viernes, 19 de julio de 2013

MI BUENOS AIRES QUERIDO


«…cuando yo te vuelva a ver, no habrá más penas ni olvido.»

Alfredo Le Pera

¡Qué iluso era Gardel! o ¡qué mal hemos crecido!




Cada año que voy a mi tierra es una sorpresa. A veces grata y a veces hecatómbica (mi patria merece inventarse alguna que otra palabrita). Pasamos de hundirnos en el fango a levantarnos y brillar como en la época en la que «la avenida Corrientes no duerme». No tenemos medias tintas. Somos pura pasión, pura desarmonía. Así puede que en un viaje me encuentre a la gente hablándome de los floggers, en otro me hablen de la Antiferia del Libro, en otro con las banderas puestas en las ventanas de medio Buenos Aires, y en otro a los ateos orgullosos de tener un Papa nacional. Y no puedo separar a la ciudad de la gente. Para mí es imposible porque no soy turista, porque llego y es como si nunca me hubiera ido, como si ayer me hubiera tomado el último mate en la cocina charlando con mis tíos, discutiendo con mi vieja, llamando por teléfono a mis primas, a mis amigos. Todo está ahí y parece inamovible. Sólo las arrugas embisten y esas sorpresas que espantan, como la inflación y sus precios, y la comparación con mi último sueldo nacional, allá por febrero del 2001, antes de que, de un día para el otro, dijera «Me voy», sin pensar en las consecuencias. Probablemente llevo los genes emigrantes. Imposible no tenerlos. Pero aquí tengo que hablar de Buenos Aires, y Buenos Aires es eso: un collage de gente variopinta, disparatada, gesticuladora, exagerada, esperpéntica, personajes al fin que hacemos alarde de tener apellidos de cualquier lugar del planeta, pero con acento italiano, y que aseguramos que nuestra pizza es la mejor del mundo, aunque los demás no lo crean y nos digan «È bueno, è bueno», pero frunciendo el seño, y que nuestra carne es la mejor, aunque las vacas fueron cambiadas por soja y aunque ya estemos hartos de que nos digan ¿Argentina? ¡Asado! (también Maradona, y Messi, y más cosas al gusto del consumidor…). Yo detesto que sólo me hablen de la carne, como si mi ciudad tuviera cara de churrasco. Lo mismo que piensen que todo se quedó ahí, en suspenso, como cuando vieron la ciudad hace… quién sabe cuándo. Por eso comencé diciendo «Cada año que voy a mi tierra es una sorpresa», porque nunca sé con qué me voy a encontrar. Es impredecible.


Pero vuelvo a Buenos Aires. La caminé íntegramente. Durante diez años fui visitadora de farmacias. Lo que más me gustaba era dejarme a San Telmo para los viernes y sentirme turista al final de la tarde, sentarme en un bar, Quilmes de por medio, a ver pasar a la gente. Yo vivía en Almagro, barrio tanguero. También me dejaba para los viernes La Boca, no sólo por ser «xeneize», sino porque tiene un aire turístico, un aire de fin de semana adelantado. Así el viernes era viernes con todas las letras.


En uno de mis tantos viajes la «sorpresa» fue haber visto a Baires transformada en una escenografía, con su merchandising, sus conventillos convertidos en galerías, con la gente haciendo cola para entrar al Tortoni cuando, seguramente, nunca habían leído un poema de Alfonsina o un cuento de Borges, con los precios de los teatros más caros que en Broadway y con la calidad de la pizza de Güerrín por los suelos. ¡Dioses del Olimpo porteño! ¿Dónde os habéis escondido? ¡Volved, por favor! El turismo destruye lo real. O lo real se transforma en esa otra cosa que es un simple y lejano reflejo de lo que fue. Y así tuve que escuchar a los mismos turistas decir que San Telmo les gustó más o menos, y la puñalada llegarme al centro de mi porteñismo (otra palabra que merece ser inventada), porque no es lo que ven, o sí es, pero tiene que volver (con su frente marchita) a esa realidad no inventada para los turistas, sino para nosotros, para los que vivimos o que dejamos de vivir y volvemos y vemos al barrio, que tiene que estar mejor, pero nunca inventado, nunca como una escenografía de una obra de Vaccarezza. Nunca sin alma. Nunca sin piel.

Florida y Diagonal


Este año Florida estaba siendo aggiornada: cambio de baldosas, mucho arbolito pero ningún asiento para que el pueblo consuma. Cerró sus puertas la Richmond, sigue cerrado El Molino (una vergüenza frente al Congreso), Las Violetas fue resucitada por sus empleados, y los teatros siguen brotando, pero con las entradas cada vez más caras. Ese invento ganado al río llamado Puerto Madero se eleva hacia el cielo y El Tigre sigue floreciendo, con un Puerto de Frutos sin frutos, que ya en nada se parece al de mi infancia. Lo digo y lo repito: «Cada año que voy a mi tierra es una sorpresa». Y las sorpresas son eso, un cambio permanente, un halo que se mueve, que brilla, que por momentos se opaca, que ondea como una bandera, que deja al descubierto las venas de una tierra que brinda con todo aquel que la visita, que se abre, que se cierra, que se marchita y florece con cada bandoneón que llora, con cada paso, con cada cita.

Andrea Vinci

Librería El Ateneo



9 comentarios:

  1. Me gustó tu presente entrada, la sentí como una charla de café, donde en pocas líneas aprecié a un Bs Aires distinto, desde la cruda óptica (¡vaya palabra!) de quien nació en aquellos lares, creció, vivió, goza, extraña y sufre en carne propia sus buenos y malos momentos. Mi visión en cambio, es la de un turista que solo conoce el rostro que se le da a la visita. No soy el dueño de piso que conoce a “la doña” con los ruleros puestos y con ropa de faena, quizás nunca conocí su rostro verdadero, sólo una faz maquillada, pero aún así hay algo en ella que me atrae.
    “Mi Buenos Aires querido” sigues siendo en el continente la chica más bonita del barrio. Y aunque pasaron los años y quizás ya no se te ve tan joven, ni tan radiante, sigues teniendo esos aires (Bs Aires) de garbo y exquisitez. Por allí te siento más renegona, más demandante, se te nota una que otra cirugía que pretende rejuvenecerte, te siento un tanto más distante a lo que fuiste otrora, pero aún así me gustas, aún te encuentro motivos (o pretextos) para visitarte y ser feliz.
    Bonita presentación Andrea Vinci, te dejo un saludo “xeneize”, de este limeño “bostero” que por ser peruano nació con un “gen” que ama a la Argentina desde un rinconcito del corazón.
    ¡Un abrazo!

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  2. Mil Gracias, Juan Carlos, compartimos sentimientos xeneizes y genéticos. Yo quiero mucho a tu tierra.

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  3. Impecable descripción de nuestra ciudad, primita mía! Aunque fuiste bastante bondadosa al no querer describir a su stresada gente y la creciente inseguridad de sus calles, entre otras desmejorias..
    Te felicito!!! Tu fiel seguidora Laila.

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  4. Gracias por esta entrada, con la pasión de los buenos amores y la objetividad de la distancia...un abrazo
    Rocío

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  5. Gracias amiga, tú sí que lo sabes decir...

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  6. Gracias amiga por prestarme tus ojos y tus recuerdos para conocer un lugar en el que nunca he estado.
    Un abrazo con mucho cariño

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  7. Gracias amiga por prestarme tus ojos y tus recuerdos para conocer un lugar en el que nunca he estado.
    Un abrazo con mucho cariño

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