Esta semana, he ido al cine a ver esta película escrita, dirigida, producida e interpretada por Jon Favreau: CHEF.
Últimamente están muy de moda los programas de cocina en los que un jurado, y hasta el público, deciden quién es el mejor chef de entre los concursantes. Ha habido varias versiones y varias temporadas de los mismos, que si de adultos, que si de niños, pero esta película no tiene nada qué ver con eso, aunque eso sí, hay comida, (y mucha) y sí, hay un gran chef (el mejor).
Es una película entretenida, de esas que se clasifican familiares y aptas para todos los públicos, y nada más certero. Es despreocupada, irónica, inteligente en ciertos momentos y propensa a la moralidad en otros, pero sin duda hace pasar un buen rato, que no termina con su visionado, pues acto seguido, créanme, existe cierta tendencia irresistible a buscar un restaurante donde saciar ese hambre que la película te genera ya en los primeros minutos. ¿Es posible que se salive viendo una película? Es posible.
Chef está cocida a fuego lento, o como dijo Federico Marín Bellón en el Diario ABC: Es una tapa de buen cine sin pretensión de alta cocina, que nos tragamos de un bocado. Deja un regusto excelente, sin digestiones pesadas.
Pero, ¿de qué trata esta comedia fresca y ligera con un reparto que incluye además de a Favreau, a: John Leguizamo, Scarlett Johansson, Sofía Vergara, Oliver Platt, Dustin Hoffman y Robert Downey Jr? ¿sólo de comida? Sí y no. La comida es el hilo conductor, diríase, si la película fuese un libro de relatos en el que debemos buscar un nexo que una los mismos para darle al libro una homogeneidad o un "leif motiv", (como diría y escribiría alguien que conozco).
Carl Casper, (Favreau), es un chef de restaurante de categoría y cierto éxito y popularidad, en parte, gracias al mismo menú que elaboran desde hace años. Cuando Casper decide ser creativo para poder estar a la altura del exquisito paladar de uno de los mayores críticos culinarios (Platt), famoso por su blog, el dueño del restaurante, (Hoffman) no le permite arriesgarse y recibe una mala crítica que lo vuelve loco, realmente loco.
A la vez que chef de su cocina, y gran amigo de sus cocineros, es un padre separado que tiene que dedicar tiempo a su hijo. Y aquí surge ese otro tema tan recurrente de las relaciones padre-hijo. El hijo quiere más tiempo, quiere aprender de esa profesión por la que se desvive su padre. El padre, a su vez, trata de estar a la altura, y por empatizar algo más con su hijo, se deja enredar en ese complejo y desconocido mundo para él, de las redes sociales. Y es ahí, justamente, donde se desborda, se paraliza y se sumergen en el caos su profesión de chef y su puesto en el restaurante, pues entra en un juego demasiado peligroso de tweets con el crítico culinario, que lo hará perder los papeles, y toda la estructura en la que había basado su vida en los últimos años. Es su ex-exposa, (Vergara), millonaria, hija de cantante cubano y ex-esposa a su vez de Robert Downey Jr, un rico excéntrico, quien le propondrá un viaje a Miami para pasar más tiempo con su hijo, y comprar una camioneta para vender bocadillos cubanos.
Hay otro tema, y es el de la creatividad, el de la persecución de los sueños, el del aburrimiento que acecha al artista cuando le cortan las alas y se deja comprar por un puesto seguro en el que sabe que no le dejarán avanzar. El del empujón que te dan los que ven la realidad desde fuera. ¿Te dejas empujar? ¿O no? ¿Sí o no? Mientras veía la película extrapolaba al chef a distintos lugares en los que imagino a artistas de diferente artes, bien sean escultores, pintores, escritores, etc. Y entonces vi claro que ahí estábamos todos los que creamos, imaginamos y tenemos ilusiones. No sé, lo vi de repente, mientras salivaba y revisaba los tweets de mi móvil por si por un casual me había llegado alguno de esos que escribía Favreau.
En fin, yo creo que es una película en la que la música, la actitud de los personajes, y el propio guión sin conflictos, nos invitan a terminar el verano con una sonrisa, y tal vez, con algún deseo de mandar todo a freír espárragos y de lanzarse a pillar uno de esos sueños que se nos van escapando entre la silla y el escritorio de la oficina. ¿Arriesgamos? ¿Un bocata cubano?
Isabel Merino
Punto y Seguido
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