jueves, 18 de septiembre de 2014

CINE CLÁSICO EN V.O.S.E.

Mi afán por el cine clásico me lo inculcó la tele. Una tele que había antes de la que existe ahora, tenía sólo dos canales: La primera y la UHF. Todo lo que veía en ella era en blanco y negro, el fútbol, las pelis, incluso los dibujitos y la carta de ajuste. Entonces echaban ciclos de cine, no se llamaban clásicos o yo no recuerdo que los llamaran así, simplemente eran las pelis que echaban y que todos veíamos, amén de los rombos que tuviesen. 

Mi tele Elbe a finales de los setenta y ppios de los 80. 

Recuerdo los ciclos de Ava Gardner, de Rita Hayworth y tantos otros. Al día siguiente se hablaba de aquellas películas en el cole, y todas queríamos ser bailarinas, cantantes, mujeres detectives o lo que quiera que fuese la protagonista de turno. Sí, en el cole, en la E.G.B. de entonces, se hablaba de ese cine que hoy llamamos clásico. Recuerdo cierta redacción que hice sobre Venus era mujer, una comedia donde una escultura de la diosa tomaba vida tras ser besada. 

Venus era mujer

También recuerdo el ciclo sobre Vincent Price, especialmente aquella película llamada El péndulo de la muerte, aún siento escalofríos al recordar los pasadizos de aquel siniestro castillo al que llega su personaje para averiguar la causa de la muerte de su hermana Elizabeth. Unas películas oscuras y extrañas, que me mantenían sentada en el butacón con las piernas encogidas, abrazada a las rodillas y seguramente con una expresión a caballo entre el asombro y el miedo, (si es que existe ese tipo de expresión), como el ciclo de Hitchcock y, ya más adelante, cuando llegó el color y se fueron suprimiendo los dos rombos, las Historias para no dormir que nos traía, como reposición, Chicho Ibañez Serrador, el del Un, dos, tres

El péndulo de la muerte

Todo esto viene a cuento de que hace pocos días tuve la ocasión de volver a ver en televisión La ventana indiscreta de Hitchcock en horario Prime Time, lo cual es un logro, pues aparte de en Navidades, que siempre contamos con las repeticiones, (benditas porque me encantan), de Lo que el viento se llevó o Qué bello es vivir entre otras, pues durante el año, si queremos ver películas de este tipo hay que madrugar o rebuscarlas en algún canal, de las decenas que hay hoy en día, y en algún horario que no le viene bien a nadie. O dar con ellas por puro azar porque la publicidad es nula en estos casos, o al menos yo tengo esa sensación.  

La ventana indiscreta

Ya no se hacen películas como ésta, pensé. Ya no existe una época como aquella, es lo siguiente que se me vino a la cabeza. Y por supuesto también aquello de ¡Dios, qué guapísima era Grace Kelly, qué ojazos azules tenía James Stewart y qué divertida era Thelma Ritter, la asistenta-enfermera! Una historia de lo más simple llevada magistralmente por el director e interpretada impecablemente por actores que hoy también reciben el calificativo de clásicos.

Un tipo impedido por un accidente se aburre en su piso y se dedica a mirar por la ventana de su terraza a los vecinos del bloque de enfrente y a conjeturar sobre sus vidas en base a lo que ve. Comparte sus cotilleos con su asistenta y con su novia, (que luce un maravilloso vestuario durante todo el filme), y vuelve loco con sus sospechas de asesinato, a su amigo que trabaja para la "ley". ¿Acaso no es éste el paradigma de cómo contar una historia y mantener un asombroso suspense? Como la calificó Fernando Morales del Diario El País, sin duda, toda una lección cinematográfica. 

Y quizá esa noche, o la indiscreción de aquella ventana, o la silueta de Hitchcock que parecía estar reflejada en cada fotograma, o tal vez esa mirada azul de Jimmy o esa dulzura de Grace, me hicieron querer recuperar toda aquella filmografía que disfruté de niña durante aquellos ciclos en blanco y negro cuando la tele era precisamente en blanco y negro. Es curioso, tener tele de gran dimensión, de brillantes colores y sonido envolvente, y querer sin embargo volver al ayer y ver esas películas como las veía antes, así es como me gustan, y a ser posible en V.O.S.E. 

Y como las cosas nunca vienen solas, de repente surge un ciclo de cine de oro durante la última semana en el cine Albéniz de Málaga, (que viene ofreciendo cine de este tipo durante todo el año y que hace las delicias de los más exigentes o más soñadores, o más nostálgicos, llámeseles como se quiera), con las pelis de entonces en blanco y negro y en versión original. Durante una semana hemos podido disfrutar de grandes títulos en pantalla grande. Ya se venía haciendo de hace años en Madrid y otros lugares, pero en Málaga, sólo tenemos el Albéniz, y a Dios gracias. ¡Un aplauso, por favor!

