras paredes, aunque era en blanco y negro, no en naranja y amarillo maíz. Ahora no me pregunten dónde está, los decoradores siempre son decoradores, al fin y al cabo.



Yo era una nena que quería ser astronauta, como muchas de las que fuimos nenas en aquella época. Y adoraba a Dalí, a los surrealistas y a los happenings, por eso, entre las fotos de aquella enciclopedia también llamaron mi atención las del Museo de Arte Moderno de México. Como en las casas del futuro de Disneylandia, una escultura estaba plantada en medio del jardín, como una casa del espacio, con forma ovoidal. Para mí eso era «Lo más de lo más». Eso, y que Yoko Ono se quedara en la cama con John Lennon. Mis padres estaban muy ocupados como para llevarme al Di Tella. Papá trabajaba horas extras fabricando cigarrillos que jamás fumó, y mamá pintaba y dibujaba planos para alcanzar un título de Arquitecta de Interiores, o Decoradora, o como quiera llamarlo la moda del momento, así que yo sólo conocía la fuente de Lola Mora y esculturas por el estilo, y por supuesto, las que aparecían en la gorda enciclopedia de tapas negras que saltaba de Napoleón a Miró, del Paleolítico a Picasso.
Cuando aterricé por primera vez en este país fui a parar a Cozumel. Mi hermano quería hacer submarinismo y mis padres querían hacer “crucerismo”. Aunque corrí para no ser alcanzada por los vendedores de souvenires, logré ver por el rabillo del ojo las artesanías. No quise frenarme, porque si te frenas, te atrapan.

En mi segundo viaje sí tiré mis huesos en estas calles. Llegué sola, de noche y sin lugar donde dormir. Paré cerca del Zócalo y a primera hora salí, como buena y aplicada turista, a Teotihuacán, y allí estuve todo el día, porque cuando algo me gusta me da igual el tiempo. Al regresar al DF el camión (autobús: traducción para los adictos a la RAE) pasó delante de la Plaza Garibaldi. Yo vi a los mariachis y, otra vez como buena y aplicada turista, me lancé del camión. Miré. Sólo miré. O para ser precisa: escuché, y luego me di una vuelta por los alrededores. A la mañana siguiente era día de fiesta patria. No sé cuál, la verdad. Mirando el calendario, después de tanto tiempo, imagino que podría ser el Día de la Expropiación Petrolera, seguramente. La cosa es que en el Zócalo izaron la banderota. Sí, no es una bandera, es una banderota: verde, blanca, roja, con el águila y la serpiente en su pico, puro color. Y una rueda de gente tomadas de la mano, alrededor de TODO el Zócalo, todo tipo de gente, de toda clase social, cantaron el himno. No tuve mucho tiempo para quedarme pasmada. Así son los viajes del turista que se cree viajero pero que en el fondo sigue siendo un turista. Ese viaje no hizo más que confirmarme los colores, las ideas, las luces, en muchos de sus rincones, aunque vinieran disfrazados de guirnaldas delante de la Iglesia de Santa Prisca, en Tasco, o en el vuelo de una gaviota que comía de mi mano en un atardecer de Acapulco. Pero no me dio tiempo a ver el México de mi enciclopedia. El México de mi infancia. El México que,  durante mucho tiempo, asocié con la creatividad y la modernidad, habiendo nacido yo en esa especie de clon parisino, mezcla de Minujín y Gardel, que es Buenos Aires.




Nunca pensé que un día la vida me traería aquí para quedarme. Tampoco pensé que esa escultura futurista de mi enciclopedia seguiría en pie en ese mismo jardín, en ese mismo museo. Cuando uno encuentra las cosas que vio en los libros, siente una emoción volcánica, de ese tipo de emoción que no puede impedir que se asome a los ojos. La UNAM es más pequeña de lo que la había imaginado, pero está ahí, con todos sus colores. Y ese jardín con esculturas cuneiformes y antropomorfas que parecen no oxidarse con el tiempo, sigue aún en medio de Chapultepec.



México luce una catedral que nada tiene que envidiarle a las europeas, y muchas colonias pintorescas, coloridas, de calles empedradas, donde el espíritu de Frida aún flota atenazado a su corset como un fantasma coyoaqueño, y cientos, miles de tianguis donde uno puede comprar desde un colador hasta una muñeca, y una iglesia frente a otra, la cual más bonita y más antigua. Pero nada, nada, nada se compara con la creatividad mexicana, con su color, con su alegría. Incluso, hasta cuando festejan la muerte.
Punto y Seguido





Todas los fotos, menos la de la UNAM,
fueron tomadas por Andrea Vinci










14 comentarios:

  1. México, una ciudad espléndida y muy interesante. Con una inquietud creadora que merece la pena conocer. Gracias por la entrada Andrea!

