¿Cuánto dura un relámpago? Un instante inesperado, el tiempo suficiente para destruirte e iluminar la vida.
Beto, un arquitecto paisajista en el final de su juventud y con una carrera que languidece antes de haber despegado, asiste en Múnich a un congreso sobre jardines. Después de presentar su proyecto, recibe por error en su teléfono móvil un mensaje que, como un relámpago, destruye su relación amorosa, el único hilo que lo mantenía sujeto a su realidad a punto del naufragio. Como un niño que de un manotazo hace volar las fichas del tablero de juego cuando está a punto de perder, decide malgastar las malas cartas que le quedan para fracasar mejor. Con los bolsillos y el alma vacíos, sin conocer el idioma para moverse en la nueva situación, vaga por la ciudad extraña y hostil, de donde lo recoge Helga, la traductora del congreso, una mujer en los prolegómenos de la vejez que, como una madre, le procura los primeros auxilios.
La novela cuenta los tiempos de la pérdida, el duelo
y la superación. Y, como el tiempo es
una convención social y a la vez un
sentimiento arbitrario, el instante del relámpago ocupa casi toda la novela mientras que el resto del año que
necesita el personaje para mudar de piel e identidad, solo unas pocas páginas. Escrita en primera persona y en
tiempo pasado como una especie de dietario de mirada irónica y a veces distanciada, pero también minuciosa y descarnada en las principales
escenas, la novela aborda temas que cualquier ser humano se plantea en esos
espacios fronterizos en que el tiempo nos va colocando: la soledad, la pérdida, los estragos de la edad, el sentido
de la existencia. Beto no ve el futuro y
Helga ya perdió de vista el
pasado. El relámpago los une
en el presente, en un encuentro inapropiado pero iluminador. Los personajes se
miran en el espejo del otro para ganar la perspectiva que les falta y comparten
el instante y los cuerpos, lo único que
existe, saltándose las reglas. Con
esto y la conversación y la compañía, la experiencia de Helga, la
comicidad de Beto, los gestos y la piel, atraviesan la tormenta: el dolor y la vergüenza que sucede
al relámpago.
El paisaje narrativo
por el que camina la historia se ilumina de cuando en cuando con reflexiones
certeras como pequeños relámpagos y el escritor jalona el camino con una serie de motivos recurrentes. Los jardines como
"un pacto entre el territorio y sus pobladores" . Los relojes de
arena con su posibilidad de ofrecer "un tiempo de abstracción" o la arena que cae y "te corta por dentro como un
cuchillo". La figura del mimo, un ser sin palabras que nos hace reír y nos avergüenza. Estos elementos se van repitiendo a lo largo de la novela hasta
el final, como en el estribillo de una canción un poco triste y un poco amable que hablara de la vida en los
tiempos que corren, como en una película tragicómica de
las de Trueba.
Inmaculada Reina
Punto y Seguido
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