Cuando el despertador suena a las siete, el hilo comienza a tirar de mí. Me resisto, lo alargo cuanto puedo y siempre llego tarde al despacho. La jornada transcurre entre tiras y aflojas y la madeja se va deshaciendo. El hilo se me enreda a los pies atendiendo a los clientes al teléfono y me ata las manos en una discusión con un compañero. Mi jefe tira del hilo y me arrastra a su despacho sin posibilidad de escape. Regreso a casa al atardecer con el hilo arrastrándose, sin tensión, por el suelo tras de mí. Preparo la cena y como ante el televisor. A las doce menos cuarto me voy a la cama ansiosa por agarrar otra madeja, una por la que dejarme llevar, la de los sueños...
Punto y Seguido
No hay comentarios:
Publicar un comentario