Cubierto
de mármol, con una cúpula dorada que resplandece hasta en la oscuridad, la obra
de este Palacio dedicado a las Artes se inició en 1904, sobre las ruinas del
que fuera el Teatro Nacional, y con la idea de reemplazarlo, por lo cual ése
iba a ser su nombre. Lo firma el arquitecto italiano Adamo Boari, en medio del
Porfiriato y la Revolución Mexicana de 1910, aunque para ser coherentes con la verdad,
Boari regresó a Europa en 1916 y no lo terminó, pero dejó como recuerdo una
pequeña estatua de su perra Aída en la puerta derecha de la entrada principal.
Finalmente retomó la obra Federico E. Mariscal en 1930, para
finalizarla en 1934, 30 años después de su comienzo. A partir de 1930
decidieron que se llamaría Palacio de Bellas Artes y no Teatro Nacional, porque
albergaría varios museos.
Cortinado de cristal
Dentro
del recinto podemos encontrar murales de varios maestros de la pintura
mexicana, desde el que recuperó Diego Rivera del Centro Rockefeller adaptándolo
a ese espacio, hasta las obras de Siqueiros, Tamayo, González Camarena,
Montenegro y Rodríguez Lozano.
Muchas
grandes figuras del arte han pasado por sus salas, desde Pavarotti hasta la Callas,
desde Gabo a Vargas Llosa. Ahora se preguntarán por qué hablo de un edificio en
este blog, pues porque la Literatura es Arte, y en este Palacio le dedicaron
algo de tiempo, aunque poco, por cierto.
Ballet folklórico de Amalia Hernández
El
16 de julio de este año acompañé al poeta Raúl Renán y a compañeros del taller de Poesía Experimental,
al homenaje que le hicieron a la Literatura en una de sus salas. La charla
estuvo a cargo de Bernardo Ruíz, Jaime Labastida (presidente de la Academia
Mexicana de la Lengua), la escritora Margó Glantz, y la premiada con el
Cervantes en 2013, Elena Poniatowska.
Los
cuatro contaron anécdotas divertidas, e hicieron una descarga, con humor, sobre
el poco interés que ha tenido la Literatura en este espacio del DF. Se preguntaron,
entre sonrisas, si se había cumplido aquello de que sería un “espacio” para la
Literatura, la cual siempre estuvo en desventaja con relación al resto de las
Artes.
Fotos de la charla de Jahzeel Acevedo
Desde
allí se ha publicado “Armario de poesía” entre 1954 y 1990, y entre las
curiosidades nos comentaron que el encargado de la Literatura no era un escritor
o un licenciado en Letras, sino un músico, y que el mayor presupuesto estuvo, y
está, dedicado a los premios. Por suerte también se promocionan publicaciones
en alguna de sus salas, pero me temo que hay que tener un nombre en letras de
oro para que esto ocurra. Y lo más particular del asunto: el INBA (Instituto
Nacional de Bellas Artes) se ha separado de la Literatura… Esto nos lleva a una
reflexión, no mexicana sino mundial, porque todo está globalizado igual que el
yogur, sobre la poco o nula importancia que le dan los gobiernos y las
instituciones de turno al Arte que nos importa. Y no a pocos, por cierto. Con la
excepción de que éste Arte les sirva de marketing para sus campañas. ¿Qué
seríamos nosotros sin la Literatura? Obviamente, ¿sin la música, sin la
plástica, sin el teatro, sin la danza? Autómatas, seguramente. Seres con
sentimientos comprimidos. No diferenciaríamos entre lo bello y lo innoble,
entre la perfección y lo incompleto, entre la devoción y la perplejidad.
Foto de René Ortega
Si
alguna vez pasan por el Distrito Federal de México vale la pena que se tomen su
tiempo para conocerlo. Tal vez la Literatura no es, ni haya sido, su fuerte,
pero es un Palacio, y todo Palacio alberga reyes.
Foto de René Ortega
Andrea Vinci
Punto y Seguido
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