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  2. Antonio Lupiáñez21 de junio de 2013, 13:17

    ¡México lindo y querido,
    si muero lejos de ti
    que digan que estoy dormido
    y que me traigan aquí!

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  3. Hola Andrea!
    Siempre quise saber como ven mi ciudad los extranjeros y me impresiona enterarme la fuerza que puede tener una escultura, un lugar, un sonido...
    Me encantó este relato, creo que me dan ganas de visitar mi propia ciudad, pero quiero verla con los ojos de quien la conoce por primera vez, asombrarme de lo que ha llegado a ser rutina o parte del paisaje citadino. Volver a sentir, como se siente la primera vez.

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  4. Gracias Pedro, a ti puedo decírtelo por Skype. Y sé que te gusta este país.

    Gracias Aurora, a ti te mande un mail. Me gustó haberte inspirado de revisitar tu propia ciudad o a mirarla con otros ojos.

    Antonio, gracias por leerme.

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  5. Gracias por este paseo de palabras e imágenes por México, ojalá pueda conocerlo en directo y en tu compañia.Un beso grande amiga,me alegra que compartieras esta entrada
    Rocío

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  6. Hola, guapa!!! Me he perdido entre finales y he puesto mi comentario en otro texto tan lejos de México como yo lo estoy ahora. Lo cierto es que me ha gustado mucho lo que he leído por equivocación, y que supongo de otro miembro de Punto y Seguido. ¡Qué buen grupo, el que formáis!!
    Ni que decir tiene, que tu texto también me ha gustado mucho y que me he sentido identificada con ese volcán al que haces mención sentimos, cuando alguna imagen se convierte en real. También me ha pasado a la inversa y me he sentido caer por el desague, cuando esa imagen de papel quedaba empequeñecida al verla hecha realidad. Comentándolo, descubrí que no he sido la única persona que al enfrentarse con el Jardín de las Delicias de mi tan admirado Bosco, exclamamos, ¿así es de pequeño?
    Las impresiones que nos hacemos sobre las cosas, creo que tienen esa doble vertiente, pero en cualquier caso, no deja de ser impresionante y más en tu relación con México, ¿quién iba a pensar que acabarías siendo un sol de la UNAM?????
    Cuídate;intentaré pasar más a menudo a verte :-) Siempre es un gusto leer tus relatos.

    Un beso afectuozzízimo

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  7. Gracias amiguitas, sois un sol, ¡malagueño!

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Muchos recuerdos me trae tu texto Andrea. Yo soy PUMA es decir de la UNAM es mi Alma mater. Y es que hoy ando un poco melancólico, que no men alcóholico eh?. Un texto escrito con cierta sensibilidad que me ha dejado sentimientos encontrados. Al ver las fotos de la UNAM imagino escuchar aquellos "goyas" ahí vertidos de cada generación que pasó por esas aulas y que aun parecen hacer eco en los edificios y rebotar en las paredes hasta cada estatua. La verdad es que se me encuera el chino...er... digo se me enchina el cuero! (piel de gallina) de la emoción. te felicito por el texto. Felicidades

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  9. Hace años que estuve en Mexico DF pero aún recuerdo el afecto con que nos recibieron y las risas cada vez que, en nuestro castizo castellano, deciamos cog... en vez de agarrar! (y hay que ver las veces que lo decimos en una conversación normal!). En aquel momento, hace ya muchos años, me impresionó el Museo Antropológico con su preciosa cascada en la entrada y... como no! el barullo del tráfico mexicano. "A valor mexicano" decía nuestro acompañante cada vez que teniamos que cruzar una rotonda! Otro momento maravilloso fue la subida a la Pirámide del Sol (como buena turista) ¡aunque luego tuve que bajarla! Aguanté bien la altura y aún guardo en mi memoria la preciosa Naturaleza del país. Gracias Andrea por traerme todos estos recuerdos. Un beso.

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  10. Prima querida te había escrito y no se público, me gustan mucho tus relatos, me hacen volar la imaginación y me alegra que disfrutes tanto la ciudad en que vivís, te apuro Natalia

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  11. Jajaja el celu escribí mal «te adoro!» quise poner

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  12. ¡menos mal!!! te apuro para qué, me pregunté. Para ir a Baires nuevamente....
    Gracias por leerme, primi.

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