lunes, 6 de abril de 2015

EL LIBRO ADECUADO

Busco apaciguar mi melancolía y me dirijo a esa pequeña biblioteca que instalé hace tiempo en mi habitación. Me gusta mirar los libros. Los nombres de los autores en los lomos. Los títulos, más o menos acertados. Los observo una y otra vez, desde los puntos de vista de los distintos narradores que habitan en mí y desde los diversos ángulos entre los que mi habitación me permite moverme. Espero que uno de ellos dé el primer paso. Siempre hay uno que lo hace. ¡Qué atrevido! Me gusta ese tipo de frescura que los hace lanzarse al vacío de esos dedos quisquillosos que los acogen con indecisión.


Los libros son amigos con los que charlo, dialogo, río, lloro,  o incluso discuto, como ahora. A veces, es lo único con lo que se cuenta de verdad, lo demás es efímero, o eso he leído en alguna parte y hoy me ha dado por hacer mía la frase. Mañana diré todo lo contrario, ya se sabe que las opiniones son tan variables como el tiempo.  Y en cuestión de libros y opiniones, siempre hay uno que sobresale,  según el día. Hoy es viernes 3 de Abril, 13:29h, y el libro que se ha lanzado desde la mitad de la primera balda de la estantería tiene el lomo de color crema y negro. El autor: Javier Marías. El título: Mañana en la batalla piensa en mí. Es un libro que me impactó por poseer un comienzo sobrecogedor: 

'Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros'.

No recuerdo en qué página recobré el aliento, ni en qué momento de los dos primeros capítulos de la novela fui consciente de que aquello había sido escrito por alguien que no me conocía y que sin embargo sabía cómo hacer que sintiera cada una de aquellos sentimientos que describía a través de su narrador protagonista. Realmente Javier Marías logró situarme en aquella habitación en la que, al poco de empezar los preliminares del amor, una mujer se siente mal y muere. 

Siempre he pensado que los escritores son una especie de magos. Y a mí, siempre me ha gustado la magia. El narrador de esta novela dice que el mundo depende de sus relatores, porque el acto de contar supone tomar decisiones, mientras que la voluntad de callar es siempre lo que pudo ser o lo que aún podría darse. Los factores que condicionan lo que pasa o deja de pasar son sumamente variables e incontrolables.
 
Devuelvo el libro a la estantería. Su fantástico título resalta entre todos los que poseo. Lo anoto en mi cuaderno de libros pendientes de releer, es mi forma de premiarlo. Qué mejor homenaje a un libro que su relectura. 

Son las 14:01 y el gusanillo del hambre me acecha. Me pregunto qué libro esperaba pacientemente a que devolviera el anterior para atreverse a ser escogido a una hora en que no a todos nos gusta leer: en los preliminares del almuerzo. Ah, sí, segunda balda, donde tengo ordenados los libros de los siglos XVII, XVIII y XIX. Lomo de color negro. Autor: Charles Dickens. Título: Grandes Esperanzas

'Basta ya de tierras bajas y pantanosas, me dije, se acabaron los diques y compuertas; basta ya de aquel ganado que rozaba la yerba, (…), ¡Adiós, monótonas amistades de mi infancia; en lo sucesivo no perteneceré a vosotros y a la herrería sino a Londres y sus grandezas!' 

Una gran novela de aprendizaje que me acompañó buena parte de un verano, si mal no recuerdo, y que me hizo reflexionar sobre las vacilaciones y contradicciones de los pequeños dramas diarios. He de confesar que mi primer acercamiento a esta novela vino de la mano de la película Great Expectations (1998), cuyo Pip protagónico fue a parar a manos del actor Ethan Hawke. Cuando me enfrenté a la novela, me costó adaptarme a su ritmo y a su originalidad, pero después de leerlo, no volví a ver la película. Ni esa, ni ninguna otra adaptación del mismo. 

Nuevamente me he dejado atrapar por un título. La sensación que me produce al nombrarlo, al paladearlo a horas gastronómicas, me genera justo la pretensión y expectación que no esconde. Y es eso, justamente eso, lo que me hace sonreír, y salivar, en este momento.

Miro hacia el techo, son las 15:37 y ya he almorzado, pongo la mano como visera sobre mis ojos somnolientos, y me asomo a la tercera balda, donde un montón de libros apilados se recuestan sobre los altavoces de mi equipo de sonido. ¿Quién será el siguiente? ¿Lomo amarillo? ¿Azul? ¿Verde agua y crema? La timidez impregna a aquellos que se sienten más lejos, pero no siempre la lejanía geográfica es un horizonte inalcanzable, así que me subo a la silla del escritorio y después, al escritorio; cierro los ojos, y escojo uno al azar. No siempre estoy segura de si el azar es sólo eso, o si realmente se trata una predestinación que oculta algún tipo de sentido. ¡Voy a descubrirlo! El lomo es de color calabaza y azul. Autor: Gabriel García Márquez. Título: El coronel no tiene quien le escriba

Un viejo coronel retirado va al puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta oficial que responda a la justa reclamación de sus derechos por los servicios prestados a la patria. Pero la patria permanece muda… 

'El coronel comprobó que cuarenta años de vida en común, de hambre en común, de sufrimientos comunes, no le habían bastado para conocer a su esposa. Sintió que algo había envejecido también en el amor'. 

El coronel no tiene quien le escriba, es un título fantástico para una novela tan llena de emociones, incertidumbre, contradicciones y simbología, pero también de espera. Y es aquí cuando me doy cuenta que tal vez los tres libros que he escogido hoy tienen un denominador común, algún tipo de anhelo, de esperanza… de espera. Como yo, en el justo momento melancólico en el que me senté a escribir esta entrada. En esta novela, la personalidad del coronel es de ser paciente y con mucha esperanza, y aunque sé que el autor habla de su Colombia natal, por un momento pienso que nos describe a todos los que esperamos. ¿Esperamos qué? Seguramente un nuevo libro que nos haga disfrutar, conocernos más y sentirnos un poco menos solos.

Me dirijo de nuevo hacia la estantería llena, sin distinguir entre baldas esta vez, y pienso:  sólo se trata de escoger el libro adecuado para cada momento. Y eso hago. 


Punto y seguido



Entrada dedicada a Ana Ruiz Muñoz, porque a pesar de que la muerte sucede todo el tiempo, nunca creí que la suya estuviera prevista. 

2 comentarios:

  1. Muy interesante tu entrada, Isa. Yo creo que no es magia lo que hay entre los libros y quien los lee, es simplemente que a través de los libros las almas del escritor y el lector se encuentran.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Inma. Ese hecho en sí, el encuentro de almas, ya me parece mágico ;-)

    ResponderEliminar