jueves, 30 de abril de 2015

VIVIR

Los veo durmiendo en las aceras cuando voy al trabajo, cerca de la estación de autobuses, en los portales, en las entradas de los aparcamientos. Toda su propiedad en un carrito de la compra atado con cuerdas, un bulto bajo la manta, zapatos vacíos a la altura de los pies y un perro vigilante que levanta la cabeza a mi paso. Me pregunto quiénes son, de dónde han venido, qué vivieron antes.

 Fotografía: Jesús Fernández Lorencio

En casa cenamos frente al televisor. Los niños siempre buscan programas para reír, pero yo les impongo las noticias. Solo media hora para saber qué ocurre. Callamos cuando aparecen saliendo del mar muertos de frío y de cansancio, los vivos. Los muertos quedaron atrás arrastrados por las aguas. Solo unos números sin nombres, un porcentaje en la estadística. Veo sus rostros mientras se dejan conducir a tierra,  algunos sonríen a la cámara, intentan formar el signo de la victoria con los dedos y yo trato de retener los nombres: Trípoli, Catania, King Jacob, Lampedusa. Nadie habla en casa.

Montaje sobre fotografía de Massimo Sestini

La noticia pasa pronto, vienen otras que nos hacen sentir aliviados: una discusión parlamentaria, un desfalco, unos goles de Messi. Mi mujer va a la cocina. Los niños cambian de canal en cuanto me despisto. Por la ventana del lavadero, entre edificios, se puede ver un trozo de mar, un mar de noche. Ella mira hacia allí. Quizás también se pregunte: ¿quiénes son? ¿de dónde han venido? ¿qué vivieron antes? y es difícil no pensar que hemos tenido suerte. Como nosotros, ellos también buscan su oportunidad para vivir. Jóvenes y mayores, hijos, padres, esposas, amigos, abuelos, ... Vivir, solo eso.

Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido

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