Málaga,
27 de Enero de 2014
Querido hijo,
La calle no había estado tan animada
desde las antiguas verbenas de San Juan. Me divertía saludar a los vecinos que
hacían cola en la puerta de la casa de Matías. Todos octogenarios. Buenos días.
Buenos días. Buenos días. Y así, hasta quince antes de doblar la esquina y
subir la cuesta de los Dolores donde a esa hora siempre había alguien que
preguntaba qué se vendía en esa casa. Ya había escuchado varios disparates al
respecto, que si era un prestamista, un contrabandista de tabaco, etc. ¡Qué
locura, a su edad y con unos valores tan firmes!, respondía yo. Pero sentía
curiosidad, Francisco. Por eso la mañana del dos de enero, cuando más fuerte
caía la lluvia, cogí el paraguas de tu padre, guardé prudentemente la cola, y
entré en esa casa a ver qué se cocía allí.
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Me ha encantado y emocionado este relato. Felicitaciones por el premio, bien que se lo merecía.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lucía, tanto por haberlo leído, como por haberme dejado tu comentario. Es muy importante para los que escribimos, conocer la opinión de los lectores. Me alegra muchísimo que lo hayas disfrutado tanto. Para mí, conseguir eso, es mi mayor premio.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto.
Isabel Merino