lunes, 15 de septiembre de 2014

INSIDE LLEWYN DAVIS




Siempre me he sentido más sugestionado por las historias de perdedores que de ganadores. Pienso que son más realistas, al menos estadísticamente. O quizás pueda ser porque estamos tan acostumbrados a que las historias del cine acaben tan bien, que la realidad nos parezca deplorable. Este es un tema que me interesa bastante y que plasmó estupendamente Woody Allen en “La rosa púrpura del Cairo”.


Inside Llewyn Davis (cuyo incomprensible título en castellano es “A propósito de Llewyn Davis”) es la última película de los Coen, y es un ansiado retorno a su cine más intimista, vintage, y oscuro. El cine que siempre me ha apasionado de estos dos hermanos y del que —a mi parecer— se habían alejado en los últimos tiempos. Atrás quedaron grandes trabajos como El Gran salto, Fargo, Oh Brother, Barton Fink, El Gran Lebowski o la inigualable Miller’s Crossing (Muerte entre las flores, otra traducción incomprensible). Todas ellas películas de perdedores, películas en las que la ficción no sucumbe ante la tentación de buscar un final deus ex machina para agradar a los espectadores y a todos aquellos que ganan dinero con el cine. Con frecuencia, los más soñadores, tratamos de creer que somos un personaje de película al que, en un extraordinario final, todo va a salirle bien. Sin embargo, la realidad no es generosa ni cinéfila, y en muy poquitos casos premia fácilmente el esfuerzo y los deseos. Por eso, se agradece que a veces los personajes de las películas pasen por las tribulaciones que pueblan nuestra realidad y que, finalmente, se queden en un final abierto que no auspicia nada bueno.

Inside Llewyn Davis, apoyado por una exquisita banda sonora, cuenta la historia de un cantautor folk de los años sesenta que lucha por triunfar con su música en el difícil, chapucero y desagradecido mundo del espectáculo. Los hermanos Coen han querido plasmar en ella las decepciones de todo aquel que siendo creativo pretende ganar dinero con ello. En esta película somos testigos de la dificultad de sobresalir en un círculo en el que abundan otras voces, de las penalidades sufridas como consecuencia de perseguir un sueño, y lo que es peor, de la constante recriminación de los familiares y, con frecuencia, del persistente cuestionamiento de uno mismo. La película también nos muestra la generosidad de gente que ayuda a esos peregrinos y que sin pretenderlo, convierten sus acciones en míseras limosnas, y acertadamente comprobamos cómo conviven la resignación y la rebeldía en el carácter de estos personajes, los cuales, poco a poco, son conscientes de la disolución de sus sueños pisoteados, en ocasiones, por sus mejores amigos. La imagen de Llewyn David con su guitarra al hombro, su insuficiente chaqueta de pana en el invernal Nueva York y su barba pretendidamente bohemia, me cautivó de tal manera que comprendí al momento los motivos del héroe.


Me ha sorprendido leer en varias críticas que el problema de esta película radica en que no se empatiza con el personaje, que resulta antipático. Yo me imagino que quien dice eso es porque nunca se ha visto en la tesitura de sacrificar una vida cómoda por tratar de perseguir el sueño de ganarte la vida con tus creaciones. Por supuesto que me he identificado con Llewyn Davis, así como con Barton Fink, Ulysses Everett McGill, Jeff Lebowski o Tom Reagan. Todos ellos son mis héroes, porque sufren con el dilema de escoger caminos que a veces no resultan exitosos, pero que en definitiva van construyendo su experiencia. Notable y descriptiva es una frase de la película en la que Davis, machacado por su circunstancia concluye: “Estoy jodidamente cansado”. 


Igualmente destacable es la escena en la que se insta al cantautor a cantar en una reunión de amigos, como si su trabajo formara parte de un continuo show, ya sea sobre un escenario, ya sea en una cena privada, o incluso mientras está en el servicio. Parece como si se confundiera el arte con el altruismo, como si los artistas tuviesen la obligación moral de llevar su profesión colgada como si fuese un traje.

­Llewyn, por favor, ¿Por qué no nos cantas algo?
Jane, por favor, no soy un caniche amaestrado
Pensaba que cantar era una expresión de júbilo del alma.
Vereis no quiero hacer esto, así es como me gano la vida, esto no es…esto no es un puto juego de salón.
Llewyn, por favor eres injusto con Lilian
Una mierda, yo no te invito a cenar y luego te sugiero que des una conferencia sobre los pueblos de Mesoamérica, o de lo que trate tu mierda precolombina, este es mi trabajo, así es como pago el puto alquiler.


La historia de Llewyn Davis es, emulando a la Odisea de Homero, un viaje de regreso en el que el héroe ha de enfrentarse a sus peores enemigos, que no son otros que los que habitan en su interior.

Pedro Rojano

Punto y Seguido



2 comentarios:

  1. Me da ganas de verla.
    Por otro lado creo que este enlace tiene "algo" que ver con esta película. Es un corto muy emotivo sobre el arte:

    http://latrastiendacesfelipesegundo.wordpress.com/2014/09/03/dicen-que-somos-unos-muertos-de-hambre/

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