El pasado martes 21 de Abril acudí a un taller en La Térmica (Málaga), sobre Espacio e Identidad en la escritura, impartido por el escritor Andrés Neuman. El título del taller ya me pareció una propuesta en sí: Leyendo Aeropuertos.
Señores lectores: Bienvenidos a este vuelo.
El taller se dividió en dos bloques: En el primero, Neuman hizo un recorrido por distintos aeropuertos de América Latina como entrada a los diversos temas a tratar sobre el espacio y la identidad. En el segundo, el taller pasó a convertirse en una charla distendida entre los allí presentes y el autor.
Leyendo aeropuertos : Por Andrés Neuman |
Aeropuerto: Espacio entre el masoquismo y la poesía.
Se puede partir de la premisa de que un aeropuerto es un No-lugar. Hay gente que siente cierta emoción negativa hacia estos espacios que no conocen matices. Los aeropuertos, como los hoteles, solemos concluir, son todos iguales y el mundo es un gran Mc'Donalds. Pero, no hay más que prestar un poco de atención para darnos cuenta de que una vez más la teoría y la práctica no comen del mismo plato, ni comparten esa idea absolutista. Realmente no hay dos aeropuertos iguales, ni dos hoteles iguales, ni dos taxis iguales. Y si los vemos así es que probablemente tenemos la mirada o cierto hábito, atrofiados.
Aeropuerto de Málaga |
A los aeropuertos llegamos de la mano de la pereza, por parte de nuestra mitad sedentaria, y nos encontramos de golpe con nuestra mitad nómada que se anticipa al desplazamiento. El choque entre ambas nos provoca una sensación de extravío, y es en ese No-lugar donde los pasajeros, en esa frontera entre el irse o el llegar, estamos fabricando tiempo. Realmente es curioso: fabricamos tiempo en el único lugar del mundo que no está en ninguna parte.
Los muertos gimen esperando turno
Federico García Lorca.
Buena parte de nuestra vida consiste en despedirnos o ser despedidos, sea en los aeropuertos o fuera de ellos. Es un modo de ensayar la muerte, pero también cierta clase de resurrección. Nos quedamos sin nada para abordar un posible todo. La nostalgia es el ánimo del que se va, pero tal vez sea lo contrario. Mientras viajamos nuestros ojos están llenos, el tiempo resbala, el cuerpo se cansa. Sin embargo, el tiempo pasa lento y deja huella para el nostálgico, para el que espera. Volar es empezar a aterrizar.
Estoy tan a disgusto con la realidad que los aviones me parecen cómodos.
Juan Villoro
Neuman nos propone tratar de reconocer la cultura nacional de un país en esos No-lugares fronterizos, donde cualquier transición nos parece un obstáculo, ya se trate de un aeropuerto, una sala de espera o una estación. Estos No-lugares son hogares del tiempo y nos proporcionan el lugar adecuado para seguir corriendo. No-lugares donde llegamos para volar pero apenas nos movemos, donde nos convertimos en la paciencia obligatoria de un futuro urgente que nos parece lejano, donde en definitiva: estamos en tránsito.
Pasajeros en tránsito |
La cultura de un país se ve reflejada en sus aeropuertos:
No hay que ser demasiado observador para fijarse en que no todos los protocolos de emergencia funcionan de igual manera, por ejemplo. Todos nos acordamos de la fiebre por la gripe A y como en algunos aeropuertos se vivió con absoluta normalidad y en otros recibían a los pasajeros con máscaras extraterrestres, fotográficas y monitores que medían la temperatura corporal. Yo me acuerdo que en esa época todos teníamos miedo de volar, no por el contagio en sí, sino por si nos detenían o retenían en algún lugar de tránsito sólo por estornudar y ponían en cuarentena como a E.T.
Una cosa común en los aeropuertos es la publicidad. A cada paso un cartel te invita, subliminal o cada vez más directamente, a comprar: Si usted tiene dinero, gástelo. Sin embargo, no en todos los aeropuertos es tan palpable la publicidad institucional como pueda serlo en el Simón Bolívar (Caracas).
Los impresos de las tasas, la presencia militar, el patrimonio histórico, la indefinición respecto al idioma, los top ten en ventas de libros de las librerías o incluso la limpieza, son elementos que difieren de un aeropuerto a otro y que son fiel reflejo de su país. Si han pasado por el aeropuerto Luis Muñoz Marín (San Juan), habrán podido observar carteles en inglés o con expresiones hispanas muy americanizadas: Un país con absoluto dominio del Spanglish. O si han visitado el Benito Juárez (Mexico D.F.), podrán observar en el top ten de ventas de libros, que la mayoría están dedicados al narcotráfico. O si han aterrizado en el Juan Santamaría (San José), no se sientan extranjeros, pues allí tienen visitantes y te explican sus principios estatales mientras guardas cola.
Si seguimos leyendo aeropuertos podemos compararlos con la narrativa. Al igual que los buenos cuentos tienen ingredientes parecidos y no son partidarios de la ortodoxia de los mismos, igual ocurre con las estaciones, los culos o las catedrales. ¿Por qué un protocolo de emergencia es más exagerado en un aeropuerto que en otro? ¿Por qué un valle en una novela es menos importante que un párrafo flojo en un cuento?
Los aeropuertos, como a veces ocurre con los libros, son lugares de introspección. La temperatura anímica del pasajero, como la del personaje en el cuento, convertirá al aeropuerto en un lugar de muchedumbre o de soledades. Esto mismo continúa en el avión. No somos los mismos al subir, que al bajar. Tomamos decisiones en tránsito. Miramos desde arriba y con ese punto de vista distinto, tomamos una decisión drástica. O quizá nos relajamos y nos dejamos llevar, ya se sabe, cada persona es un mundo, o un aeropuerto.
Tomar notas veloces, corregir, hacer ejercicio de introspección, sentirse ignorado, sentirse a salvo, triste, decepcionado, alegre, solitario, libre, fóbico, o sentirse completamente otra persona que habita en un No-lugar que está en ninguna parte del mapa, un lugar al que nadie pertenece: Todo es lícito en un aeropuerto. Todos somos personajes en constante quietud, o en constante movimiento, el bagaje estético y narrativo lo lleva la persona. Es muy fácil ser misántropo en un aeropuerto y un avión siempre pone a prueba nuestra empatía.
La temperatura anímica del pasajero y su capacidad de observación, acción y reacción serán la clave para leer aeropuertos.
Buena parte de mi vida ha consistido en aprender a despedirme. Así se resume el aprendizaje de cualquier vida: darles a las cosas la bienvenida que merecen, despedirlas con la debida gratitud.
Uno despega para aterrizar en sí.
Andrés Neuman
Señores lectores: Buen aterrizaje.
Punto y Seguido.
Nota: No dejen de leer el libro Cómo viajar sin ver, de Andrés Neuman (Alfaguara, 2010), un recorrido por Latinoamérica en tránsito. Escribir causa viajes.
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