Echaba
de menos a la gran ciudad donde podía desaparecer entre la gente. Se
tapó con arena, corrió las cortinas, no limpió la puerta de entrada de la casa, renunció
al trabajo, se refugió en el extremo del último muelle, no acudió a la cita, tomó un avión de ida y vuelta, dejó de pagar los impuestos y cuando sintió que
nada lo ocultaba, por fin atendió al teléfono.
Fotografía de Hossein Zare
Punto
y Seguido
Un ejemplo más de que puedes correr pero no te puedes esconder.
ResponderEliminarGracias Carlos, ya me gustaría....
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