Cine Albéniz de Málaga - C/Alcazabilla

El jueves día 4 tuve la ocasión de ver una de las primeras películas de dicho ciclo: El fantasma y la Sra Muir, del director Joseph L. Mankiewicz, con guión basado en la novela de R. A. Dick del mismo nombre; donde Gene Tierney hace el papel de la Sra Muir, una joven viuda, madre de una Natalie Wood niña, que decide irse a vivir a una casa encantada a orillas del mar que perteneció a un capitán de navío, Rex Harrison, cuyo fantasma se le aparece para obligarla a alejarse de la que aún cree su casa. Pero, sus artimañas, lejos de asustar la Sra Muir, consiguen retenerla y entre ellos se forja algo más que una simple amistad. Una comedia divertidísima, llena de diálogos irónicos, fantásticos, y con una música inmejorable, y en la que podría caber plantearse si a veces los libros que escribimos son dictados por alguien desde el más allá que luego nos ha susurrado entre sueños que olvidemos todo lo que aconteció y creamos de todas-todas, que lo que hemos escrito es nuestro. Ahí queda. 

El fantasma y la Sra Muir.
El cliclo traía otras maravillas como: Las uvas de la ira, Me siento rejuvenecer, La fiera de mi niña, Vértigo, Drácula, La noche de los muertos vivientes, El profesor chiflado, Te querré siempre, El jovencito Frankenstein, Qué verde era mi valle, Imitación a la vida, Ciudadano Kane o Historias de Filadelfia, entre muchas otras. Pero voy a hablar de Historias de Filadelfia, que la vi el pasado jueves día 11 mientras media Málaga despedía en el puerto al crucero más grande del mundo. 

Historias de Filadelfia
Historias de Filadelfia, ganadora de 2 Óscars, (uno de ellos como mejor actor a James Stewart), fue dirigida magistralmente por George Cukor, que pudo haber sido director de Lo que el viento se llevó, (incluso llegó a ensayar escenas con Vivien Leigh y Olivia de Havilland). Es una comedia romántica brillante donde en la señorial Filadelfia, Katherine Hepburn, (que fue premiada como mejor actriz por su papel de Tracy Lord, por el círculo de críticos de NY),  se prepara para celebrar su segunda boda, esta vez con el rico Kittredge (John Howard), la primera fue con C.K.Dexter Haven (Cary Grant), que acabó dos años antes con los trastos y palos de golf lanzados literalmente a la cabeza. Para inmortalizar los festejos, chantaje de por medio, aparecen Connor  (James Stewart) e Imbrie (Ruth Hussey), invitados especialmente por Dexter, el primer marido. La llegada de estos personajes a escasos dos días de la boda, revolucionará a toda la familia, especialmente a Tracy. 

Sentada en mi butaca de cine, primero acalorada y después con una rebeca tratando de resguardarme del frío del aire acondicionado, pensaba que si tuviera que aplaudir una actuación no sabría a quién aplaudirle más, si a Cary Grant, si a Jimmy Stewart, si a Katherine Hepburn, al tío Willie o a la hermana pequeña suavona y repipi. No dejé de sonreír, de alabar los diálogos, las escenas, las interpretaciones y esa raya bien hecha en el pelo engominado de de un Grant en estado de gracia interpretativa que le duró hasta el final de su carrera. Sin embargo, he de confesar que a mí habría sido Jimmy el que me habría llevado al huerto. Un clásico irrepetible, sin duda alguna. 

- Hay algo en tu mirada, Tracy, en tu voz, en tu forma de andar, en tu porte; hay algo luminoso dentro de ti, algo que resplandece como el fuego y es un fuego intenso, una gran hoguera. 

- ¿A ti no te parece que soy de bronce?


Ejemplo de tele actual marca Samsung. 

En fin, que las teles han cambiado mucho, han avanzado tecnológicamente, como casi todo, como las grandes pantallas del cine y sus enormes y cómodas salas, pero esas películas, da igual donde se vean, en una pequeña Elbe de los 70 de pantalla ovalada, en una de cine de los 80, en móvil de última generación o en tablet, que en lo más actual o futurista que haya de venir, el cine clásico siempre vamos a poder disfrutarlo de esta manera tan íntima, tan especial, y tan literaria a la vez. Sí, digo literaria porque  lo literario está en las historias que esas películas cuentan, en la forma de ser contadas o narradas, en la manera de ser interpretadas y en el carácter de cada uno de los personajes que pasen los años que pasen siempre serán recordados. ¿Y acaso no es ese uno de los principales objetivos de los personajes? Ser recordados, hacernos reflexionar o tal vez cambiar, dejar, al fin de al cabo, una huella en nosotros. Estas películas y todos sus personajes, dejaron y siguen dejando una huella en mí, no sé en vosotros. Contádmelo. 


Punto y seguido


Posdata: Y, por favor, Sres de programación, más cine clásico en horario Prime Time, y en los cines. Son joyas que no debemos perder y que con los años, lejos de ennegrecer, brillan y se revalorizan. Dejemos que las disfruten y las conozcan las nuevas generaciones y podamos charlar juntos sobre ellas. 

2 comentarios:

  1. Isa, el fin de semana, en el canal de la UNAM (Universidad de México) pasaron Tiempos modernos. Hace rato que no largaba tantas carcajadas!!!! y eso que era cine mudo...

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