viernes, 27 de junio de 2014

OJOS

            Se miraban, no decían palabras. La expresión de los ojos les bastaba para comprender el significado de cada gesto: sus apetencias, sus miedos, sus aflicciones. Una rápida ojeada y todo quedaba dicho.

            Tras una acalorada discusión de miradas encendidas, él se marchó una tarde dando un portazo. Ella se lavó el cabello, se vistió de amarillo y se maquilló los párpados con reflejos de oro. Cuando él volvió  al cabo de unas horas traía puestas unas gafas oscuras.

En la cocina, sentados uno frente al otro ante sus respectivos platos de musaca, ella le habló sin palabras, como siempre había hecho. Utilizó expresiones amables tratando de restar importancia a los motivos de su disputa, aunque no consiguió arrancarle un comentario, una súplica o una respuesta.

Al final, cuando todo quedó dicho, él se quitó las gafas y dejó al descubierto las cuencas vacías de sus ojos. Ella lo miró confundida, tratando de entender lo que él ya nunca  iba a poder decirle. Se levantó, apagó la luz y no le dirigió la palabra en toda la cena.


Fotografía de Eva Rubinstein


miguel núñez ballesteros
Punto y Seguido

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