Los veo durmiendo en las
aceras cuando voy al trabajo, cerca de la estación de autobuses, en los
portales, en las entradas de los aparcamientos. Toda su propiedad en un carrito de
la compra atado con cuerdas, un bulto bajo la manta, zapatos vacíos a la altura de los pies y un perro vigilante que levanta la cabeza a mi paso. Me pregunto quiénes son, de
dónde han venido, qué vivieron antes.
Fotografía: Jesús Fernández Lorencio
En casa cenamos frente al
televisor. Los niños siempre buscan programas para reír, pero yo les impongo
las noticias. Solo media hora para saber qué ocurre. Callamos cuando
aparecen saliendo del mar muertos de frío y de cansancio, los vivos. Los
muertos quedaron atrás arrastrados por las aguas. Solo unos números sin
nombres, un porcentaje en la estadística. Veo sus rostros mientras se dejan
conducir a tierra, algunos sonríen a la
cámara, intentan formar el signo de la victoria con los dedos y yo trato de
retener los nombres: Trípoli, Catania, King Jacob, Lampedusa. Nadie habla en
casa.
Montaje sobre fotografía de Massimo Sestini
La noticia pasa pronto,
vienen otras que nos hacen sentir aliviados: una discusión parlamentaria, un
desfalco, unos goles de Messi. Mi mujer va a la cocina. Los niños cambian de
canal en cuanto me despisto. Por la ventana del lavadero, entre edificios, se
puede ver un trozo de mar, un mar de noche. Ella mira hacia allí. Quizás
también se pregunte: ¿quiénes son? ¿de dónde han venido? ¿qué vivieron antes? y
es difícil no pensar que hemos tenido suerte. Como nosotros, ellos también buscan
su oportunidad para vivir. Jóvenes y mayores, hijos, padres, esposas, amigos,
abuelos, ... Vivir, solo eso.
Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido
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