Leí
De vidas ajenas, una novela de
Emmanuel Carrère editada por Anagrama en 2009, aunque no sé si realmente se
trata de una novela. Hay un personaje principal, el narrador, que realiza una
investigación sobre otros personajes para escribir su libro, este libro, y a
consecuencia de todo este proceso, investigación y escritura, cambia su manera
de ver el mundo y de entenderlo. No tendría dudas en llamarla novela con
semejante argumento, pero cuando antes de leer una sola línea te aclaran que
todo cuanto allí se va a decir es real, mi forma de enfrentarme a la lectura es
distinta, ni mejor ni peor, solo distinta. Me ocurrió igual en A sangre fría (In cold blood, Truman Capote,
1966) y más recientemente con Nada se
opone a la noche (Rien ne s'oppose à la nuit, Delphine de Vigan, 2011), algo que con
independencia de la calidad del texto, tiene que ver con la empatía y con la curiosidad.
En
El adversario, Carrère nos contaba de
cómo la mentira ejercía un poder destructivo sobre su personaje. La mentira de
fingir quien no se es hasta el punto de cometer los actos más terribles para tratar
de mantenerla. En esta De vidas ajenas, es
la verdad la que ejerce su poder sobre los personajes, su búsqueda implacable,
y en algunos casos obsesiva, los llevan a enfrentarse por una parte a los poderes
establecidos, a las leyes de enjuiciamiento y por otra, más intima y personal,
a la amistad, al dolor, la enfermedad y la muerte. En ambas, el mismo personaje
narrador/autor que elabora la investigación. En la primera, limitándose a
levantar acta de los hechos, exponiéndolos con fría objetividad y tratando de
mantener en todo momento una distancia emocional con los hechos relatados sin
que la propia visión del narrador/autor interfiera sobre esos hechos, su
opinión, su rechazo o su deseo de entenderlos. En esta realiza un proceso parecido,
pero aquí el narrador/autor, Emmanuel Carrère, está implicado en los hechos que
se cuentan y por lo tanto, su participación ya no es la del cronista distante, la
narración/investigación tiene para él una razón de ser, un sentido personal y
familiar −su esposa, Hélène, es hermana de uno de los personajes sobre los que
realiza la investigación− y un significado filosófico, político y también
emocional: él ha sido elegido por uno de esos personajes para escribir este
libro.
Esta
novela −admitámoslo, es una novela−, también trata sobre cómo escribir una
novela. Continuamente se nos da cuenta de las dudas, las estrategias, la
evolución de su autor que pasa de aceptar el encargo casi a regañadientes,
elaborar unas cuartillas y olvidarse, para justo después encerrarse e imbuirse
de lleno en su redacción. En unos momentos decide abandonar, en otros, seguir
adelante apoyándose en la convicción de lo que está contando y en su necesidad
de contarlo: «Soy ambicioso, inquieto, necesito creer que lo que escribo es
excepcional, que será admirado, me exalto creyéndolo y me derrumbo cuando dejo
de creerlo.» declara Carrère.
También
los personajes retratados tienen la posibilidad de opinar, de modificar su
relato. Una vez finalizada la escritura, el autor les da a leer su texto y les propone
que cualquier cosa que quieran eliminar, cambiar o añadir, pueden hacerlo. Pero
ninguno aprovecha la oportunidad, todos están de acuerdo y si no lo están
admiten que aunque sean sus vidas, no es su obra y aceptan la visión de su
autor.
Al
inicio vemos a Carrère en Sri Lanka, el día del tsunami. Está a punto de romper
con su esposa y es una separación que no pueden evitar. Recuerda la antigua pretensión
que tuvieron al principio de conocerse: juntos se harían viejos y ella le
cerraría los ojos cuando muriese, o sería él quien se los cerraría a ella. Después
de la catástrofe todo se derrumba para volver a construirse: la vuelta a Francia,
la muerte de su cuñada, Juliette, la primera entrevista con Étienne, el
compañero de Juliette, y el encargo: «eres escritor, ¿por qué no escribes
nuestra historia?» Cualquiera que fueran los motivos de su separación quedan
aparcados y a través la investigación sobre la vida de su Juliette y de Étienne,
sobre su lucha contra la enfermedad, el destino, la profesión de juez, la justa
aplicación de las leyes, descubre a una nueva Hélène. Y no solo este proceso transforma,
le hace ver su propia vida y entender parte de su significado, sino que retoma
su antiguo deseo de envejecer junto a Hélène, de que sea ella quien le cierre los
ojos cuando muera o él, quien se los cierre a ella.
Un
libro hermoso. Una novela necesaria.
Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido
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