O CÓMO
ENFRENTARSE A UN LIBRO DE MÁS DE MIL PÁGINAS
Ya sé que más de uno leerá esta entrada y dirá «Ni
loco me meto en esto», y que se conformará con reconocer la primera frase del
libro, (como reconocemos la primera del Quijote): «Todas las familias felices
se asemejan; cada familia infeliz es infeliz a su modo». Con esto podrá
alcanzarles, y con ver alguna de las múltiples versiones cinematográficas
encarnadas por Greta Garbo, Vivian Leigh, Jacqueline Bisset o Keira Knightley. Y
con enterarse, grosso modo, de quién fue León Tolstoi. Pero este es un libro
que puede acompañarte por varios días, y que en mi caso, no sólo logró
convertirse en un buen compañero, sino que al llegar al último capítulo se
ralentizó entre mis manos, para no alcanzar el final.
El título alude a uno sólo de sus personajes, pero el
libro cuenta la historia de tres parejas, interrelacionadas por parentesco, con
tres modelos diferentes de relación. Tolstoi ideó a Anna algunos años antes de
escribir el libro. Quería contar la vida de una mujer adúltera digna de
compasión, no presentada como culpable. Y nadie mejor que él para escribir
sobre la sociedad rusa del siglo XIX, sobre su hipocresía, sobre sus costumbres
y su forma de pensar. Poco después de su idea original hubo un suceso que
impresionó al escritor: el suicidio de la amante de uno de sus ricos vecinos,
bajo un tren, en una estación cercana a su finca Yasnaya Polyana. Éste fue el
punto de inflexión entre la ficción y la realidad. Tardó dos años en
escribirla. La terminó en 1877. Es una novela realista y abierta, con un
lenguaje accesible para casi cualquier lector.
Tolstoi nos convierte en lectores cómplices, generando
una simbiosis entre su obra y nosotros. Y poco a poco nos vamos metiendo en las
entrañas de sus personajes, en sus pensamientos, los más profundos, incluso los
que jamás podrían admitir. En el transcurso de la obra, que en cierta manera
podría calificarse como histórica, intuimos las influencias de esa época: el
naturalismo, Darwin, Marx y El Capital, el nacionalismo extremo de una parte de
la sociedad, la influencia de la Iglesia Cristiana Ortodoxa y de cualquier místico
que puede lavarle el cerebro, a modo de Rasputín, a algún personaje de la
aristocracia necesitado de fe, Rusia como último bastión del feudalismo, la decadencia
de la aristocracia, la simpleza e ignorancia del pueblo llano, del campesino,
etc. Todo esto terminará desencadenando la revolución en 1917. Por esto opino
que leerla es adentrarse en un pedazo de la historia rusa. Tolstoi habla sobre
todo. No deja ningún tema por tratar, sobre todo aquel que lo obsesionó hasta
su muerte: la idea del bien por encima de la fe. Y para ello creó un alter ego:
Lyovin, que como Saúl en su camino a Damasco, de golpe «ve la luz» y se
convierte. Lyovin no pasará a llamarse Pablo, y la «luz» sólo estará en su
cabeza, en sus razonamientos. Es, claramente, el opuesto a Anna, sobre todo en
la forma de resolver el deseo de morir, la inutilidad de la vida.
Anna Karenina, al igual que Guerra
y paz, son novelas anteriores a la conversión del autor; pero la ética,
para Tolstoi, fue siempre primordial. Sin embargo está lejos de ser un libro
cansino y moralista. Le dedica el último capítulo a la «iluminación» de Lyovin,
como un cierre, como una moraleja, para esa historia triste de Anna. Se trata
de algo íntimo, donde el personaje vive sus propias contradicciones y se impone
la bondad.
«¿Y quién lo
descubrió? No fue la razón. La razón descubrió la lucha por la existencia y la
ley según la cual debo estrangular a quienes estorban la satisfacción de mis
deseos. Ésta es una deducción de la razón. Pero la razón nunca podría descubrir
que hay que amar al prójimo, porque eso no es razonable.»
