En general, entre los temas
tratados por el cine español suele existir el raro consenso de no recurrir a
temas de actualidad. Si se echa un vistazo a la cartelera de este año o de años
anteriores encontraremos, Blancanieves, trileros, brujas de Zugarramurdi, artistas y modelos, grupos siete, caníbales, heridas…, pero poca actualidad. En algunos casos, se toman prestados detalles de la actualidad, la evasión de impuestos,
el paro, la corrupción, las estatuas humanas, pero más que nada como elemento anecdótico,
de simple ubicación de las historias, o de caracterización de personajes, nunca
como un intento de reflejar esa realidad. Si nos atenemos a la crisis ―ya
estamos otra vez con lo mismo― actual, aparte del documental Mercado de Futuros, Mercedes Álvarez, 2011,
no he encontrado ni una sola película de ficción que se haya acercado a este tema, admitiendo, eso sí, que la crisis está presente en nuestro cine,
no por temática, sino como consecuencia de ella: aumento de primeras películas,
argumentos concentrados en pocos actores, pocos decorados, pocos días de rodaje,
pocos efectos especiales, música mínima, fotografía sin excesos, producciones
entre amigos, familias, compañeros de facultad, socios de la web, etc. Por todo
esto, hay que saludar el estreno de una película como Hermosa Juventud, Jaime Rosales, 2014, que aparte de sus logros
estéticos y temáticos, tiene el valor y la osadía de poner en primer plano las
consecuencias de esta situación, que bajo el manoseado epígrafe Crisis Económica,
está teniendo un efecto devastador en la juventud española con un
53% de parados, a la cabeza de nuestra gloriosa Europa.
Así resumido en pocas palabras, parecería un tostón de
película, un alegato infumable solo digerible por los muy concienciados, los
raros o por los últimos mohicanos del antiguo cine militante, pero no es así.
Aparte de ser una película única en nuestro panorama de actualidad, es también
una película hermosa y necesaria, una película capaz de plantear con emoción y
sin maniqueísmos ni paños calientes, ese lugar al borde del abismo al que han
llevado a nuestra juventud, sin duda, con nuestra colaboración necesaria. Bastaría
esa primera escena ―la madre de la protagonista, entra en su habitación y, después
de subirle las persianas, le pide que se levante, que son las dos de la tarde,
a lo que Natalia, Ingrid García Jonsson, con la cabeza bajo las mantas
responde: Para qué. No tengo nada que
hacer― para situarnos en el terreno de los desposeídos, de los sin sueños
ni perspectivas. Es tan real, que asusta, tengo hijos de esa edad y sé de qué
hablan. Hay delicadeza en el dibujo de
los personajes, un tratamiento hecho desde la comprensión que evita el
dramatismo, la fatalidad, el señalar culpables. Los momentos de intimidad también
son retratados bajo esa sutileza, como en la escena del porno, o el primer
plano de Carlos, Carlos Rodríguez, besando
a Natalia, mientras le dice: cuando tenga
dinero te compraré una casa en la playa, o la escena en que discuten porque
ella quiere emigrar a Alemania, y él quiere saber si lo quiere. Al día siguiente,
Carlos le regala un manual para aprender alemán.
La película no plantea soluciones, a
través de una historia mínima, expone la situación de miles de
personas en la España de hoy, de ahora mismo. De nuestros hijos, de los hijos
de nuestros vecinos, de los de nuestros amigos, de los miles de hijos
descolgados del sistema que sobreviven con trabajos de mierda a 10€ /día y, a
veces, ni siquiera eso. Quieres creer en su fuerza para cambiar las cosas, en
su ímpetu de juventud para empezar desde la nada, pero te sientes culpable por
tener un empleo, una casa, un coche, por tener 8€ para el cine y otros 8€ para
tomar unas cervezas. Porque ves a esta, nuestra hermosa juventud, perdida en la
interminable carcajada de los mercados, de los Efe Eme I, los banqueros, los
gobiernos, las agencias de calificación, que no solo reducen a cenizas su
presente, sino que ocultan cualquier posibilidad de futuro bajo una montaña de baboserio
repugnante.
Punto y Seguido
Miguel tu reseña me pilla de lleno, en esa desesperación de ver como el futuro para nuestro hijos cada vez es más precario, la falta de trabajo, de posibilidades, de que la esperanza sea algo tan improbable como que toque la lotería.
ResponderEliminarEstupenda reseña, gracias.
También completamente de acuerdo...y a partir de ahí ¿qué podemos hacer?
ResponderEliminaryo espero y deseo que esta crisis, aparte de dejarnos en ruinas y de la gran decepción en un sistema ¿democrático? basado en la manipulación, en mantener y ampliar el poder de los poderosos y en el arte del camuflaje, sirva como revulsivo, para no aceptar lo que sea, para no callarnos, para, por lo menos, hacerles mas difícil el que sigan engañanado.
ResponderEliminarOlé, Miguel
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