Para muchos esta es una novela de amor, de un amor
tortuoso, prohibido, cargado de culpas. El mejor capítulo que Tolstoi le dedica
a la protagonista es el séptimo. Reconocemos a una Anna neurótica, celosa,
enferma. Casi molesta como un moscardón. Sentimos pena por Vrónski. Y de golpe
caemos en la cuenta de que estamos en la mente de una suicida, que no pudimos
salvarla, que no podremos hacerlo si nos enfrentamos a semejante personaje en
la vida real. Todo es negro, tormentoso, nefasto. El amor se ha desmoronado en
su cabeza. Y con él su vida. Y nosotros, lectores, nos quedamos impotentes,
clavados en la incapacidad de salvarla, de comprenderla. Porque hoy, Anna, ya
no es un personaje. Puede ser tu vecina, tu prima o tu mejor amiga, y la
sociedad es sólo un poco más complaciente, pero continúa discriminando con el
dedo acusador. Y es en ese capítulo donde encontré lo mejor de la novela, la
manera sutil en la que el autor nos arrastra y nos mete en el laberinto de la
más pura negatividad, de la soledad, de la incomprensión. En su mente torturada
la muerte es un castigo, un acto de venganza, la clara contraposición del
sentimiento primigenio.
«Sí, estoy muy
intranquila y la razón nos fue dada para escapar de nuestras inquietudes, o
sea, que yo también debo escapar de las mías. ¿Por qué no apagar la bujía
cuando no hay nada más que ver, cuando incluso da asco mirar? ¿Pero cómo? ¿Por
qué ese revisor pasa corriendo por el estribo? ¿Por qué gritan esos jóvenes en
el compartimento de al lado? ¿Por qué hablan y ríen? Todo es mentira, todo es
fraude, todo es engaño, todo es maldad…»
Y de golpe nos damos cuenta de que ésta Anna, no la
anterior, la del resto de la novela, la
Anna feliz, enamorada, que dejó a su marido, incluso a su
adorado hijo, para estar junto al hombre que amaba, ésta es la Anna con la que compartimos
algún día oscuro. Es ese el peor de los espejos. La maldecimos. La consideramos
insufrible. La compadecemos. Apartamos el espejo y nos diluimos en su adiós.
Andrea Vinci
Punto y Seguido
Espléndida reseña la que nos muestras.
ResponderEliminarUn libro que siempre me pareció revelador de las introspecciones tortuósas del corazón humano.
Parte del tipo de libro ruso que contiene las extremas precisiones y detalles que exponían por entonces. Y contaban con la época y el tiempo que les permitía elaborar novelas de tal calibre.
Nuestro presente difícilmente nos traería un Tolstoi. La evolución del corporativismo, la tecnología y los estratos sociales cada vez más polarizados y poseedores de su mecánica, han enjaulado al zoológico humano. Seguimos en espera que se desanimalice. Y las revoluciones del presente no se pueden gestar como las de antes. Tiene que surgir de una iluminación masiva que reordene todo con la esperanza de que no vuelva al gatopardismo de que suceda para que todo siga igual,
Besos y felicidades por tu claro ascenso en las letras, fruto de tu inquietud y esfuerzo.
Mil gracias por tus palabras, Carlos y un saludo, esta vez desde Bs. As.
EliminarHace años me leí este libro, durante un verano, después, me vi la película, en la versión interpretada por mi actriz favorita: Vivien Leigh. Este año pasado vi la versión que protagonizó Keira Knightley. Esta versión última me pareció aburrida, la verdad, demasiado caótica y aunque fiel al libro, en su sentido, me dislocó un poco lo que conservaba en mis recuerdos de la versión en blanco y negro y sobre todo de mi lectura. A mí me gustó mucho el libro, tardé en leerlo todo un verano porque quise saborear cada página. Desde luego, mereció la pena.
ResponderEliminarSí, así es. Hay que leerlo lentamente, para saborearlo. Bss amiga
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